Cuando vives en un país
árabe-musulmán te das cuenta de la diferencia en la interacción entre hombres y
mujeres según cada cultura. Mi esposo tiene 6 hermanas, tres casadas y tres solteras, cuando estamos en la calle o
en las tiendas he visto que cuando se cruza con alguna mujer siempre baja la
vista o la cambia. Una vez fui de visita a
la casa de una amiga libia de una de mis cuñadas y el hijo de esta mujer
por iniciativa propia entró al salón para servir de traductor. Muy amable el
chico, tendría unos catorce años de edad. Mientras traducía proyectaba su
emoción porque estaba practicando su inglés y había sido útil, pero su madre a
cada momento le decía que no fuera mal educado y no me mirara directamente a la
cara, que bajara la vista. Esto en contraste con la gran mayoría de hombres con
los que te topas en el mercado, si vas sola te comen con la mirada,
algunos velan la oportunidad de que tu
esposo no este mirando para hacerlo y si se dan cuenta que eres extranjera, la
excitación en ellos pareciera ser mayor. Experimentar esto ayuda un poco a
entender el porqué muchas mujeres musulmanas deciden cubrir sus rostros, sobre
todo las casadas. Lo que no me parece justo y he leído que ha sido planteado
por conocedores de El Corán y la ley islámica es que se juzgue a la mujer que
no se cubre y se obvie el comportamiento impropio del hombre que mira de forma
libidinosa y transgresora, porque ese también está faltando a Dios según la fe
islámica.
Por estos lados la situación es tan
fuerte que una cadena de televisión ha lanzado una campaña de concienciación donde
valiéndose de una dramatización muestran un hombre que observa a una chica que aunque
está correctamente vestida e incluso lleva “hijab” cubriendo su cabello, va
caminando sola por la calle. El hombre la sigue de cerca piropeándola y
haciéndole propuestas; entonces de repente la chica se voltea, lo encara y resulta
ser que era su hermana menor. La forma de plantear el tema como un mal social puede
parecer interesante o hasta extremo para nosotros los occidentales tomando en
cuenta el hecho de que el asecho piropeado a la mujer es algo muy común en nuestros países e
incluso confundido con el cortejo, aunque no necesariamente sea del agrado de
todos. Ciertamente la interacción entre hombres y mujeres se da de forma distintiva
en cada cultura y por estos lares veo que son muchas las ocasiones donde el comportamiento
cultural roza significativamente con el religioso. Por otro lado me place ver
como una sociedad que hasta ahora ha ganado la fama de ser una que oprime a la
mujer, de a poco parece estarse encaminando a cierta transformación a beneficio
de ésta. Y ojo, que lamentablemente la opresión, agresión, explotación y
violencia en general contra la mujer es un mal que se da a índices elevados
tanto en todo el continente americano como también en Europa y no es exclusivo de África, Asia y Oceanía o se
limita a los países de la región del Medio Oriente o de religión musulmana. En conclusión,
vemos una vez más cómo en cualquier parte del mundo el inculcar valores y la
educación en general que se enseña en el hogar sigue siendo la base para la
formación de personas de bien, para una mejor sociedad. Se aprende con el
ejemplo y este comienza desde el hogar entre los hombres y mujeres de nuestra
familia y comunidades.
Como mujer occidental que también ha vivido de cerca el acoso sexual en el Medio Oriente, definitivamente concuerdo contigo en que es una práctica baja. Sobre todo de las leyes que permiten u "obvian" este comportamiento masculino, como bien señalas.
ResponderEliminarSin embargo, la solución no está en cubrir a las mujeres, como si los hombres fueran animales irracionales, incapaces de tomar responsabilidad de sus actos lascivos.
A mi parecer, es un error en esa cultura, criar a una niña haciéndola sentir culpable por ser mujer, y cubrirse para evitar la atención inapropiada de los hombres. Más bien, se debe criar a un niño fomentando el respeto hacia el género opuesto.
He de agregar que bajar la mirada ante una mujer, también lo considero irrespetuoso. A mi parecer y por experiencia propia, detesto que cuando hablo no se me mire. Como si mi palabra, mi persona o mi sola presencia no valieran. Es común que en Medio Oriente, las mujeres busquen ser invisibles para los hombres, y por eso se visten de tal manera, como queriendo pasar desapercibidas. Pero yo estoy en contra de eso, porque yo no soy invisible, porque no me siento así.
Muy atinada la campaña de televisión que describes. Desafortunadamente, intentar hacer razonar a esas sociedades, es como hablar con la pared.
Muy de acuerdo, pero debo aclarar algo... Cuando el hombre de estos lares baja la mirada evitando el contacto visual con una mujer lo hace por respeto, para que la mujer no se sienta incomoda. Pero en ningún momento ante la necesidad de hablarles les hace el desplante. Si por ejemplo están en una tienda, o en alguna dependencia gestionando alguna cosa, donde inevitablemente tiene que conversar, por supuesto que la atiende, la mira a la cara y se dirige con respeto. Por lo demás vivo aquí, observo y cuento, no siempre opino, trato de no entrar en juicios pero ante todo respeto.
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