domingo, 12 de enero de 2020

Becerril de La Sierra, al fresco.



Ese día habíamos decidido pasar la tarde en el pueblo. Mi cuñado, se había ido a trabajar y nos venía bien levantarnos tarde, bajar a pies desde la montaña y ser parte del pálpito del corazón de Becerril de La Sierra.

No recuerdo la hora exacta, gran inconveniente en España por los horarios de las comidas, pero recuerdo haber emprendido camino en actitud relajada, sin ajoros, ni pendientes, de paseo.

Desde San Carlos, si pudiésemos ver el panorama desde una toma aérea, veríamos una maraña de callejuelas interconectadas que para el visitante, a diferencia del ojo lugareño, abruma. Y no fue la primera vez que bajamos al pueblo a pies, ya conocíamos la sensación de estar dentro de un laberinto, sin extrañar tener que retornar a lo que lucía como la ruta principal o darnos cuenta que tras mucho caminar, entre subir y bajar, habíamos llegado al mismo sitio.

Don Hani con el andar y desandar no tiene problemas, además lo hace a prisa. Yo no, son varias mis condiciones de salud relacionadas a los pies y las piernas que me impiden caminar como una gacela. ¡Ya quisiera

Así que antes de decir que en la cultura árabe la mujer es "condenada" a siempre caminar detrás del hombre en franca declaración de menosprecio y que por eso don Hani va adelante y Aziza detrás; recuerde el dato que acabo de compartir. Algunas veces me toma del brazo y me ayuda, si ve que realmente lo necesito, otras no; sobre todo si soy quien le pide que siga adelante, que lo alcanzo o que yo me adelanto porque en lo que llego, a él le da para ir y volver varias veces.

En esa ocasión nos sirvió de mucho fijarnos en las casas, recordar una estructura que nos llamase mucho la atención era una señal, una marca en el camino, especialmente si la misma hacía esquina.
Según vas bajando se va perdiendo de vista el horizonte -que si la memoria no me falla- se avista un gran valle enmarcado en hileras de montañas, pero yo, de pupilas caribeñas, miraba siempre por encima, con los pies en puntas, esperando poder divisar a lo más lejos algún pedazo de mar. Nunca antes, hasta hoy que escribo este relato a seis meses de nuestro regreso, se me había ocurrido preguntarle a don Hani si en esos momentos sus pupilas esperaban atisbar las dunas de arena de su desierto.

Llegamos a la ruta principal (M-623), donde están las paradas de autobuses, de allí caminamos hasta la entrada del pueblo, donde ubica la fuente de agua, el nombre en letras grandes y su escudo en un mosaico de azulejos que da la bienvenida. De ida o de regreso, el lugar, siempre es punto de descanso.

Para , se camina bastante, pero aún estando en los meses entre junio y julio, con las olas de calor atacando gran parte de España, en la Sierra de Guadarrama se está a gusto y se disfruta "al fresco".

La otra sentada se da en pleno Paseo de San Sebastián, entre el hotel Las Gaselas (donde aprovechaba a usar el baño) y el Colegio Público Juan Ramón Jiménez. A lo largo de todo el Paseo hay un jardín con bancos y también acomoda un área para juegos donde los niños de la urbanización pasan las tardes.

En ese Paseo nos sentamos recién llegados, a degustar un bocata improvisado por el hambre que nos atacó estando cansados, cargando las bolsas con todo lo comprado en el supermercado Maxi. Se nos olvidó que había que subir hasta San Carlos sin auto, y queriendo probar de todo, de todo compramos.

Allí mismo cortamos transversalmente el baguette y lo rellenamos de jamón de pechuga de pavo y del único queso español que encontramos confeccionado con leche vacuna. Es que en España los quesos de cabra y oveja abundan.

¡Ya sé! "¿En España y comiendo jamón de pavo?" Bueno, don Hani es musulmán no importa las latitudes y longitudes, y aunque yo soy amante del buen queso, me repugna el sabor y olor de la carne, la leche y por tanto, los quesos de cabras y ovejas. Tampoco hubo vino en nuestro pícnic, porque mi marido no consume alcohol, aunque en el viaje yo sí probé los deliciosos tintos de verano. ¡No faltaba más! Pero yo feliz, que en España también la variedad de jugos y refrescos sin azúcar es para no quejarse.

Lo pasamos lindo ese día; comíamos nuestro bocata al aire libre, sin pensar en el tiempo, disfrutando de un lugar de vistas, rostros, sonidos y olores diferentes. Así como cuando ante el ajetreo constante, en medio de las presiones cotidianas, a uno le entran ganas de desaparecer, irse muy lejos, a donde nadie lo conozca, desconectarse; a respirar otro aire. ¿A quién no le ha pasado?

