jueves, 26 de junio de 2014

De playa, elecciones y bombardeos.

Mohamed Zwawi - Caricaturista libio. 
 
 
Si bombardean en un extremo de la ciudad, la gente se mueve al otro, como si nada. Ayer mientras sólo un 20% de los ciudadanos libios asistían a las urnas para ejercer el derecho al voto, y continuaban los enfrentamientos entre extremistas y rebeldes, el resto se lo tomaba como un día de fiesta.
La familia a la que pertenezco son todos extranjeros, es decir no votamos, así que al igual que muchos otros nos fuimos a la playa. Eligieron un balneario pequeño en plena ciudad de Bengasi. Al entrar se paga $1.00 Dinar libio por persona, cuenta con estacionamiento, áreas deportivas, barbacoas, baños, cambiadores, venta de refrigerios y espacios habilitados para orar. El ambiente es seguro y familiar.
La familia llegando al balneario
Vista del ambiente playero en el balneario
 
Mientras disfrutábamos nuestro día de playa en la hermosa costa mediterránea de Bengasi, desde el otro extremo de la ciudad se escuchaban las detonaciones de los enfrentamientos. Cada vez que un avión atravesaba nuestro espacio aéreo todos elevaban las miradas entre los huecos de las sombrillas y carpas de playa, la tensión duraba lo mismo que el avistamiento, ya luego la vida continuaba en esa sabrosura que sólo el mar puede aportar.
De cierto modo los días de playa libios me recuerdan los que viví en mi infancia en mi querido Puerto Rico.  Al igual que las familias boricuas, las árabes llegan a la playa atestadas de comida. Vi platos de arroz y cordero pasándose de mano en mano, las barbacoas expedían ese olorcito rico característico del  pollo a la brasa y bajo cada sombrilla o carpa había una hornilla donde se preparaba el té con menta fresca.
En la nuestra también hubo té. Mis cuñadas llevaron sándwiches de atún con perejil, tomates y salsa “harissa” (salsa picante) y por mi parte preparé un “Moussaka griego”, un “Cielito Lindo mexicano”, bizcochitos de yogurt
 

y parte de los chocolates Twix de Marido. Pasamos un muy buen día en familia. Mi suegra se distrajo, mi marido como siempre fue el “guardaespaldas” del grupo, sólo nos bañamos mis sobrinas, mi concuñado y el sobrino que está a punto de casarse y yo. Mis cuñadas casadas sólo charlaron, pero se les veía muy a gusto como la mayoría de las mujeres bajo las sombrillas.
 

No sé si estuvo bien, pero yo apenas llegué me quité la falda larga que llevaba y me fui directito al mar con las sobrinas. Había algunas mujeres en el agua, pero la mayoría de los bañistas eran hombres y niños de ambos sexo. Constantemente veía a mi esposo elevado de cuello a la distancia, asegurándose que los que estábamos en el agua estuviésemos tan bien como su madre y las dos hermanas a las que acompañaba. De vez en cuando  se acercaba, se enrollaba el ruedo del mahón para sentir el agua en los pies mientras les ordenaba a las niñas que no se alejaran tanto y nos tomaba fotos.
Nunca había ido a la playa tan envuelta en ropa. Me bañé como lo hace el resto de las mujeres, con “hijab”, ropa cubridora o “abaya”. Debo confesar que aunque me sentí extraña, no fue tan incómodo como me lo imaginaba. De hecho, incluso los hombres entran vestidos de camisa o camisilla y bermudas; observe muy pocos de torso desnudo.
Mi esposo me preguntó si estaba contenta, le dije que mucho. Llevaba más de un año deseando ir a la playa, bañarme en agua de mar, zambullirme, flotar, mover todo el cuerpo, sentirme a gusto. Hay cierta libertad en esa ilusión de ingravidez  que brinda la densidad del agua de mar.
Foto tomada de Internet
Al llegar a la casa nos enteramos de que los enfrentamientos dejaron un saldo de tres muertos y más de veinte heridos entre los combatientes. Mientras nosotros volvíamos con los rostros sonrientes, tostados de sol, cubiertos en arena y sal; esas vidas se apagaban y en forma de espesas y negras humaredas sus almas se elevaban hasta lo más alto del cielo de Bengasi. Así transcurre la vida por estas tierras, siempre a los extremos.
 
 
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martes, 17 de junio de 2014

Y cuatro días después...



Les cuento que, tras su llegada, aparte de todo el cariño  que hemos compartido mi esposo y yo, también hemos estado resolviendo mil cosas. Siempre que llega y vamos a la ciudad para mí es como si hubiese pasado una década en lugar de un mes, lo veo todo diferente, como recién descubierto. Sigo diciéndole a Marido; “Por aquí no habíamos pasado nunca”. Y me dice; ¿No? Pues esta calle está a punto de llevar tu nombre.” ¡Tan Gracioso!

El domingo tempranito en la mañana le comento; “Ya comenzaron los truenos. Es raro, aquí lleva un mes tronando  y no he visto ni gota de lluvia”.  Entonces sonrió, me miró con cara de “¡Inocente Aziza¡” y me pregunta; “¿Realmente has creído que son truenos? ¿En ocasiones los truenos han hecho vibrar las ventanas?” Sí, le contesto. “Aziza, son detonaciones, Bengasi lleva bajo fuego desde que me fui al desierto…”

Todo el domingo se escucharon detonaciones, las cortinas de madera que recubren las ventanas para filtrar el aire y la luz eran impactadas por la onda expansiva de las detonaciones. Una de sus hermanas solteras, la que es secretaria en la empresa para la que él trabaja lo llamó como a eso de las 9:00am. “Ni se te ocurra ir a las oficinas de la empresa en el área de…, la carretera está cerrada, toda el área se ha convertido en campo de guerra”, le comunicó. Decidimos dejar la visita al mercado y las demás diligencias para ayer lunes.

