He tramado un plan para
resolver el asunto de la dichosa “Strawberry Shortcake” y la pared "Shocking Pink" que dejaron los antiguos inquilinos de este apartamento . Les cuento...
El caso es que como ahora en
Libia no se puede recibir transferencias de dinero del exterior y tampoco
enviar, mi concuñado me preguntó si yo puedo gestionarle un envió desde Puerto
Rico a Palestina y que él me entrega el efectivo al equivalente del valor
oficial. Él necesita enviar la pensión de su familia, pues como la mayoría de
los hombres árabes y musulmanes le corresponde mantener o ayudar con los gastos
de sus padres y hermanas solteras; mientras yo que ando necesitando “Flus”, o
sea, dinero para resolver unos asuntos en los cuales no deseo inmiscuir a
Marido, le dije que sí.
En la cultura árabe -casi siempre- el
hombre corre con todos los gastos del hogar, pero también con los gastos
personales de la esposa. Si la mujer trabaja, tiene dinero en el banco o recibe
alguna entrada económica le pertenece sólo a ella y es libre de utilizarlo como
le plazca, de ninguna manera, a excepción de alguna emergencia o crisis económica,
se utiliza el dinero de una mujer para los gastos ordinarios del hogar.
Desde que nos comprometimos Marido
me preguntó cuánto dinero necesitaba para cubrir mis gastos mensuales, le contesté
que yo trabajaba y no necesitaba que me mantuviese y que además aún no estábamos
casados. Replicó que ya estábamos comprometidos con el consentimiento y bendición
de mi padre y que desde ese momento él era responsable de mí. “Bueno, lo
hablamos después” le dije, para evadir el tema porque me resultó de lo más incomodo;
siempre había sido yo la que me había visto en situación y condición de
respaldar económicamente a algunos de mis seres queridos o a alguna pareja en
medio de alguna crisis económica temporal. Antes, el recibir se me hacía mucho más
difícil que el dar, pero ya aprendí que es necesario aprender a estar de ambos
lados.

Algo parecido sucedió cuando
se conversó lo de la entrega del “mahar” como parte de la tradición nupcial islámica.
Me preguntó que cuánto pedía mi padre. Mi reacción fue la de; “¿Qué es eso
muchacho? ¿Cómo mi padre te va a pedir dinero por mii?” Me explicó lo que es el
“mahar” en el islam y que a diferencia del “dote” acostumbrado en India, en la tradición
islámica el padre fija una cantidad que se le entrega a la hija, o sea, a la
prometida y futura esposa; “es decir, tu padre no me pedirá dinero por ti, me
lo pedirá para ti”. ¿Qué se hace con ese dinero? Pregunté extrañada. Pues lo
gastas en lo que tú quieras, lo guardas en el banco o lo inviertes en oro.
Como era de esperarse mi
padre se negó a pedir dinero para mí y yo le dije a mi prometido que nos saltáramos
ese paso porque ya tendría bastante cubriendo los gastos de mi viaje, el
matrimonio y luego amueblando la casa. Me explicó que no era posible y que ya había
retirado una cantidad del banco.
En fin, que en situación de
encontrarse ambos contrayentes en la misma ciudad, la entrega del dinero se
hubiese realizado personalmente; mi prometido junto a su padre y otros hombres
de la familia como hermanos, tíos o primos hubiesen visitado mi hogar y le hubiesen entregado el dinero a mi padre en
compañía de otros hombres de mi familia. En nuestro caso, por la distancia, se realizaron cinco
transferencias internacionales.
Cuando finalmente concreté
el proceso de acogerme al retiro temprano y dejar mi trabajo en el servicio público,
mi esposo -para ese entonces prometido- me volvió a preguntar cuánto necesitaba
para cubrir mis gastos mensuales. Le expliqué que no era necesario porque
aunque ya no estaba trabajando, recibía una pensión vitalicia con la que podía manejarme
hasta que me tocara viajar a Libia. “Pero no equipara lo que era tu sueldo”
dijo él. “Pero yo me mudé a la casa de mis padres, saldé mi guagua y gasto lo mínimo”,
repliqué yo muy satisfecha y orgullosa. Además le conté que para no
andar de desocupada comenzaría a vender túnicas indias en Internet, entonces se
ofreció a colaborarme con la inversión inicial. Así surgió “Aziza’s Treasure”,
que pronto, si Dios permite, volverá a operar con nuevos diseños y mercancía variada.
El asunto es que para una
mujer que no ha dependido económicamente de nadie desde que tenía 18 años y salió
por primera vez de la casa de sus padres, le cuesta acostumbrarse a este sistema
de estar pidiendo “pa’ esto y pa’ lo otro”. Desde que llegué a este país, mi
esposo se ha opuesto a que use mi dinero, dice que es una vergüenza el que se
diga que él no provee lo necesario. Le explico que hay veces que aunque no se
caiga en el consumismo, uno quiere comprar cosas no necesarias. Me explica que
si algún día él falta lo ideal es que yo también pueda contar con ese dinero
sin pasar necesidades y que además con el estilo de vida que se lleva en Libia
-sin vida social- es una excelente oportunidad para que yo pueda hacer lo que antes
no podía… ahorrar. Por un lado tiene razón pero…
En fin, que cuando mi concuñado
lo llamó para hacerme la propuesta de la transferencia a través de él, mi
esposo le contestó qu prefería que no, pero que la decisión final era sólo mía.
Por supuesto que de inmediato acepté ayudar a mi concuñado, la situación me vino
como anillo al dedo.
Entonces, como la tradición dice
que la mujer puede gastar su dinero en lo que le plazca; ya veo desaparecer a
la “Strawberry Shortcake” de forma permanente. Ya sé que todo lo que se gaste
decorando este apartamento será como haber regalado, apostado o botado el
dinero, en eso Marido también tiene razón; no sabemos cuándo el dueño toque a
la puerta diciendo que nos tenemos que ir -así pasa en los países sin ley y orden,
pero pues...