A ambos lados del Paseo hay residencias, unas en las que se persive la vida cotidiana, otras a las que se les nota esa dejadez física propia de los resintos de actividad temporal. No recuerdo si les he comentado antes, que soy de imaginar o inventar vidas (historias) a personas desconocidas que llaman mi atención, pero también a casas abandonadas, más aún si son antiguas o a cualquier lugar que me inspire; pues el escenario era ideal para ello, además del buen pan y el buen queso. ¿Qué más se puede pedir?

Esa vez no nos detuvimos, no había un bocata de por medio y queríamos llegar a unos bares y restaurantes ubicados cerca del ayuntamiento. Ése día Don Hani me llevaba del brazo, caminaba a mi ritmo y ahora que escribiendo lo recuerdo, me he puesto sentimental. No somos perfectos, pero nos queremos mucho. ¡Tantos escenarios juntos! Agradezco a Dios porque "Habibi" apareció en mi vida cuando más sola me sentía. ¡Somos tan diferentes! Y aún así, ya vamos para 9 años tomados de la mano. ¡Compañeros! Entre tantas cosas!

Era domingo, y ya saben, los lugares, especialmente los pueblos vibran diferentes en los días de asueto; hasta las personas. Así que no dimos con el tropel de niños saliendo del colegio ni con el grupo de madres que van comentando la faena diaria a toda prisa antes de que toquen la campana. De éstas, siempre me llamaron la atención las musulmanas, según mi cuñado, en su mayoría marroquíes. Un grupo puede que fuera muy callado, en absoluto silencio, pero el otro ya desde calle arriba o calle abajo venía muy alborotado, conversando en voz alta, contando algo de forma enérgica como si al compartirlo lo revivieran o estuviesen peleando (muy de árabes) y en el mejor de los casos; riendo con muchas ganas. Me gustaba encontrarmelas, pero ese día no fue el caso.

Cambiamos de acera justo frente a la Pastelería DomCa, buen lugar para desayunar, de hecho, allí desayunamos con mi cuñado recién llegados a Becerril de La Sierra desde el aeropuerto. Allí también perdí mi cardigan color turquesa y no me lo voy a callar; allí trabaja la mesera más antipática de todo Becerril, tan ruda como los "muchos, casi todos" meseros de Madrid Capital.

Ése día hasta la frutería de Aysar estaba cerrada; la mejor fruta y los mejores vegetales de Becerril, es lo que se dice. Antes, en ocasión del encuentro cercano del segundo tipo con la mesera malcriada de DomCa, mi cuñado nos había recomendado la frutería de los marroquíes; "cuando vengas, dile que eres el hermano del palestino", le dijo a don Hani. Cosa que olvidamos por completo y ya era tarde porque como dije, en Maxi habíamos comprado todo. Pero, fue culpa de aquella invención maravillosa que ostentan antes de pasar a la caja registradora. Una máquina donde prensas las naranjas dulces (chinas) y sellas tú mismo el litro de zumo (jugo natural) que te llevas a casa. ¡Claro! Esa máquina nos apantalló y nos olvidamos de Aysar.

Sinceramente no recuerdo si el caballero que nos atendió cuando pasamos a saludar era el dueño de la frutería o el empleado, pero no olvido su rostro, su esencia; fue una conversación muy parecida a la que sostuvimos con la mesera venezolana en el Centro Comercial Parquesur en Leganés. ¿Se acuerdan?  Palabras que tocan hasta las lágrimas y marcan. El marroquí a punto de llanto decía; "ya no soy de allá ni de acá, pero en mi corazón partido soy de ambos lados". ¡Benditos sean los inmigrantes!

Hacía hambre y ya casi llegábamos a los restaurantes, aligeramos el paso hasta entrar por la calle Alfonso XII y darnos cuentas que los restaurantes estaban cerrados y los bares se limitaban a las bebidas sin siquiera unas tapas. ¡Se los dije! En España hay que andar tomando en cuenta los horarios de comida. Bueno, nos faltaban 2 horas para poder cenar así que allí nos quedamos sentados al fresco, tomando zumos y refrescos haciendo tiempo.

Estábamos sentados de frente al Ayuntamiento y la Plaza de La Constitución. Las familias llegaban con sus niños, los adultos bebían, algunos fumaban y conversaban tan a gusto, mientras los niños jugaban fútbol, corrían o simplemente se paseaban en grupos. Estaba el ambiente muy relajado.

