He leído en la prensa las aclaraciones
que el cantante Marc Anthony ha dado sobre su nacionalidad a ese sector de la
ciudadanía estadounidense que en estos días lo hizo objeto de una oleada de
comentarios racistas y xenofóbicos demostrando así su ignorancia sobre el
origen del cantante, además de exponer un vergonzoso desconocimiento sobre la
relación política existente entre Estados Unidos y Puerto Rico desde la ocupación
de 1898; relación por la cual más tarde se le otorga a los puertorriqueños y a
toda persona nacida en el territorio la ciudadanía estadounidense. También me
he dado a la tarea de leer en las redes sociales las diferentes reacciones que
el incidente ha generado y me ha llamado la atención el punto que traen algunos,
sobre si los puertorriqueños debemos estar aclarando nuestra nacionalidad una y
otra vez, sobre todo en momentos donde se nos podría estar cuestionando con
fines discriminatorios. El cantante, nacido y criado en la ciudad de Nueva
York, de padres puertorriqueños, se declaró más estadounidense que el ‘Apple
Pie’, pero también dijo sentirse más puertorriqueño que nunca. Esa es su realidad y tiene derecho a expresarla según la vive, y aunque para
algunos estas expresiones puedan sonar contradictorias, hasta cierto punto
puedo comprender su sentir, aunque no así el compartirlo; pues mis padres también
son puertorriqueños, pero yo a diferencia del cantante soy nacida y criada en
Puerto Rico.
La discusión de este asunto tan
controversial me lleva a compartir una anécdota sobre mi propia situación viviendo
aquí en Libia donde todos me presentan como la esposa “americana”, en total
referencia a Estados Unidos de Norte América. En una ocasión acompañé a mi
suegra y mis seis cuñadas a un velatorio y la impresión que me dio fue de que
estaban en espera de mi llegada, todos curiosos, más que la novedad como si
fuese yo la atracción de la noche sobre el dolor de la viuda y las hijas del
difunto. Al parecer una chica no se aguantó la curiosidad y vino directo donde
una de mis cuñadas a preguntarle de dónde era yo. Entendí cuando mi cuñada contestó
que era de Estados Unidos, que era americana y aun no comprendo por qué la
chica sonrió y le comentó que su familia era muy afortunada de tener una
‘americana’ entre ellos (este es un tema aparte). Más tarde le aclaré a mi cuñada
que si soy americana es porque nací en América pero que no soy estadounidense,
que yo soy nacida y criada en Puerto Rico. Ella me contestó que mi pasaporte me
identificaba como ciudadana norteamericana, que además la probabilidad de que
alguien en Bengasi supiera dónde queda Puerto Rico es mínima y que para ella es
muy complicado estar explicando la relación entre Puerto Rico y Estados Unidos.
Indudablemente mi cuñada tiene razón, pero yo tengo el corazón y la obligación,
ahora cada vez que entiendo que están hablando de mi origen, interrumpo para
que se traduzca del pobre inglés que habló al complicado árabe que ellos hablan;
que yo soy de Puerto Rico una colonia de Estados Unidos en el Caribe y que el
pasaporte estadounidense me identifica para efectos de una nacionalidad
jurídica, pero no me identifica, ni me define en mi identidad nacional, es
decir en mi condición y realidad tanto social como cultural. Lo del corazón no
creo que tenga que explicarlo, pero con lo de la ‘obligación’ me refiero al
deber de explicar la verdad, la realidad de nuestra tierra, que no somos un país
independiente, que no se ha permitido y que lamentablemente un gran sector de
nuestro pueblo tampoco lo ha querido. Otra oportunidad que tengo para educar y
concienciar con mis ‘aclaraciones’ es cuando me hablan en inglés; les pido que
me hablen despacio porque aparte de la dificultad que supone el acento árabe,
mi primer idioma es el español, porque soy de Puerto Rico. Entonces ya surgen
las preguntas interesantes sobre nuestra historia y nuestra patria que tanto me
gusta contestar desde mi punto de vista. Explicar la realidad de Puerto Rico y
los puertorriqueños tanto a norteamericanos y árabes como a personas de
cualquier nacionalidad u origen, para mí siempre será una oportunidad de reafirmar
mi verdadera identidad y de contar lo que gran parte de los puertorriqueños
prefieren obviar. Nada, que Marc Anthony se declara más estadounidense que el
“Apple Pie” allá en Estados Unidos y yo más boricua que una pelota de mofongo con
chicharrón desde aquí, Bengasi, Libia. Pero que conste, me encanta el ‘Apple
Pie’ con helado de vainilla porque al final de cuentas como dice el cantautor iraní,
nacionalizado británico, Sami Yusuf en su canción ‘Promesas olvidadas’ somos
una sola HUMANIDAD compartiendo una misma TIERRA, un mismo TIEMPO ♥
Los valores universales que nos unen son más poderosos que la incompatibilidad
que suponen nuestras nacionalidades.
*Un blog se alimenta de los
comentarios de sus lectores, no dejes de compartir el tuyo. ¡Gracias!