De camino a Bengasi, mi esposo me dice, “Hoy no podemos ir por la costa como tanto te gusta”. ¿Por qué? Pregunté. “Porque me llamó un amigo, dice que están deteniendo conductores a fuerza de pistolas, te hacen bajar y se roban los autos. También encontraron cuerpos decapitados, uno de ellos ni siquiera tenía piernas. Hay que transitar por las arterias centrales que conducen a la ciudad”. Guardé silencio.
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La temperatura de ayer hizo la situación más incómoda, porque mientras mi esposo realizó gestiones en las oficinas de la empresa y compró en el mercado de vegetales y frutas yo tuve que esperar en el auto, que era lo mismo que esperarlo dentro de una olla de presión. El edificio de la empresa tenía los cristales del tercer y cuarto piso destrozados por el enfrentamiento del día anterior, pero todo el personal ya se había reportado a trabajar, y en cuanto al mercado, lo noté igual que siempre, atestado de hombres y mujeres esperando sudorosas en los autos.

Como les mencioné en alguna ocasión, a ese mercado no van mujeres, allí se vende carne, frutas, vegetales y hierbas en grandes cantidades, dicen que es el centro de los ladrones, afuera hay un solar repleto de mesas donde migrantes de diferentes países africanos y algunos libios venden chucherías y cachivaches, pero también hay mesas donde se venden a plena luz del día armas y municiones de todo tipo. No pude encender el auto para refrescarme un poco con el aire acondicionado porque aunque mi esposo siempre me deja la llave, dice que encender un auto allí estando sola es una invitación para que cualquier ladrón me asalte. Por eso él compra con prisa, lleno de tensión, hay vece que trae las bolsas en tres viajes, así puede ver si estoy bien y ahuyentar a cualquiera que este merodeando con aparente mala intención. Así transcurre la vida aquí.


 Estaba deseosa de comer “chinas” (naranjas), pero al parecer ya no están disponibles, compró melones de tres tipos, melocotones y ciruelas; se compraron casi cuatro kilos de cada fruta y se repartió entre la cocina del primer piso y la nuestra. Si algo extrañaré de Libia el día que ya no estemos, será la accesibilidad a las frutas, vegetales, hierbas y especias frescas, pues adquirir estos productos en grandes cantidades en Puerto Rico es un verdadero lujo a pesar de su pésima calidad. Claro que esto jamás constituye un motivo de fuerza para preferir vivir aquí. También, como es costumbre, si vamos a la ciudad le pido que compremos alguna cosita rica para comer y además de la pizza, me confieso amante a los "Shawarmas", ayer probamos un puesto nuevo de entre el millón que debe haber por todo Bengasi. Esta vez le pidió una muestra al
vendedor, para que yo pudiese probar y dijera si era de mi agrado o no, pues ya he pasado malos ratos con la cantidad de picante que suelen ponerle a la carne. Esta vez quedé más que complacida, el olor es tan rico que aunque al parecer las mujeres no acostumbran a comer en los autos a la vista de todos, yo no puedo resistirme al delicioso olor de la carne cocida a la brasa y termino comiendo sin pudor ninguno. I love Shawarmas!!!

*De regreso nos habían indicado que la carretera de la costa ya estaba transitada así que nos aventuramos. El dia estaba caluroso pero bonito, el Mar Mediterráneo más azul y tentador que nunca, habían sombrillas de colores instaladas en la playa, muchos bañistas, como si en Bengasi no estuviese pasando nada. La misma situación de mercados y calles comerciales.



Cuando mi esposo está en el desierto y tiene tiempo libre fuera del laboratorio acostumbra caminar por el desierto,  dice que allí se piensa diferente porque la inmensidad del desierto entra en ti, pero también tu alma se revela como en realidad es,  igualmente inmensa, y te hace parte del lugar. Prefiere hacerlo en las tardes cuando el sol ya va de
retirada y pinta el cielo con tonalidades y diseños inimaginables. Le gusta sentarse en las dunas, admirar la grandeza de Dios en ese extraordinario lienzo, en su obra divina de la que él y todos somos parte. Siempre toma fotos porque dice que en cada viaje aunque repita ubicación, el desierto siempre cambia y que si se contempla con los ojos
del alma, se puede notar hasta el más mínimo detalle.


Le digo que en lugar de geología debió estudiar arqueología, lo he visto embelesado en las ruinas de Ptolemaida y Cirene donde a ambos  nos gusta imaginar el transcurrir de la vida antigua, en tiempos donde los griegos se establecieron en el este de Libia y luego bajo el imperio romano. Nos transportamos a ese entonces y recorremos las calles adivinando que lo que parece haber sido una entrada conducía a algún templo, vivienda, un lugar público de reunión, el mercado o los famosos baños romanos. Así nos hemos entretenido muchas veces, especialmente durante nuestra visita a Tolmeida, porque durante las tres horas que estuvimos allí, no nos topamos con ninguna persona.

Esta vez llegó del desierto con fósiles, unos aparentan ser
cascarones de huevos de aves prehistóricas y otro evidentemente es la punta de una lanza. No se cansa de mirarlos, los toca, me los muestra con una emoción contagiosa, se le ilumina el rostro, sonríe como si fuera un niño poseedor de un tesoro maravilloso y los envuelve en un paño que entrega a una de sus hermanas, porque ella es horticultora y también ama la naturaleza, sobre todo las plantas, las rocas y a sus gatos, que como dicen aquí, son como sus hijos. ¡Ah! Debo decir que también es ella la que hace la mejor pizza casera en todo Bengasi, la hace en un horno especial en el patio de la casa, entre árboles, porque en medio de toda esta masa rocosa y polvorienta, la casa en la que vivimos es la única rodeada de árboles, con un pequeño estanque para peces y un remanso para los pajaritos que desde que sale el sol vienen a alegrar el día a día con sus melodiosos trinos.

