martes, 30 de julio de 2019

Cuatro de Ochenta 4/80




"¡Oye Dari! Dile a Hani que en lo posible no traiga regalos que digan Puerto Rico o tengan impresa la bandera. Es que aquí en Madrid los puertorriqueños no tienen buena fama. Son muy de pandillas, delincuencia y drogas. Imagínate, viven todos en un barrio muy malo llamado "El Bronx". No te sientas mal, pero tenía que decírtelo. ¡Haló! ¿Estás ahí? ¿Me escuchas?... "


Nunca antes había comprendido con tanta precisión la popular expresión "como balde de agua fría". De hecho, aún intentó en vano identificar los sentimientos que me arroparon en ese momento. Claro que hubo tristeza y decepción, pero fue mucho más y estoy convencida, de que cualquier palabra, a tales fines, se quedará corta. Cuando le dije a mi esposo vi su rostro apagarse y supe que así también debió oscurecer el mío minutos antes. No voy a mentir, la emoción del viaje mermó en ambos.

Así que aún perplejos e incrédulos abordamos el avión y en lo que Hani se tomó un café y yo me leí las dos primeras páginas de 'La última noche del Rais' de Yasmina Khadra, llegamos a República Dominicana. Era sólo una conexión, pero tuvimos que realizar en aduana todo el trámite de entrada al país, para así poder reclamar el equipaje y abordar el siguiente avión a Madrid.

Mi esposo no conoce República Dominicana y tampoco a los dominicanos, más allá de mi opinión, por supuesto. Pero yo, a mis 10 años de edad acompañé a mis abuelos paternos a la boda de una hija, que tras unas vacaciones en Quisqueya La Bella se enamoró de un santiagueño y no quiso regresar a Puerto Rico. Luego a mis 17, me fui de misionera laica con Obras Misionales Pontificias (O.M.P.) y en dos meses de verano me recorrí una buena parte del hermano país. 

Para ese tiempo conocí una estudiante de medicina. Ella, dominicana, haciendo su residenciaen la sala de emergencias del Hospital Robert Rid Cabral (el Angelita), y yo, 'boricua', vuelta un ocho de voluntaria en medio de una huelga de médicos. Aquéllo era un caos, nadie me decía qué tenía que hacer y reconocía que entorpecía las labores, pero en medio de todo, la chica sonrió y se ocupó de mí.

Yo tampoco quería regresarme a Puerto Rico, digamos que de forma natural y en orden divino, me había quedado claro que ser monja no estaba en mi destino. Además me esperaba la universidad y para ser honesta, en ese entonces dudaba de poder lograrlo. Así que, ¿por qué no? Un año sabático me ayudaría a poner mis pensamientos en orden. 

Por éso, cuando me echaron del hogar El Buen Samaritano por haberle descubierto la basurilla bajo la alfombra a la directora, lo primero que cruzó por mi mente fue tomar un taxi al hospital, rogando que la estudiante de medicina me diera posada hasta fin de mes. Ya luego vería cómo contarle a mis padres todo lo ocurrido.

Es una gran amistad de muchísimo cariño, respeto y agradecimiento la que conservamos la Dra. Mayra Ivelisse Acosta y yo, por cierto, hoy día una renombrada psiquiatra tanto en su natal República Dominicana como a nivel internacional. Y así también con otros tantos dominicanos que he conocido con el pasar del tiempo en mis pasados recurrentes viajes, pero sobre todo aquí en Puerto Rico, durante 20 años de trabajo en la industria turística. 

Entonces, ¿qué puede saber mi esposo sobre los dominicanos por referencia? Todo bueno. Pero como no se debe tocar por oído ajeno, el dominicano que yo conozco y del que puedo hablar no pierde oportunidad para mostrarse tal cual, porque espontaneidad le sobra.

No hacemos más que pisar aduana dominicana y el olor a café recién colao nos da la bienvenida. ¿Lo mejor? Que contrario a otros aeropuertos, donde los viajeros ahora somos tratados como potenciales narcotraficantes o terroristas, en República Dominicana nos recibieron con indiscutible hospitalidad, incluso entre risas.

Bueno, mejor les comparto el "screenshot" de cuando les conté lo que pasó ése día.


Ya rumbo a España en un vuelo de Iberia atestado de dominicanos residentes en Madrid e intentando disfrutar la pésima comida que ofrece la aerolínea en dicho vuelo (cuentan que las comidas y el servicio son mejores al volar desde otro punto de partida), ambos nos miramos y quedó claro que seguíamos dando cabeza al asunto de la mala reputación de los boricuas en terreno madrileño. ¡Joder!