Hoy mientras estaba ocupadísima
preparando mi Maqluba de res, llamó mi hermana para darnos el número para que
la hermana de mi cuñado en Gaza pudiese recibir su dinero y mi esposo se acerca
celular en mano. Le pido que por favor le diga a mi hermana que la llamo cuando
me desocupe, pero mi esposo me dice que él puede tomar la información…
-Es en español. Le digo.
-Yo se contar en español. Me
contesta
-¡A ver! Lo reté.
-Uno, dos, tres, cuatro,
cinco, seis, siete, ocho, nueve y diez. Cuenta en español con un acento
arabizado que me derrite, dejándome impresionada y de boca abierta mientras él sonríe
con una cara de satisfacción y orgullo inmenso y mi hermana moría de la risa al
tiempo que exclamaba, ¡Ejeeeee!
De inmediato dejé el “Maqluba”
a un lado y nos fuimos al comedor donde presencié el comiquísimo y hermoso momento.
Mi hermana Yazira desde Puerto Rico dictaba la numeración el envío con voz
clara y pausada, mi esposo aprovechaba sabiamente lo prolongada de la pronunciación
de mi hermana para traducir en su mente con todo lo que implica el proceso para
una persona que por lengua madre tiene el árabe, el inglés como segundo idioma
y que coquetea con el español que alguna vez cuando niño escuchó de labios
madrileños en la España donde junto a su familia paso algunas vacaciones.
Y luego, como si hubiese sido poco lo del dictado numérico
desde Vega Alta, Puerto Rico –jajaja-, fui testigo de cómo Marido, cumplió con
el segundo reto; escribir el nombre completo de mi madre.
Fue lindo y divertido, nos reímos. Ya veremos si se ríe cuando le diga que todos
los caminos conducen a la ferretería o la papelería más cercana. Miren que el miércoles
que viene es mi cumpleaños y me gustaría usarlo de excusa pa’ decorar una piña,
hacer sandwichitos de mezcla y una bola de queso crema con jalea de piña o melocotón.
Y si se forma el ululeo, demás está decir que “Strawberry Shortcake” no es
bienvenida a la fiesta.

Nota:
Próximamente estaré publicando un artículo sobre el "Mahr" para el grupo MEDUM en Facebook para beneficio de los lectores interesados en el tema.
Próximamente estaré publicando un artículo sobre el "Mahr" para el grupo MEDUM en Facebook para beneficio de los lectores interesados en el tema.