Mi esposo me dice; “Quiero mostrarte algo. Pasé mis días escuchando un concierto de Yanni, tengo el vídeo completo, me lo llevaba al laboratorio y lo escuchaba cada mañana, no sé porque me hacía recordarte al punto que me prometí algún día llevarte a verlo en vivo. Hay un tema, está al principio y desde el momento en que lo escuché dije; “A mi Aziza le va a gustar esto. Ella es así.” Para mi sorpresa es el tema de "Rainmaker", grabado en el concierto en vivo de Yanni en el Mandalay Bay en Las Vegas en 2006. Un concierto que compré tan pronto salió a la venta y el tema “Rainmaker” es mi favorito porque me hace sentir emociones que no puedo explicar, pero ciertamente me emociona y conmueve hasta la fibra. Cuando se lo dije se le aguaron los ojitos, apretó mi cara entre sus manos y me dio un besito. Luego me dice, “No me habías dicho que tienes un primo músico tocando con Yanni, porque ese Walter Rodríguez sin duda alguna es el más que se disfruta el tocar en ese concierto; mira su cara de alegría. Tenía que ser puertorriqueño y de apellido Rodríguez como mi esposa”.  Ahora es “fan” del músico Walter Rodríguez, orgullo boricua.

Ya he tenido oportunidad de ver a Yanni en vivo, pero sin duda alguna disfrutar su música junto a Habibi, será especialmente inolvidable. Insha Allah (como diría él). En este concierto además de Yanni es admirable el talento de todos los músicos pero en especial me cautiva el arte del australiano David Hudson, Samvel Yerviyan de Armenia, Víctor Spinola de Paraguay, Michelle Amato de Estados Unidos y de Venezuela, Pedro Eustache. Aquí les comparto la apertura del concierto y el tema de “Rainmaker” para que lo disfruten tanto como yo. Escúchenlo y díganme si es o no, música para el alma. Mientras tanto yo me voy a cocinar que Marido se fue a resolver asuntos en la ciudad y aquí ya pronto toca almorzar, como a eso de las 3:00 o 4:00pm.

Enlace para disfrutar del “Intro” del concierto mencionado y el tema “Rainmaker”: https://www.youtube.com/watch?v=xtODAJbakTc

viernes, 13 de junio de 2014

Pal’ ululeo: "Khatooba"


 
"Una cultura es el modo de vida de un pueblo, en tanto que una sociedad es el conjunto organizado de individuos que siguen un determinado modo de vida; más simplemente, una sociedad se compone de individuos; la manera en que éstos se comportan constituye su cultura". (M.J.Herskovitz, antropólogo cultural).
Contando las bodas a las que he asistido desde que vivo aquí en Libia, suman un total de cuatro, pero nunca antes había tenido oportunidad de presenciar una celebración de compromiso nupcial. Los palestinos la llaman "Khatooba" pero en cada país, según el dialecto árabe que se utilice se le conoce de forma diferente; he escuchado milkah, fatiha y walima.

Bueno, ya conocen la historia de la desconcertante invitación al “ululeo” (aunque “ululeo” es la palabra que describe la típica expresión de júbilo entre las mujeres de cultura árabe, yo le llamo “ululeo a cualquier celebración). Y como si ya hubiese sido poca la confusión idiomática, el domingo en la tarde me visitaron mi suegra y mis dos cuñadas casadas que viven en este mismo barrio. Siempre que vienen a visitar a sus padres, suben con la madre y sus niñas al segundo piso  a ver cómo estoy, les obsequio jugo (asir), algún bizcocho y a nuestra manera “chismeamos” un poco; esto comúnmente ocurre los días viernes, que aquí es el equivalente a nuestro domingo.

En esa visita entendí que la celebración tendría lugar en la casa de la prometida, que convenientemente vive a una calle de la que será su nueva familia y donde iniciará su vida de casada. El prometido, que es el hijastro de mi cuñada Hana, ha finalizado toda la obra de construcción del apartamento que será su nuevo hogar sobre la casa de los padres. He tenido oportunidad de ver el proceso y en realidad se han construido dos apartamentos, pues son dos los hijos que ya están listo para dar el gran paso. Como la casa familiar del primer piso es bastante grande, los apartamentos construidos sobre ella son espaciosos, con una excelente distribución de espacios funcionales y terminaciones modernas de muy buen gusto. En mi opinión, están bellísimos.

El día antes, mi esposo estuvo intranquilo llamando a mis cuñadas casadas y a sus esposos, quería asegurarse que no hubiese ningún mal entendido en cuanto a la transportación. Desde que vivo en Libia, está sería la segunda vez que saldría de la casa sin él. La primera vez asistí a un velorio, fue toda la familia pero yo viajé con mi cuñada Fatin y su esposo Husán. Son los más allegados a nosotros, como dije, viven en el mismo barrio y mi concuñado además de hablar inglés es como un hermano para mi esposo, ambos se profesan gran cariño, respeto y confianza. Me gusta visitar esta familia y compartir con ellos, aparte de ser buenos anfitriones, comprenden que vengo de una cultura diferente y de su parte además de cariño siempre he recibido un trato respetuoso y considerado. En fin, que tanto el matrimonio como las niñas me hacen sentir querida y aceptada como parte de la familia. Agraciadamente, lo mismo sucede con Hana y su esposo Abu Waleed (cuando se nombra a un hombre con hijos no se utiliza su nombre propio, en lugar se dice “Padre de… [nombre del hijo varón mayor]”. En este caso “Padre de Waleed”).