- Hani, me siento tan mal con éso que nos dijeron. 

- Yo también, Dari. Pero aquí algo no me cuadra algo no está bien.

- ¿Cómo que?

- Yo he estado pensando en esto todo el viaje y no tiene sentido que, por ejemplo, un puertorriqueño dado al bajo mundo y la delincuencia, que seguramente no trabaja, venga a vivir a España, al otro lado del mundo a pasar todo un proceso migratorio, cuando por ciudadanía estadounidense en Puerto Rico y en  Estados Unidos les dan todo sin tener que trabajar. Simplemente no tiene sentido.

- Pues no. No lo tiene. Además lo que siempre he sabido es que el puertorriqueño viene a España de vacaciones o intercambio estudiantil. Te digo más, en un tiempo quien no podía pagarse los estudios de medicina en Puerto Rico, se iba a República Dominicana, Mexico o España. Es la primera vez en mi vida que escucho una cosa como esa.

- ¿Hay muchos puertorriqueños viviendo en España?

- Bueno sí los hay, pero no creo que conformen propiamente una comunidad notoria de inmigrantes.

- ¡Ya veremos!

Ya en Madrid se pronunció una disculpa por el mal sabor de la llamada y mi esposo aprovechó para exponer sus argumentos en contra. Fue entonces una conversación que quedó pendiente y pendiente también quedé yo de la reacción de la gente que nos presentaban al notar o saber que éramos una pareja que los visitaba desde Puerto Rico.

La realidad es que los españoles de la elegante  Madrid duermen poco y viven muy de prisa como para interesarse por saber desde dónde se les visita. Pero tuvimos oportunidad de compartir una mesa alborotada en mariscos, con personas extraordinarias con quienes lo pasamos encantadoramente bien. 

No lo niego, fue la primera vez en mi vida que temí ser discriminada y rechazada por mi origen. ¡Que terrible sensación!

Es que recordé las anécdotas que Hani y su amigo Mohammed cuentan sobre lo dura que fue su niñez, adolescencia e incluso la adultez como palestinos viviendo en Libia y se me estrujaba el corazón. Recordaba también el acoso a los niños sirios de nuestro edificio en Al-Salmani, Bengasi y se me hacía un nudo en la garganta. Sí, confieso que sentí miedo y supuse que mi sentir era el mismo que sienten tantos inmigrantes al rededor del mundo, el mismo miedo de cualquier persona que arbitrariamente sea declarada diferente.  

¡Dios! El miedo al rechazo es sin duda uno de los más perturbadores. Es un sentimiento que daña al instante, es en sí mismo un inmerecido pre-juicio, un castigo y por demás una gran injusticia. 

Recuerdo haber ido al baño y a mi regreso lo único que escuché, fueron planes de comensales entusiasmados por visitar nuestro Puerto Rico; mientras un árabe palestino, mostraba con el pecho hinchado de orgullo los vídeos de hermosos paisajes de nuestra isla, que ha tomado con su 'dron', mientras repetía una y otra vez, en Puerto Rico tienen una casa, son más que bienvenidos.

Y una vez más, mi esposo parecía haberlo resuelto todo. Me compuse, disfruté muchísimo del almuerzo, la compañía y entendí que a pesar de llevar años en una cruzada muy personal contra el miedo, en esa ocasión me había tomado desprevenida.


Una vez recobré la confianza que nunca debí perder, me dediqué a conocer más sobre Madrid y los madrileños. 

¡Que de lugares, arquitectura e historia! 
¡Que mucho se come! 
¡Que viva el tapeo! 
Así te sirvan muy apurados, con el mal humor que delata el exceso de trabajo y el cansancio.

Este otro día en particular mi objetivo como viajera gastronómica y amante de la gastrocultura era, probar los churros con chocolate de la famosa Chocolatería San Ginés, cafetería que lleva122 años abierta en el Centro de Madrid y por supuesto, tapear en el Mercado de San Miguel.

Mientras, mi esposo sólo quería recorrer calles y recordar cuando de niño toda la familia visitaba a su hermano, quien estudiaba en Madrid. Recuerdo que al llegar a La puerta del sol, allí en el Kilómetro Cero, entre manteros de ébano y a la vista del Oso y el Madroño, lo vi irse en un viaje a 33 años de distancia. Me dediqué a contemplarlo en silencio, guardaba distancia, sabía que aunque compartíamos físicamente en un mismo lugar, nuestros ojos no veían lo mismo. 

