lunes, 9 de mayo de 2016

No hay manera consciente de engañarse a uno mismo...




***El primero de tres relatos***
1/3

Nuestro viaje tipo "getaway" a Florida se había decidido varios meses antes y elegimos finales de abril para que coincidiera con nuestro tercer aniversario de bodas. Serían sólo tres días porque para entonces no habíamos decidido cerrar la tienda y debíamos regresarnos a Puerto Rico a trabajar el fin de semana.

Al tiempo surgió la oportunidad de venir a Texas en busca de trabajo y la posibilidad de poder establecernos; las ventas en la tienda habían bajado considerablemente y a pesar de sentirnos "en casa", la crisis fiscal y económica en Puerto Rico limitaba o imposibilitaba las oportunidades de empleo y desarrollo profesional. Cuando se ha pasado el umbral de los 40, hay que ser el doble de lanzado, aunque la mayoría aconseje lo contrario.

Entonces entramos en un proceso de liquidación, encuentros, rencuentros, besos, abrazos y despedidas condicionadas a unos "hasta luego" y "volvemos pronto" que fueron pronunciandos desde el corazón, así  a manera de consuelo, con todo el valor emocional que conllevan las promesas; sabiendo que más allá de estar dirigidas a los que amamos, era un asunto con nosotros mismos.

Despedirnos no dolió tanto, hasta que Mami se echó a llorar en el aeropuerto diciendo que extrañaría mucho a Hani; la consolé recordándole que no viajábamos a Libia. Fue lo que le dije a todos, incluido a Papi que para estas cosas es muy sentimental y a mis nenas, las sobrinas, que no escatimaron en mimos ese fin de semana antes de partir.

Convencida de que no íbamos lejos y que cada tres meses se puede cruzar el charco me mentalicé fija en nuestra primera parada, Miami.

"¡Yo no estoy dejando mi isla!"
"Sólo vamos de vacaciones!"
"Ya en agosto me doy un viajecito."
"No me está pasando lo que a los otros. ¡NO!"

Y cuando la nave del 710 de Spirit comenzó a deslizarse por la pista del Luis Muñoz Marín, me convertí en lágrimas. Se me rompió el corazón como se le rompe a todo el que deja a la familia atrás.
Esta vez fue mi esposo el que me tomó de la mano y apretó fuerte todo el despegue; así como lo hice yo unos meses atrás a nuestra salida de Libia, en cada una de las escalas. El sostenernos las manos es nuestra manera de decirnos que "pase lo que pase estamos juntos hasta las últimas consecuencias" y el apretarlas es una reafirmación que se traduce al "¿Lo sientes? Entonces lo sabes."

Lo hacemos hasta cuando viajamos en auto, con dejar sentir una mano en la pierna del otro es suficiente y equivale a un "te amo" y  a un "agradezco, valoro y disfruto que estés en mi vida". ❤

Hay sentimientos que en esencia superan la capacidad de las palabras dichas en cualquier idioma...

"Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo  amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe."
          - 1 Corintios 13:1

Continuará...


© 2016. Daritza Rodríguez Arroyo. Todos los derechos.