Así que puntualmente como habíamos quedado, a las 4:30pm tocaron a mi puerta. Era mi cuñada Fatin, las nenas y mi suegra. Ya estaba lista y debidamente envuelta en mis paños, pero mi suegra pidió que me removiera el “hijab” (velo que cubre cabeza, cuello y pecho, dejando el rostro descubierto) y la “abaya” (túnica larga, en este caso la típica de color negro con la que se cubren las mujeres musulmanas para salir a la calle) para ver cómo iba arreglada. Pues aquí que se vive pendiente a “el qué dirán” imagínense cuánto más, si se trata de mostrar a tu única nuera extranjera en sociedad. Las demás mujeres estarán pendiente del más mínimo detalle, desde mi aspecto físico, el arreglo personal, hasta cómo me comporto; si hablo o me río alto, cómo tomo asiento y si al comer lo hago de forma delicada o no.

Francamente nunca me he tomado esto muy enserio, si algo tenemos muy claro mi esposo y yo, es que no soy árabe; y aunque respeto las tradiciones y normas sociales e incluso a fin de cumplir con esto he adoptado ciertas costumbres, las personas con las que interactúe socialmente deberán comprender esa realidad; el que no pueda hacerlo simplemente tiene que trabajar con su capacidad para relacionarse con personas de otras culturas, digo, si es que le interesa, porque nadie está obligado.

Tras la aprobación de mi suegra bajamos con un taconeo inusual entre las lúgubres escaleras que conectan el interior de ambos pisos. Mis sobrinas Rowa y Ronda estaban vestidas como dos muñequitas, además estábamos felices de viajar juntas aunque el recorrido de la casa donde vivo hasta la de mi cuñada Hana es tan sólo de unos cinco minutos en auto, puede durar un poco más si no se quiere estropear mucho el vehículo, pues como en la mayoría de los barrios las calles están sin asfaltar y específicamente en la calle principal del nuestro, llevan meses trabajando en un proyecto monumental relacionado al acueducto, asunto que dificulta el tránsito.

En el camino Husán y yo conversábamos sobre la fecha de regreso de mi esposo y bromeábamos sobre sus llamadas del día anterior. Se preocupa mucho por el aspecto idiomático y otros asuntos que no vienen al caso, además ninguna de las mujeres con las que realmente puedo contar hablan inglés. Desde el inicio de la polvorienta calle se podía notar que el frente de la casa de Hana y Abu Waleed estaba atestada de autos. De ellos se bajaban mujeres envueltas en sus paños negros, y algunas llevaban a sus hijos pequeños de la mano o en brazos. Una de ellas vestía el “niqab”, que es un vestido comúnmente de color negro, largo y cubridor que lleva un velo con el cual se cubre el rostro, pero dejando libre sólo el área de los ojos. Algunos de estos vestidos incluyen lo que podríamos llamar un segundo velo
de cierta transparencia que aunque cubre los ojos, permite a  la mujer “ver sin ser vista”. Aquí se me ha dicho que la mayoría lo lleva para cubrir el rostro cuando van maquilladas, así evitan llamar la atención de hombres ajenos a su familia que puedan cruzarse en el camino al salir de casa destino a alguna celebración.

Según las mujeres se desmontaban los hombres reiniciaban la marcha para estacionarse donde pudiesen, a fin de esperar el momento en que toda la familia del prometido lo acompaña en caravana hasta la residencia de su prometida. Había un grupo de jóvenes apostados en la entrada principal de la casa y esta vez nadie tuvo que decirme; ellos saludaron a coro con el respetuoso “Slam Aleikum” (la paz sea con ustedes) al tiempo que todos bajaban la cabeza y nosotras de igual manera contestamos, “Aleikum Salam” bajando la vista, así evitamos contacto visual entre hombres y mujeres extraños.

Una vez atravesamos el portal, mi cuñada Hana nos recibió junto a las niñas, Reem y Roaa, todas muy elegantes y sonrientes, muy bien puestas. El sol quemaba y aunque estábamos deseosas por entrar se formó el atasco de siempre, ya saben que el saludo entre mujeres es de cuatro besos intercalando mejillas y bendiciones; pero si en el grupo hay alguna anciana, el proceso de entrada demora mucho más. Éstas suelen duplicar la cantidad de besos y bendiciones, pero se aguanta, porque aquí el respeto y la consideración a los mayores predomina sobre cualquier cosa.

Cuando llegamos al recibidor nos quitamos los zapatos, costumbre que no se negocia por estos lares y que de no observarse te puede causar líos, sobre todo con las amas de casa. Con el rabillo del ojo pude ver hombres de barba y “Jalabiyas” blancas (vestido de pantalón y túnica, tradicional en varios países de cultura árabe y religión musulmana) sentados en el suelo, entre cojines charlando y tomando el té en el salón de visitas. Allí estaba Abu Waleed parado en la entrada, nos saludaba y daba la bienvenida antes de que entráramos a la casa, es decir a las áreas de estar destinadas exclusivamente a la familia. El dueño de casa vestía como sus hijos, de forma occidental, de hecho nunca los he visto con ropa tradicional. Abu Waleed es un hombre muy trabajador que goza de buena reputación, siempre lo he visto de buen semblante, sonriendo, habla un poco de inglés y en su casa siempre me he sentido a gusto y bien atendida.

En una ocasión se enteró de que estando en un parque avergoncé a mi esposo al antojarme de unos “kufta kabab” (pinchos o brochetas de carne molida con mucho ajo y perejil hechos a la parrilla) que estaba preparando una familia siria desconocida, les debo ese cuento. Después de reírse, le dijo a mi esposo que me llevara de vuelta a su casa el siguiente viernes, después del “jumma” (sermón islámico de los viernes) porque prepararíamos los suculentos “kufta kabab” especialmente para mí. Siempre me había simpatizado, pero lo admito, su acción… ¡Me ganó!
 