Yo permanecía en el ahora de ese momento, él buscaba con sus ojos un ayer que hasta entonces lo había marcado y que finalmente en ese momento se le volvía a presentar como magia, como una realidad alternativa, posibilitando lo que por muchos años creyó si no imposible, improbable. Yo sólo debía procurar estar allí cerquita a su regreso. 









Una vez ubicado el piso donde Hani recordaba haberse hospedado y tras sacar varias fotos que mostraría a sus hermanas, caminamos hacia Plaza Mayor y el Mercado San Miguel. ¡Que delicia! Es que aunque no tengas hambre, igual querrás comer. Aconsejo pasearse bastante por sus pasillos e irse deteniendo mostrador por mostrador a fin de decidir con cuál tapa se da el gustazo. Con suerte podrá sentarse, pero no importa, las tapas estarán sabrosas encuentre mesa o no. 

Ya tenía mis croquetas y brochetas de mariscos cuando me acerqué a un mostrador para comprar mi bebida y entonces escucho al chico rubio de ojos claros decirle al cliente que atiende;

- Es que me tienes más cara de puertorriqueño, que de mexicano.

- La pegasté, soy de padre mexicano y madre boricua, criado en Estados Unidos. 

Le aclaró el joven mientras se alejaba y yo me acercaba.

- ¿Y cómo se supone luzca un puertorriqueño? Le pregunté.

-¿Disculpe?

- ¿Que cómo se supone luzca un puertorriqueño?

- Así como usted.

Yo sonreí y el dependiente lo intento.

- ¿Eres puertorriqueña entonces?

-Sí. ¡Oye! ¿Es cierto que los puertorriqueños tenemos tan mala fama aquí en España? ¿Qué nos toman por delincuentes y personas muy bajas?

El jóven lució sorprendido por mis preguntas y así a ceño fruncido me preguntó quién me había dicho éso. Le comenté que habían sido unos amigos y por último me preguntó si eran madrileños. Asentí, mientras el movía su cabeza de lado a lado, en desaprobación total.

- Según cuentan hasta un barrio dominado por pandillas tenemos llamado 'El Bronx'.

Tenían que ver su cara.

- Quien le dijo éso, si es cierto que vive en Madrid, vive en la burbuja de su piso y está falto de cultura. 

- No creo.

- Que no se entera de nada. Acercate que te explico. No son puertorriqueños, de quienes te hablan, son dominicanos. Y hay una gran diferencia, aquí el puertorriqueño viene mayormente de turismo, comen y beben mucho, compran de todo y dan propinas; otros vienen a estudiar y uno que otro puede que se quede a vivir aquí. El dominicano es inmigrante, llega y legal o ilegal se queda. Aquí los que tienen mala reputación son los dominicanos, colombianos, ahora que tenemos muchos centroamericanos y los de siempre, ya sabes, los gitanos y marroquíes. 

- He visto muchos venezolanos también.

- Mira, no tantos pero ésos vienen a trabajar.

- ¿Y los demás? ¿A qué vienen?

- Bueno yo lo veo así; 80 dominicanos viven en un barrio y de esos 80, 4 están en pandillas y venden drogas. Desgraciadamente los noticieros hablaran de los 4 dominicanos delincuentes, pero no dirán que son cuatro, diran 'los dominicanos' y así lo repetirá todo el mundo.

- La verdad me he estado sintiendo muy mal desde que llegué a España.

- No, no. Con ustedes los puertorriqueños no hay problemas. Es con los otros latinos. ¿Te sientes mejor?

- La verdad no. Sigo siendo latina.

A este punto, después de traducirle la conversación a mi esposo mientras comía mis tapas con una Coca Cola Zero, ya no sentía miedo al rechazo, pero igual todo el asunto me seguía doliendo y pareciendo de lo más injusto que le puede pasar a persona alguna.

- Ya sabía yo, que no tenía sentido que los puertorriqueños viniesen a España cuando pueden irse a Florida o Nueva York, tienen 50 estados si no quieren vivir en Puerto Rico. Dijo mi esposo.

- ¿Aclarar esto te alivia?

- No. Yo sé lo que es vivir el discrimen por racismo.

-Esto es pura xenofobia. 

Además de Madrid visitamos ciudades donde los españoles fueron mucho más simpáticos y atentos. Incluso algunos al notar acentos diferente hasta nos preguntaban de dónde éramos y se tomaban el tiempo de conversar, por cierto en Granada, hasta te soltaba alguna broma. Ciertamente el ambiente en la sierra madrileña de Guadarrama y ciudades como Segovia, Toledo, Ávila y Granada, fue mucho más cálido que en la capital. Cuestión de idiosincrasia, aunque no me gusta generalizar.

