viernes, 8 de febrero de 2019

Un dulce regreso a Puerto Rico


Esta vez fue un poco más de 3 meses los que Marido estuvo trabajando fuera de Puerto Rico, ni siquiera estando en Libia habíamos estado tanto tiempo separados después de casados.

Agraciadamente ahora estoy en Puerto Rico con mi familia, de haber estado en Libia o en Texas, todo ese tiempo hubiese transcurrido en aislamiento y dos cosas hubiesen sido posibles, un poco más de locura o mucha escritura. 🙃

Esta vez mi sobrina Adriana Paola (la de 11años) quiso acompañarme a buscar a su tío y a eso de las 10:30 p.m. ya nos encontrabamos estacionadas en el área de espera del Luis Muñoz Marín, junto al aeroparque. 🛬

Yo intentando rastrear el vuelo en una aplicación para teléfonos celulares que me había enviado Hani y Adrianita, imaginando que llegaba o partía del país montada en cualquiera de los aviones que se desplazaban frente a sus ojos, por la iluminada pista. 🛫

"Parece un escenario, donde los aviones danzan"; dijo mi sobrina. "Si, y nosotras sentadas en V.I.P.", agregué yo. 
"¿Qué significa V.I.P.?" preguntó Adriana.
"'Very important people', es decir, personas muy importantes. Contesté mirándola.
"O sea, nosotras", afirmó riendo con orgullo.

Ya cerca de las 11:00p.m., entró la esperada llamada y nos dirigimos hacia el área de recogido de pasajeros. "¡Ahí está tío Hani!", exclamó Adrianita y mi corazón palpitó como palpitan los corazones de los resucitados. ¿A caso a los enamorados no se nos reanima el alma en cada reencuentro? Pues así.

Y allí venía él, mi amor, con su cara de concreto armado y su actitud intimidante. Él aún viste armadura, no se da cuenta que ya no es el niño o el adolescente palestino, tampoco el hombre extranjero que caminaba por las calles de Bengasi.

Ya luego, con los que ama, con los que conoce, cuando se siente seguro, entra en radical contraste.

Éso explica el ver a Marido, ya picando la 1:00 a.m., en pleno estacionamiento de Doramar Plaza (Dorado, P.R.) buscando y rebuscando entre sus motetes para repartir entre los empleados de Danny's, los dulces árabes que había traído de su corta estadía de paso por Florida. Sí, allá mi primo Carlos y él, nuevamente se pusieron las botas comiendo rico en Al-Natour.

Le obsequió de su preciado tesoro al jóven mesero que tan amable y respetuosamente nos atendió (Alex E.), segun él, a la simpática "host", al conversador guardia de seguridad y demás empleados.

Mi sobrina y yo lo observabamos recostadas del baúl de la guagua, con el reguero de maletas abiertas tiradas en el pavimento. De hecho, ya nos ibamos cuando sin aviso le dió por convidarles los postres a los empleados. Como dije, buscó y rebuscó, hasta encontrarlos y así bandejas en manos, como vendedor ambulante, entró al restaurante pidiendo una espátula para poder trozar y servir los postres.

Ellos no lo entendían bien, me contó que les tuvo que destapar las bandejas para que vieran de qué se trataba. Por sus posturas y  movimientos corporales, sé que Marido, orgulloso de sus orígenes, explicaba sobre la confección de tan exóticos manjares.

Salió sonriendo, cargando con lo que quedó en la bandeja.

"Aún queda para la familia. ¿Viste? Todos jóvenes, trabajando turno nocturno. Por ellos, moviendo la economía del país", comentaba mientras organizaba su equipaje.

Y yo, ¡feliz! ¡Marido en la casa! ❤️

© 2019, 2020, 2021. Daritza Rodríguez Arroyo. Los relatos de Aziza. Todos los derechos.

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