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Foto: americanbedu.com |
Llámele chisme, bochinche o
cotilleo, el asunto es que aunque se supone que no, lo cierto es que nos une,
nos mueve y nos entretiene.
Vi caritas y nombres que
nunca comentan, pero hoy lo hicieron. Yo misma que prefiero escribir hasta
estuve coqueteando con la idea de un audio, lo ameritaba, pero ustedes, ustedes
se botaron. Tremendas disertaciones exponiendo su filosofía personal de lo que
es el chisme para cada una. ¡Y lo convincentes que se leían! ¡Tremendo! Hasta
consenso hubo, que ya saben que entre puertorriqueños y latinos en general es
un asunto difícil de lograr. ¡Increíble!
Bueno, no sé cuánta
expectativa he creado afirmando que el chisme es gordo. ¡Tan revoltosa! Y
quizás para las lectoras vinculadas a la cultura árabe no es cosa del otro
mundo, pero a mí el tema, a pesar de que ya se cumplieron dos años de estar viviendo
aquí, me impresiona tanto como de recién llegada. Y es que hasta ahora era una especie
de leyenda urbana, nunca había tenido oportunidad de estar cara a cara con los
implicados. Fue ponerle rostro a cientos de historias que corren de boca en
boca.
Ya saben que ayer estuvimos
de velorio por la inesperada muerte de la madre de uno de mis concuñados y les
comento que “somos tan ‘distintamente iguales’ que la dinámica social del velorio
poco difiere de la que acostumbramos en nuestros países latinoamericanos; bodas
y velorios suscitan rencuentros entre familiares distanciados y en ocasiones desempolvan
una que otra alfombra llena de “secretos familiares” que todos conocen, pero que
cierta norma no escrita autoriza a comentarse a ras del suelo para que sólo los
implicados no se enteren y sigan descansando en la duda.
Si la persona fallecida
vivía fuera del país, el velorio tomará tres días, de lo contrario serán siete.
Se presentan familiares, amigos, vecinos y conocidos a ofrecer sus condolencias,
a acompañar en su dolor a esa persona que sufre la separación física de un ser
amado, pero también se va a brindar consuelo, transmitir fortaleza y compartir
esperanza.
Por lo regular las personas
comienzan a llegar desde las 10:00 a.m. hasta las 11:00 p.m. y se les ofrece
café negro, al estilo árabe, bien cargado y aromatizado con semillas de
cardamomo, también se sirven dátiles con leche fresca y té, que puede ser rojo
o verde.
Al igual que en las
celebraciones, en los funerales mujeres y hombres permanecen segregados sin
oportunidad de interactuar sobre todo si son extraños. En esta ocasión los hombres entraban a la propiedad por el portón
principal, pues les daba acceso directo al área del garaje donde habían armado
una “jaima” o carpa grandísima donde contaban con todo lo necesario para estar cómodos
el tiempo que decidan estar presentes.
Las mujeres entraban por el portón
principal, atravesando el jardín hasta llegar a la puerta de entrada a la
residencia, la misma carpa servía de cortina para evitar el acceso visual entre
ambos sexos.
Mi esposo como hermano de la
dueña de casa puede entrar a la residencia en cualquier momento, pero sin
acercarse al salón de visitas donde se encuentran las mujeres. Esta vez, las
mujeres fueron recibidas en el salón de visitas para hombres que está dentro de
la residencia, es mucho más cómodo que el destinado a mujeres, porque al
momento de diseñar el plano, mi cuñada le incluyó al salón de mujeres un baño privado quedando más agosto.
Mis sobrinas y cuñada
vinieron a mi encuentro, estaban tranquilas, yo continué hasta el interior,
donde alcancé a ver el salón de visitas con varias mujeres. Entré al dormitorio
de las niñas, donde acomodé mi cartera, mi “Jiljab”, pero no mi “hijab” pues
aunque estaría entre mujeres, si algún hombre relacionado a la familia, pero
que no comparta vinculo de sangre entra, toda mujer que no sea su madre,
esposa, hija, nieta o nuera, debe estar cubierta como el código social de
vestimenta libia y musulmán lo entiende correcto y aceptable. Si mi concuñado
entra debo tener el cabello cubierto, otro ejemplo puede ser el momento en que
Marido me llamó para presentarme un primo de su padre.
Una vez estuve lista entré
al salón donde se encontraban reunidas las mujeres, eran ocho en total,
contando a mi cuñada. “As Salam Aleikum”, saludé al entrar. ”Wa Aleikum
Salam!”, contestaron las mujeres mientras yo iniciaba el ritual de los besos,
ya saben, cuatro beso a cada una de las presentes intercalando mejillas.
¡Agotador!
Me senté junto a mi cuñada,
mientras las niñas entraban con bandejas de dátiles y vasitos de leche para
ofrecerle a las mujeres que conversaban entre ellas de lo más animadas. Todas
vestidas de negro de pies a cabeza; abayas, medias y hijab, algunas incluso con
guantes. Nada de maquillaje o perfume, incluso algunas estaban sin prendas.