De vuelta a Madrid, despidiéndonos de España nos tocó viajar con un taxista peruano y otro chileno. Les pregunté cuánto llevaban viviendo en España y cómo había sido su proceso de adaptación.

Ambos a su manera, resaltaron la suerte de no ser colombianos o dominicanos y más o menos coincidían con lo que había dicho el jóven de El Mercado San Miguel.

- El hombre dominicano que llega a España, en su mayoría no le gusta trabajar. La mujer dominicana si es trabajadora y prefiere casarse con un español porque además de darle la residencia, la ayuda financieramente.

Los hombres colombianos mueven la droga y las mujeres trabajan la prostitución.  

Les comenté que estaban generalizando y no era justo porque seguramente por unos cuantos estaban pagando todos y que finalmente para muchos españoles, como estadounidenses, todos éramos latinos sin establecer diferencias. 

El peruano me dijo, "yo siempre aclaro que soy casado con una española y con ciudadanía española hace muchísimos años". El chileno era mucho más joven, humilde y me aclaró que su madre era española y que siempre vivió entre ambos países, que nunca había tenido problemas. Lo que noté en el caso de ambos es que no le prestaban atención a la cuestión del discrimen por racismo. No sé si se desvinculaban de su origen latinoamericano por no verse parte de ése todo o  como mecanismo de defensa.

En fin, a mí este asunto del racismo y la xenofobia nunca me había tocado tan de cerca, es decir, en mi piel. Y reconozco que me afectó como nunca pensé. Primero me dolió como puertorriqueña, luego por los dominicanos y claro en general, como latinoamericana. 

Una vez dije que yo era como Roberto Carlos, que quería tener un millón de amigos (y así más fuerte poder cantar 😂) y realmente no consivo el rechazo, el discrimen de ningún tipo, pero por raza y nacionalidad mucho menos. Realmente la diversidad nos aporta, nos crece. 

Que nadie dude, el discrimen racial tiene unos efectos psicosociales y logra desmoralizar a quien lo sufre, no es algo que podamos minimizar o despachar con indiferencia.

Como les había comentado, dudé sobre escribir y compartir este relato.  Más que todo, por no herir a nadie, además del cariño y respeto que siento por mis amigos dominicanos, colombianos y latinoamericanos en general; pero por otro lado, fue algo que realmente ocurrió, que me pegó, no deja de ser lamentable y desafortunado, pero que por lo mismo, tal vez al conversarlo nos puede llevar a la reflexión y , ¿ por que no? transformarlo en algo positivo, de aporte.

Sería sencillo abrir un discurso condenando el racismo y la xenofobia, pero desde aquella llamada en el aeropuerto Luis Muñoz Marín y sobre todo, después de mis conversaciones al respecto en España , entiendo  mi enfoque va más por la responsabilidad que cada uno de nosotros tiene, ante el mundo en representación de su gente. 

Y aunque uno desmienta a través del buen comportamiento, aquellos 4 de 80 de la nacionalidad que sean nos dañan aún más que el xenófobo o racista que de manera directa o solapada, en esa cotidianeidad subestimada, nos agrede, nos desmoraliza hasta vulnerabilizarnos robandonos así derechos, oportunidades de crecimiento y desarrollo, la motivación para actuar, la capacidad de soñar, de creer, reír  y finalmente, de vivir.

Hoy voy por esos 4 de 80 y por cada persona que me lea. Cuando no te comportas y vives a la altura, con conciencia, dignidad, en ley y orden. y procurando los mejores estándares de convivencia, le puedes llegar a arruinar la vida a mucha gente de bien, a tu propia gente que es decente, trabajadora de buena voluntad y que no merecen vivir avergonzada, con miedo, condenada al más vil de los desprecios. 

Con el corazón en la mano espero que mi relato no ofenda, que mis hermanos dominicanos, colombianos y de toda latinoamerica puedan comprender el propósito de mi escrito. Como señalé varias veces, me dolió y me duele en el alma, porque me consta que hay puertorriqueños en otras jurisdicciones que simplemente, no son un orgullo para su gente y en otras tantas ocasiones, nos han hecho bajar la cabeza. 

Próximamente estaré compartiendo con ustedes algo de información sobre la situación de la comunidad dominicana en España, más que nada en el distrito de Tetuán, Madrid. Una comunidad trabajadora que a pesar de los pesares vive orgullosa de sus orígenes; además veremos como la criminalización de sectores humildes tiene un propósito de mucho beneficio económico para la empresa privada y el mismo gobierno. ¡Un gran abrazo! 💕

Les dejo este dato: 
En España hay 178,151 dominicanos; la mayoría de ellos en Madrid y son mujeres

© 2019, 2020, 2021. Daritza Rodríguez Arroyo. Los relatos de Aziza. Todos los derechos.