Observamos como jóvenes musulmanas caminaban muy ataviadas de ropa muy elegante. Según pasaban por nuestra mesa se dirigían a uno de los restaurantes. Nos dio la impresión de que en alguno de ellos, quizás con salon de actividades se celebraba alguna fiesta de compromiso. ¡Qué telas! ¡Qué maquillajes! Siempre admiro la elegancia característica en muchas de las mujeres árabes sean cristianas, judías o musulmanas.

Del otro lado teníamos un grupo que aparentaba estar de visita en Becerril, desconozco si de fin de semana visitando familiares o vacasionando para luego regresarse a Madrid.

Muy cerquita, dos hombres árabes conversaban y uno le ordenaba un zumo de naranja a su hija; ellos tomaron té. La niña me observaba y yo le sonreía sin atreverme a hablar.

Olvidé contarles del mesero, un joven simpaticon que lo primero que hizo fue preguntarme de dónde éramos, él contentísimo de atender viajeros de lugares tan lejanos. Entre vuelta y vuelta se detenía a conversar, pero siempre pendiente al jefe por aquello de evitar problemas. Llegó la esposa, una mexicana chulísima criada en Texas, de inmediato la trajo a nuestra mesa para presentarla y que habláramos. ¡Qué pintoresca la estampa y éramos parte de ella!

Faltando unos 40 minutos para la hora de la cena nos animamos a explorar el resto del pueblito y cruzando de una acera a la otra escuchábamos como marchaba la vida entre las casas y los apartamentos más humildes, los que en nada tenían que ver con las residencias de San Carlos o las del Paseo de San Sebastián. Se escuchaban fragmentos de conversaciónes cotidianas, los ruidos de las cocinas con sus trastes y el afán de quienes preparan la cena, una canción romántica se escapaba por alguna ventana de las casas que ubican en un pequeño cerro urbano y lo que nunca falta, el noticiero.

La ruta que tomamos nos llevo a bordear la Parroquia de San Andres y llegando al frente pudimos observar como el sacerdote despedía a los feligreses de cada domingo, su familia. ¡Qué de señoras elegantes! En un momento nos confundimos con el grupo que intentaba cruzar la calle y al tropezar de miradas todos sonreían.

Nos sentamos un ratito en la Plaza de Bellas Vistas, donde irónicamente no te sientes del todo seguro y no hay mucho que ver porque a diferencia de la calle principal, en esa zona, la estética aparentemente no es lo primordial.

Diez minutos para la cena, hora de regresar al restaurante e ir pidiendo el menú. Quedaba una mesa libre y el mesero nos acomodó de inmediato.

Nos leyó lo que había disponible y ordenamos de todo, como si con ello desquitasemos las dos horas de espera.
Que si la ensaladilla, que si las patatas (papas) bravas, que el filete bien cocido con más patatas de acompañante, el café y el postre. Comimos tantas patatas que al recibir el postre tenía miedo que llegasen confitadas. ¡Me muero!

Terminó de caer la noche, ya no quedaban casi niños en la plaza. Hacía frío en la sierra y la ventisca nos indicó que era hora de pedir la cuenta y emprender rumbo hasta San Carlos. Caminamos tomados de la mano y cuando el frío apretó ya ascendiendo, caminamos abracetados. Fue el mejor día en Becerril de La Sierra, un pueblo chico en la Sierra de Guadarrama a unos aproximados 50 minutos del Centro de Madrid; para algunos lugar para vacacionar y tomarse un respiro de la ciudad, para otros es donde hacen su vida, donde han encontrado un lugar al que llaman hogar. Para nosotros un punto de encuentro, de reconectar, de cerrar ciclos y aunque no pensaba hablar de ello, allí esperábamos con toda la esperanza del mundo la autorización para regresar a Libia, el permiso de entrada.

© 2020, 2021. Daritza Rodríguez Arroyo. Los relatos de Aziza. Todos los derechos.

Comenta: Los blogs se nutren de sus comentarios; ¡Anímate a comentarme tu opinión sobre el tema o temas discutidos en la entrada! 

Comparte: También puedes compartir el enlace siguiendo los requerimientos de la nota de derecho de autor. 

Nota de autor: Extractos y enlaces pueden ser usados, si se otorga el crédito completo y claro a la autora Daritza Rodríguez Arroyo o Aziza Abushaeera y Los relatos de Aziza, con la dirección apropiada y específica al contenido original. El uso o la duplicación sin autorización de este material para usos comerciales está estrictamente prohibido sin el permiso expreso por escrito del autor o propietario de este sitio.