Mi cuñada me presentó,
aunque ya todos saben que su único hermano se casó con una extranjera, claro no
es lo mismo que te lo cuenten a tenerla de frente y poder dar fe de lo que sea
necesario cuando, quizás en otro velorio alguien ponga el tema.
Saben que hablo un inglés de
primera necesidad y un árabe de primeros auxilios, aun así, ya a veinticuatro
meses de estar viviendo aquí, puedo comprender algunas palabras, frases y saber
de qué va la conversación. Bueno, si ya hasta mis vecinas me ocupan para
mensajería dentro del edificio. Así que entendí cuando interrogaban a mi cuñada
Fatin, que es muy poco, casi nada, lo que puede comprender o hablar en inglés
pero durante todo este tiempo nos hemos entendido.
Pude comprender cuando le preguntaban
a Fatin por qué si llevo dos años en Libia no hablo árabe, es la
pregunta de todos, y sin permitir que Fatin intentase traducir le pedí les
dijera que su hermano, quien es un excelentísimo esposo, ha resultado pésimo
maestro con muy poca o ninguna paciencia para enseñar. Todas rieron y una de
ellas, la más delgadita de ojos azules dijo en inglés, que además el árabe era
un idioma muy complicado, mi cuñada le dijo, que más complicado que el inglés
imposible, entonces les aclaré que mi primer idioma es el español y todas se
maravillaron, dos de ellas a coro
aseguraron que el español sí que era difícil y una que no había abierto la boca
hasta entonces, comentó que no era tan difícil porque era parecido al italiano
y en libia en tiempos de coloniaje se hablaba italiano y aún hoy día algunas palabras
siguen en uso.
Es la dinámica de siempre,
se abre la ronda de preguntas y respuestas, tipo entrevista, donde me siento como
la invitada especial en el programa “Ahora podemos hablar”. Pero como lo que es
igual no es ventaja, yo soy receptiva a las preguntas, contesto lo que deba y
quiera, porque luego me toca a mí, pues comprendo que el interés en conocer de nuestras
costumbres y estilos de vida tan “diferentemente iguales” es mutuo. En estos
dos años, Sólo en dos ocasiones percibí que no había buena voluntad en el
interés de mis interlocutoras y corté la comunicación de inmediato. La mala
voluntad suele ser tan perceptible como la buena, y uno tiene el deber de
ponerse a salvo, de no caer en juegos peligrosamente estúpidos. Si hay buena fe
y el respeto mutuo permea a pesar de las diferencias, la diversidad siempre
nutre en ambas direcciones.
En fin, que me tocó el turno y lo único que se me ocurrió para romper el hielo fue preguntar si
todas eran palestinas. Resultó ser que había sirias, libias y por supuesto, palestinas.
Cada una identificó su nacionalidad y la de los esposos, definitivamente era un
festival de matrimonios multiculturales, mencionaron que los esposos eran unos
libios, otros sirios y palestinos, pero la mujer sentada junto a mi cuñada no prestó
atención al tema, al menos eso me pareció, y la delgadita de ojos azules, la
que hablaba un poco de inglés, miraba a mi cuñada con insistencia. Entonces les pregunté
directamente a ellas, bueno esa era mi
intención cuando a mitad de pregunta sentí como el dedo de mi cuñada me
barrenaba el muslo izquierdo, la miré sin disimular mi asombro y confusión y
ella me enfocó como hacen los lentes fotográficos en “zoom”. ¡Quedé pa’ dentro!
Como dice mi amigo Patricio, el chileno.
Fatin, mi cuñada, cambió el tema y una
mujer sentada a mitad de salón le dijo a la que estaba sentada al extremo
derecho -la palestina delgada de ojos azules- y a la sentada junto a mi cuñada
(extremo izquierdo) que se despidieran, que volverían en la noche.
Intercambiamos bendiciones y las tres palestinas salieron de la habitación sin
hablarse, siendo las últimas en despedirse.
Marido andaba comparando algunas
cosas que se necesitaban, así que mi cuñada y yo comenzamos a preparar el
almuerzo, que se suele servir en privado, sólo los miembros de la familia, o
con los que estén al momento si son pocos y bastante allegados, en cuyo caso se
comerá con hombres y mujeres separados en sus respectivos lugares de reunión.
Estando en la cocina mi cuñada
me pregunta si no me imagino por qué no me dejó preguntar en el salón de
visitas. Le dije que no, pero que me dolía el muslo, nos reímos a carcajadas.
“¿Te cuento?” pregunta con cara pícara y tono de chismorreo. Y yo que no puedo
negar me mataba la curiosidad, divisé una bandeja de semillas en la pequeña
mesa de cocina y… ¡A comer semillas! Mi cuñada
casi se desarma de la risa. Y es que como dato curioso cuando vean a las mujeres
árabes reunidas comiendo semillas de girasol o calabazas, den por seguro que el
chisme es gordo, gordísimo.
Pues resulta… y es aquí
donde se confita el aspecto “cultural”
con el chisme o viceversa, que de nueve mujeres que estábamos presentes
en el salón de visitas, todas casadas, tres son esposas de libios, otras tres de
palestinos y dos de sirios.