Cuando entramos al salón de estar, había muchas mujeres sentadas entre cojines bordeando las paredes a vuelta redonda del salón. Estaban relajadas charlando, tomando el té, una de las mayores fumaba algo alejada del resto y en otra esquina una de las jóvenes amamantaba discretamente a su hijo. Yo saludé de forma general con un “As Salam Aleikum”, ellas contestaron a coro mientras me observaban y de prisa mis sobrinas me halaron por un brazo en dirección a sus habitaciones, querían mostrarme los vestidos que les han comprado para el “Ramadán” (mes sagrado del islam, de alguna manera equivalente a la relevancia de la “Cuaresma” para los cristianos). De inmediato me di cuenta que mi manera de saludar no había sido la más apropiada y antes de que alguna de mis cuñadas se diera cuenta regresé al salón y las besé cuatro veces a cada una de las aproximadas veinte mujeres allí presentes.

Mi cuñada Fatin me pidió que la acompañará al cuarto de su hermana para terminar de arreglarse, allí pase unos 30 minutos y para cuando salí la cantidad de mujeres en el salón parecía haberse duplicado, de hecho ya había llegado mi suegra con sus tres hijas solteras. Me senté al lado de mi suegra y noté que una de las chicas me miraba, le sonreí y ella me preguntó que cómo estaba, lo hizo en inglés. Se me dibujo una sonrisa de oreja a oreja porque es bastante incomodo estar en un salón repleto de mujeres sentadas en círculo, o sea, cara a cara y  ser la única que no entiende nada de lo que están hablando.

Me dijo que se llamaba Zeinab, que quiere decir, “la joya más preciada del padre” y se pronuncia “Zaynab”. Montamos conversación de un extremo a otro, hablábamos sobre lo difícil que es aprender árabe versus lo fácil que los que tienen el árabe como lengua materna aprenden cualquier segundo idioma, sobre todo el español. A ésta chica no fue necesario explicarle donde queda mi país, Puerto Rico; además de hablar buen inglés me dio la impresión de ser bastante culta. Según me di cuenta que las mujeres habían dejado de hablar entre ellas para escuchar nuestra conversación, también me percaté que había visto antes a la mujer que fumaba. Cuando se lo comenté a Zeinab me dice; ¡Claro Aziza! Es mi madre y la viste en mi boda. Resulta que durante el mes de mayo había asistido a una boda de una prima de los hijastros de Hana, porque aquí es así, cuando invitan a una chica a una boda la invitación se hace extensiva a todas las mujeres de su familia inmediata y vamos aunque no conozcamos a la que se casa. ¡Todas pal’ ululeo! ¡Que fiestón!

Entonces le digo toda sorprendida; “¡Dios mío! Tú eras la novia, yo no paraba de mirarte. Estabas hermosa, parecías una reina sentada en su trono.” Entonces Zeinab riendo me pregunta; ¿Y ahora, Aziza? ¿Ya no me veo bonita? Creo que algunas de las jóvenes entendían parte de lo que hablábamos porque también rieron. Y bueno seguía siendo una chica bonita, pero en su boda estaba descubierta, con un peinado y maquillaje exótico, su traje blanco de lo más pomposo y “strapless”. Mientras que en ese momento se encontraba como el resto, llevaba “abaya” negra y un “hijab” oscuro. Y un poco esta es la magia del velo que para los hombres árabes resulta ser más atrayente que una mujer que en todo momento va exhibiendo sus encantos, en algunos caso buscando ser blanco de envidia de otras mujeres y de deseo para los hombres. El hombre por estos lares puede sentir curiosidad e incluso morbo por la sensualidad con que suele mostrarse la mujer occidental en revistas y películas, pero lo describen como algo momentáneo y pasajero, los tradicionales, los más conservadores prefieren que su esposa reserve todos sus encantos para el en la privacidad de su casa.

Finalmente llegó la tan esperada llamada. La familia de la prometida estaba lista para recibirnos en su hogar. ¡Comenzó el ululeo! Mientras íbamos saliendo de la casa todas ululábamos y yo me sentía atrapada en alguna de esas escenas tantas veces vistas en la tele  o en el cine, trataba de ulular como ellas lo hacían, pero me atacaba de la risa y me maravillaba el ser parte de ese momento, de compartir la tradición. Alguien había avisado a los hombres porque a nuestra salida estaban todos los autos alineados, con el motor en marcha, listos para salir. En esta ocasión las niñas se fueron con las primas y mi suegra y una prima de su esposo viajaron en el auto de Husán. Estaban todos muy contentos, la caravana de autos iba causando algarabía, todos tocaban sus bocinas dejando saber que éramos el séquito del futuro esposo del barrio.

Cuando llegamos a la residencia familiar de la prometida se dio exactamente el mismo protocolo que a la entrada en la casa de Hana –con ululeo y todo- sólo que esta vez era el padre de la prometida y una tía quienes nos daban la bienvenida, pues la madre de Ala, la futura esposa, había fallecido hacia unos años. Mientras los hombres se acomodaban en una “jaima” (carpa) colocada en el atrio, las mujeres entramos a la casa.

Ala es una chica joven, no debe pasar de 23 años, es bonita, de estatura baja, con unos expresivos ojos árabes oscuros y carita rellenita como las muñecas. Además vestía un traje que resaltaba su figura y que me encantó porque evocaba la cultura andaluza. Entre el vestido y su peinado Ala parecía una de esas bailaoras de flamenco. El vestido era en tela satinada en azul turquesa y puntos negros, con una aplicación  hermosa entre el busto y el torso, de volantes escalonados en el frente y cola en la parte posterior.