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martes, 9 de julio de 2019

El antes queda muy lejos


En un centro comercial ubicado en el municipio de Leganés, en la zona metropolitana de la comunidad madrileña; allí justo tras el mostrador de una popular cafetería, conocimos a una de las mujeres más hermosas que pululan en este planeta Tierra.

Su cabellera estaba teñida de rojo cobrizo y por ojos, la chica lucía dos esmeraldas custodiadas por un par de largas y abundantes pestañas en juego con unas cejas de envidia, al estilo Brooke Shields. Era bellísima, de sonrisa espontánea y por cierto, muy atenta a nuestra conversación.




Nos ofreció café y postre, trató de manejarse en inglés, pero le dejé saber que el café lo saboreamos mejor en español.



-¿De dónde son?
-De Puerto Rico.
-¡Ay que lindo! ¡Puerto Rico!
-¿Lo conoces?
-No. Pero sueño con visitar Puerto Rico, República Dominicana, México y todos esos lugares de playas hermosas y gente linda.
-Linda eres tú, cuando dices éso con tanta ilusión.



La chica intentaba continuar con sus labores sin perder contacto con nosotros mientras otra empleada, una poco simpática, la supervisaba.



-¿Y tú? ¿De dónde eres?
- De Venezuela.
-Tú país también es lindo. Lo visité en el 2007. ¿Llevas mucho aquí en España?
-Un año.
-¿Te gusta?


La joven miró para todos lados y muy disimuladamente me dijo que no para vivir, que era un país dónde por más que se trabaja no se progresa. Me contó que ella y sus padres vivían con una tía, pero que ya habían encontrado piso, uno muy pequeño y pronto se mudarían. Comentó que tienen nacionalidad italiana, pero que sus padres han decidido quedarse un tiempo en España aunque eso signifique vivir para puro trabajar.

Se puso triste.

-No quiero llorar.
- ¿Por qué vas a llorar?
- Es que quiero cerrar mis ojos, apretarlos fuerte y que todo fuese como antes. Estar en mi país, tener toda la familia a mi lado, estar bien. Yo sólo quiero que Venezuela sea como antes.

Se me apretó el pecho.

-Pero el antes queda muy muy lejos, ya no existe, no es posible. ¿Lo sabes?
-Ya estoy llorando. Lo siento.
-¿Qué edad tienes?
-22
- Eres joven, necesitas dejar de llorar, te toca crecer aquí y ahora. Nada volverá a ser cómo antes, el antes es un lugar para donde no hay boleto. ¡Sacúdete esa nostalgia! Cada quien está en el lugar donde le corresponde hacer vida. La nostalgia no te dejará vivir a plenitud todo lo que según tu destino te corresponde vivir. ¿Lo sabes?
-Sí. ¡Que fuerte lo que me estás diciendo!
-Lo siento.
-Te lo agradezco.
-Eres joven, eres hermosa y al parecer tienes un corazón muy dulce. ¿Si pudieses ver toda la vida, todos los lugares y toda la gente que tienes por delante? Además Venezuela y tu vida allá, están y estarán siempre en ti, éso no te lo quita nadie, pero sacúdete  esa nostalgia. Te repito, tu vida es aquí y ahora. Estás donde tienes que estar. No hay más. ¡Sécate esas lágrimas y vive!
-¡Gracias!

Y antes de ponerme a llorar yo también, me apresuré a escribir mi correo electrónico en un papelito; "¡toma! Por si algún día cumples tu sueño y visitas Puerto Rico".

-¡Ay que linda! ¡Me encantaría! ¡Muchas gracias!

Salí de allí con el corazón roto, traduciendo a mi esposo la conversación con la chica venezolana. Caminamos por el centro comercial un tanto apesadumbrados, pensando en cuánta gente se va a la cama cada noche apretando sus ojos muy, muy fuertes, deseando abrirlos en su anhelado "antes", cuando eran felices y no eran conscientes de cuánto, donde estaban con todos los que aman sin sospechar que los días estaban contados. Sé que a mi esposo el asunto le pegó duro, porque también es inmigrante, porque al cerrar sus ojos cada noche sé que sueña con volver a abrazarse a su familia, a quienes con dolor de tiempo, distancia y culpa, lleva clavados en el alma.

Mi corazón ❤ está con todos los inmigrantes al rededor del mundo.


© 2019, 2020, 2021. Daritza Rodríguez Arroyo. Los relatos de Aziza. Todos los derechos.

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