Como el salón no estaba alfombrado conservamos los zapatos puestos, pero según entrabamos nos despojábamos de los “hijabs” y las “abayas”. Entonces se iba develando la belleza femenina, de largas cabelleras, de peinados  elaborados, de ropa coqueta, tacones, prendas de oro, de labios rojos y pestañas postizas. Ala nos esperaba sentada en una butaca, con sillas a vuelta redonda. Los ritmos árabes comenzaron a sonar y según saludábamos a Ala, unas nos sentábamos y otras se iban directamente al centro del círculo, comenzaban a contonear los cuerpos en movimientos serpentinos como si desde algún lugar remoto un encantador tocara la flauta y ellas simplemente entraban en una especie de trance rítmico. ¡Qué movimientos de caderas! ¡Qué maravilla!

Mientras mujeres de todas las edades bailaban unas con otras, las demás conversábamos y degustábamos los entremeses. En mi plato había pizzetas al estilo italiano, pequeños shawarmas de pollo, albóndigas fritas con especias, rellenos de arroz, queso y atún, y un bizcochito; también me dieron una soda y agua.

Había una chica alta, esbelta, de traje corto, en color blanco, tipo ballerina. Tenía una cabellera larga de las que llegan a mitad de muslo y su mejor accesorio era su sonrisa a tiempo completo. No la conocía pero me simpatizaba. En un momento dado le pregunté a mi cuñada Fatin que dónde estaba Zeinab… ¡Adivinen! Me señalo a la ballerina. ¡Es increíble! He bautizado a Zeinab la “tres en una”. Sí, es que verla en tres diferentes atuendos ha sido como ver a tres mujeres distintas. Se lo conté y no paraba de reírse.

Luego me fijé que traía un tatuaje de una rosa en una de sus largas piernas y le pregunté si no era “haram” (prohibido) el llevar un tatuaje, me respondió que el tatuaje no es permanente, que su compuesto no proviene de ningún producto animal o probado en animales y que como era un tipo de calcomanía en ningún momento sustancia alguna llega a la sangre. Así que la rosa en su pierna era totalmente “halal” (permitido). Ya luego intercambiamos direcciones de correo electrónico para buscarnos por Facebook y mantener el contacto. ¿Saben? Ahora que lo recuerdo, no pierdo la esperanza de algún día toparme con mi amiga de Bengasi. Aunque no lo crean, la echo de menos. ¡Ja,ja!

Como en las bodas, avisaron que era el momento de cubrirnos, pues el novio entraría al salón para celebrar el compromiso. Aclaro que ésta es la celebración pues la ceremonia de compromiso se había realizado días antes entre ambos núcleos familiares, con todo el protocolo religioso y legal que la misma implica. Una vez que todas nos habíamos colocado el hijab y las abayas, Salah, el prometido entró. Se le veía feliz, pero nervioso. De hecho mis sobrinas se encargaron de comentarlo y de hacer todas las bromas posibles al respecto. Son cuatro pequeñas tormentas de entre 11 y 7 años de edad que siempre andan como cascabeles a merced del viento; riendo y jugando.

 El prometido llega, saluda a su prometida y luego al resto. Él entrega el oro a la futura esposa que se remueve las prendas que llevaba y se coloca las nuevas. Se hace la entrega de los anillos y todas las mujeres  comienzan a ulular celebrando el momento. Algunas, las más ancianas, recitan versos en voz alta, pidiéndole a Dios que bendiga a la pareja; se me explicó que era una tradición del folclore palestino.

 
En ese momento, el júbilo inundo todo el espacio, yo contemplaba la sonrisa nerviosa de Salah, la carita feliz de Ala, el recital de voces bendiciendo a la pareja, algunas mujeres lloraban emocionadas y el resto era un ululeo que se escuchaba frenético, interminable, infinito. A mí se me formó un nudo en la garganta. Desde donde estaba sentada comencé a contemplarlo todo desde un plano lejano, era como si el espíritu que soy viera desde muy dentro y no a través de los ojos que son sólo las ventanas del cuerpo por donde se asoma el alma. En ese instante dejé de ser carne, era conciencia y sólo podía agradecer a mi creador, Inteligencia Suprema, haberme permitido volver y estar.  Sobre todo estar allí, en ese momento y con esas personas. Todos los idiomas del mundo son insuficientes para explicar lo que me ocurrió, lo que sentí, lo vivido, pero; "El que tenga ojos, que vea", "el que tenga oídos, que oiga".


Trajeron un bizcocho y dos copas con bebidas de fruta, y entre los futuros esposos lo compartieron. Fueron felicitados y bailaron a petición de las mujeres que lo celebraban y les tomaban fotos. El ululeo siguió hasta que las invitadas fuimos despidiéndonos y abandonando la residencia al ritmo de la música, de los besos, abrazos y bonitos deseos para con la nueva pareja. Volvimos a trasladarnos en caravana y algarabía hasta la otra calle, debíamos acompañar a Salah de regreso a la casa. Todavía el salón de visitas estaba lleno de hombres mayores, alcancé a ver al padre de mi esposo. Nosotras tras saludar a Abu Waleed volvimos a reunirnos en el salón de estar y tomamos café para  entonces regresar a nuestras casas.

 

Me han dicho que la boda será después del Ramadán, pues durante el mes sagrado no se celebran matrimonios. Ahora que ya se ha cumplido con la ceremonia de compromiso, se entregó  el “mahar” y se celebró, la pareja podrá tener oportunidad de conocerse y compartir pero siempre en compañía de familiares pues el estatus de “comprometidos” no otorga los privilegios y derechos de los “casados”. Es tiempo donde deberán amueblar el apartamento y continuar preparándose para la celebración mayor, la boda. Espero no perderme ese “ululeo” que si antes asistir a una boda no me motivaba mucho ahora la veo con otros ojos, con otro gusto y ya le he dicho a mi esposo que para la boda de Salah y Ala quiero una abaya de fiesta, con brilloteo y colores alegres  porque así se ulula mejor.
 
Pueden complementar este relato con las fotos de un artículo relacionado al tema en el blog de Yassmin:
http://yassmineldouh.blogspot.com/2013/09/fayha-is-legally-and-islamically-married.HTML

* Daritza Rodríguez-Arroyo, Todos los derechos reservados de autor / copyright©. 

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jueves, 12 de junio de 2014

"Yo soy Malala"


 


Cuando los talibanes tomaron el control del valle de Swat en Pakistán, una niña alzó su voz. Malala Yousafzai se negó a ser silenciada y luchó por su derecho a la educación. El martes 9 de octubre de 2012, con quince años de edad, estuvo a punto de pagar el gesto con su vida. Le dispararon en la cabeza a quemarropa mientras volvía a casa de la escuela en autobús, y pocos pensaron que fuera a sobrevivir. Sin embargo, la milagrosa recuperación de Malala la ha llevado en un extraordinario periplo desde un remoto valle en el norte de Pakistán hasta las Naciones Unidas en Nueva York. A los dieciséis años se ha convertido en un símbolo global de la protesta pacífica, y es la nominada más joven de la historia para el Premio Nobel de la Paz. "Yo soy Malala" es el excepcional relato de una familia desterrada por el terrorismo global, de la lucha por la educación de las niñas, de un padre que, él mismo propietario de una escuela, apoyó a su hija y la alentó a escribir y a ir al colegio, y de unos padres valientes que quieren a su hija por encima de todo en una sociedad que privilegia a los hijos varones. "Yo soy Malala" nos hace creer en el poder de la voz de una persona para cambiar el mundo.
*Del libro, "Yo soy Malala"

 
Para los que están leyendo el libro "Yo soy Malala" y los que estén próximos a leerlo:

En él pueden encontrar muchísimas similitudes entre las tradiciones de la cultura pashtún de Pakistán (que NO es u...n país árabe) y tradiciones libias y palestinas que he ido mencionando en los relatos y en los artículos de los blogs. Tomen en cuenta que Pakistán es un país asiático donde la religión predominante es el islam, pero como ya saben, no son árabes. Principalmente hablan urdu, ingles y otras lenguas tribales.

En los países que componen el llamado “Mundo musulmán” pero que no forman parte de lo que conceptualizamos como “Mundo árabe” conocen el árabe como el idioma del Corán y la religión islámica; un Corán escrito en cualquier otro idioma se considera literalmente “una traducción del mismo”.

Por otro lado en la historia de esta adolescente podrán apreciar esa fuertísima identidad y lealtad tribal que a través de su cultura es capaz de imponer sus tradiciones por sobre todo, incluso la mismísima religión. Si leen con mucha atención podrá reconocer y diferenciar lo que es el islam puro, por llamarlo de alguna manera (el practicado por su familia), del islam tergiversado que diferentes grupos utilizan para llevar a cabo, como les dije los otros días, agendas políticas, económicas y de control social. También apreciaran como el pueblo musulmán y árabe (en el caso de países de cultura árabe) son las principales víctimas del terrorismo.

Vuelvo a recomendar la lectura porque es muy complementaria a los temas culturales que he venido tratando en los blogs, además el libro se lee literalmente en dos o tres sentadas y el vocabulario utilizado en su traducción al español ha sido bastante certero y simple. Es una lectura que atrapa, sobre todo a quienes les fascina conocer sobre otras culturas. Aquí les vuelvo a dejar el enlace para beneficio de quienes recién se han unido a la página y no hayan visto la publicación anterior. ¡Abrazote desde Libia!... Daritza-Aziza

 
* Daritza Rodríguez-Arroyo, Todos los derechos reservados de autor / copyright©. 

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sábado, 7 de junio de 2014

Como si yo la entendiera...


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A eso de las 8:30am (hora Libia)…

Suena el teléfono, contesto y resulta que es Hana, una de mis cuñadas casadas. Habló todo en árabe y se escuchaba tan confiada en que yo realmente la entendía, reía y hablaba sin pausa, la noté muy contenta, eso sí. Sólo entendí el saludo, el nombre de uno de sus hijastros y el de una de sus hermanas, algo relacionado con el día de mañana domingo y su despedida. Ella colgó tan complacida, dejándome a mí tan confundida.

 Le escribí a uno de sus hijastros, el que más inglés domina, esperando que le preguntará que era eso aparentemente importante que mi cuñada me había dicho. El sueño me venció y como a eso de las 9:00am después de compartirles el video de “Sobre Los Relatos de Aziza”, caí rendida.

Desperté con la intriga aún viva, eran las 7:45pm. Me desayuné y suena el teléfono. Esta vez era mi esposo desde el desierto, que me regalaba su ya acostumbrado saludo bilingüe con  perfecta pronunciación en español;

Hani: -Salam Aleikum Habibty! *Salam Aleikun : saludo que significa "La paz sea contigo" *Habibty: "Mi amor" dicho de un hombre hacia una mujer.

Aziza: -Wa Aleikum Salam Habibi! *Wa Aleikum Salam: respuesta al saludo que significa "Y contigo también sea la paz" *Habibi: "Mi amor" dicho de una mujer a un hombre.

Hani: -¡Hola! ¿Cómo estás?

Aziza: -Bien. ¿Y tú?

Hani: -Yo estoy bien.

Me pregunta si ya tengo Internet, porque por los conflictos en Bengasi se habían interrumpido los servicios de comunicación en todo el país. Entonces le expliqué que no me había dado cuenta porque ando de nuevo con itinerario vampiril. Le comentó de la llamada de su hermana y me dice que está al tanto y que por eso me llama.

Resulta que mi cuñada me estaba invitando a la celebración del compromiso de Salah, uno de sus hijastros. Será mañana domingo, mi otra cuñada vendrá por mí y según entendí al día siguiente habrá otra celebración que no me quedó claro si se trata de “La Noche de la Henna” o la boda.

Esta familia es toda palestina, así que no sé cómo variarán las celebraciones a lo poco que ya he visto por parte de la comunidad libia aquí en Bengasi, ya les contaré, pues mi boda no siguió del todo la costumbre tradicional. Y digo contaré porque ya saben que aquí es mejor visto sacar un arma en público, que sacar una cámara o tu celular para fotografiar o grabar, sobre todo si hay mujeres.

En medio de nuestra conversación escucho muchísimo viento y la voz de mi esposo por momentos se pierde…

Hani: -I need to cut this call Habibty.

Aziza: -I know.

Hani: - I miss you Aziza! Te quiero mucho, mi esposa.

Aziza: -Yo también te quiero mucho mi esposo.

(Sabe que cuando me habla en español me derrito)
 
¡Dios mío! Tengo este pelo hecho un desastre, con 4 pulgadas de crecimiento sin alisar y no tengo quien me lleve al salón de belleza. ¿Qué me pongo? Miren que estas árabes se tiran la tela, se botan, o sea, de alfombra roja son estas fiestas. De inmediato abrí las puertas del armario, no ha quedado pieza de ropa o hijab que no haya descolgado y aventado a la cama. También vi que me queda alguito en el frasco de “Moroccan Argan Oil” y que las dos planchas de pelo deben estar por alguna parte entre el armario y los cajones. No creo que pueda dormir, porque últimamente me despierto a eso de las siete de la tarde, y a esa hora de seguro ya iremos de camino, si Dios permite (“Insha Allah!”). Hunm!!!  ¡Ya veremos dijo un ciego! Que esto no pinta fácil, pero sí bien divertido.
*Hijab: velo que cubre cabello, cuello y pecho, dejando el rostro descubierto. *Insha Allah: significa "con el favor o voluntad de Dios", "si Dios quiere o permite"


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lunes, 2 de junio de 2014

"Voluptuosamente Voluptuosas"

Siempre utilicé la palabra "Voluptuoso(a)" como sinónimo de "corpulento(a)" y ahora me entero que significa "sensual". ¿A cuántos le sucede lo mismo? Sean sinceros, por favor.
 
Sylvia Nude Fat Lady by Aubury Chapman
 
Lo he comentado en mi perfil de Facebook y una pariente después de corroborar me plantea la interrogante de cómo se llegó al “mal uso” casi generalizado de la palabra.

 Les cuento y de ahí deduzco cómo llegamos a asociar una palabra que se refiere a sensualidad con la contextura física…
Botero art


Estoy escribiendo la segunda parte del artículo "Bodas libias" para el blog de END y en él menciono que las madres libias al parecer prefieren mujeres "anchas de caderas y de cuerpos con tendencia maciza" para que se casen con sus hijos porque según ellas son buenas para parir. Y he escuchado que los hombres árabes las prefieren por otros motivos. Buscando corroborar el dato  leo que la mujer de cadera ancha y maciza suele tener fama de buena amante, de ser candente en el sexo.

La importancia de la contextura física de la candidata a matrimonio es tal que una vez una joven palestina me contó que llegó a su casa una mujer buscando una esposa para su hijo, pidió ver todas las mujeres solteras de la familia. Cuando se fijó en ella la notó mucho más delgada que sus hermanas y con muy mala cara preguntó a su madre si ella sufría alguna enfermedad. Sí, la chica fue rechazada por estar delgada y me dijo que en ese mismo momento se juró a sí misma que nunca se casaría.
 
Aubury Chapman art
 
 
 
¡Ja! Y cómo olvidar aquella compueblana que a pocos días de viajar a Libia, en medio de un encuentro casual  me preguntó si era cierto que me había casado con un árabe. Le contesto en afirmativo y muy campechana  me mira "de arriba a abajo" y de "abajo a arriba" (tal vez debería decir de lado a lado) y con una expresión de "¡Obvio!" me comenta;

"Sí, a esos árabes le gusta la mujer gorda, porque como han pasado tanta hambre por esos desiertos".

Demás está decir que quedé bruta y que aún no lo supero. Y no fue por lo de "gorda" que siempre lo he sido, fue con la seguridad y el "expertise" que la "socióloga" afirmó los motivos para tan peculiar gusto entre los varones árabes.
 
Ya luego se me aclaró que, exceptuando la hipótesis de mi compueblana, todas las anteriores son validas incluida la del invierno. ¡Ahhh! Ésta es nueva y de seguro no se la esperaban; "La mujer gorda te calienta durante el invierno". Así lo he escuchado aquí. Y una lectora mexicana me ha recordado que en la novela brasileña "El Clon" solían decir que "La mujer buena es aquella que llena la cama".

En conclusión:

Atando todos los cabos sueltos deduzco que si un cuerpo macizo pasó a identificarse como "voluptuoso" viene de la asociación de esta contextura física con la sensualidad, sexualidad y erotismo que verdad o mito, se le adjudica por estos lares. Así que podemos ser "voluptuosamente voluptuosas". ¡No hay de otra! Y si la hay y algún lector sabe, que por favor nos aporte, porque este asunto me ha parecido interesantísimo.

Hilda by Duane Bryers
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