Me cuenta mi cuñada que la
mujer sentada a su lado y la de ojos azules al otro extremo, son esposas del
mismo hombre. De momento me confundí y ella me especificó; la primera y la segunda
esposa de un mismo hombre, palestino. Cuando procesé la información le pregunté
por qué si todas son musulmanas evitaron el tema cuando se supone sea algo
aceptado entre todas ellas. Me explicó mi cuñada y ya luego Marido me explicó
con detenimiento, que efectivamente es algo religiosamente aceptado, pero no en
lo que respecta a la idiosincrasia de muchos
pueblos arabizados e islamizados. Cierto que la religión permite, pero muchos
países musulmanes lo han prohibido e incluso la misma religión toma en cuenta un
sinnúmero de condiciones. “Entre palestinos no es muy común, así que no es del
agrado de nadie reseñarlo.” Dijo Marido.
El chisme cultural…
Ellos son palestinos
provenientes del Líbano, llegaron por las oportunidades de empleo no
especializado que había disponible antes de la revolución libia. Se instalaron
en Bengasi donde compraron un terreno y construyeron una casa de dos pisos, en
el primero acomodaron la familia del hombre.
Para entonces el matrimonio tenía
cuatro hijos y la mujer (la delgadita de ojos azules) se fue con ellos de viaje
al Líbano a visitar la familia. Cuando llegó el momento de regresar llamó al
esposo y le notificó que había decidido no regresar, pues Libia no era país
para mujeres extranjeras, que estaba cansada de vivir con tantas restricciones
y que prefería Líbano, donde además de tener familia era un país menos
tradicional.
El hombre le dijo que
regresara, que aquí en Libia tenían casa y trabajo y que no estaba dispuesto a regresar
al Líbano a empezar en cero y viviendo de la caridad de los familiares de la
mujer. La esposa fue firme en su deseo
de permanecer en Líbano, pero buscando la manera de presionarlo a fin de que
accediera a regresarse al Líbano, le envió devuelta a Libia, sus cuatro hijos.
Cuenta mi cuñada que el
hombre se estaba volviendo loco con los cuatro niños a cargo y comenzó a llamar a la mujer sin
descanso. Se manipulaban y presionaban por igual. Ya habían pasado ocho largos
y desesperantes meses cuando el hombre llamó a la mujer con un ultimátum; “Si
no regresas me caso, me busco una segunda esposa”. La mujer pensó que el hombre
sólo buscaba ´presionarla como tantas veces, y no le creyó, pensando que pronto se reunirían en el Líbano.
Al cabo de un mes
alguien de la familia del esposo la llamó
para ponerla sobre aviso; “tu esposo se ha comprometido en matrimonio”. Lo que
antes había sido imposible en ocho meses, se logró en dos días, la mujer arribó
a Libia a reclamar lo que entendía como suyo, es decir, casa, hijos y esposo.
Pero ya era tarde, cuando llegó vio que su esposo había dividido el segundo piso
en dos apartamentos y que había ropa tendida en uno de los balcones.
La mujer entró en cólera y
las hermanas del esposo -quienes viven el primer piso- no le permitieron acceso
al segundo, hasta que el esposo llegara. Una vez se dio el encuentro a puros
gritos y reclamos, el esposo le confesó que se había casado, porque no podía
hacerse cargo de cuatro hijos y además necesitaba una mujer.
La mujer exigió conocer a la
segunda esposa y para evitar que la impresión fuese aún más fuerte, le
confesaron que se trataba de la prima hermana del hombre, una con quien lo habían
comprometido desde niño y que él había rechazado cuando la conoció a ella, la
misma que años después la familia del hombre había ayudado a instalarse en Libia junto a su familia, es
decir los tíos del esposo (recuerden que entre árabes y musulmanes está
aceptado el matrimonio entre primos hermanos).
No fue mucho lo que la mujer
pudo hacer, tenía dos opciones, aceptaba compartir el esposo y el segundo piso
con quien había sido el fantasma de su matrimonio o se divorciaba perdiéndolo
todo y se regresaba al Líbano sola.
La mujer decidió quedarse,
tiene casa, hijos y esposo, pero perdió el estatus de “primera esposa” porque
la familia del esposo (las hermanas y la madre que viven en el primer piso) la
acusan de haberlo abandonado junto a los hijos y porque la segunda esposa es la
prima, con la que crecieron y a la que desde el principio habían elegido como
esposa para el hijo, el hermano.
Yo quedé impresionada con la
historia. Realmente no está fácil de digerir. Recordé a la tercera mujer y pregunté
quien era. Pues me cuenta mi cuñada que es una de las hermanas del hombre, que
aunque no vive en la misma casa, vive con su esposo e hijos en un terreno
aledaño y que es la que siempre anda con ellas a petición de su hermano, hace
de “referí”, evita que sus mujeres se maten.
¡Qué fuerte! Era lo único
que podía expresar porque intentaba imaginar toda la situación, desde la
posición de cada una y realmente me era y es imposible intentar ponerme los zapatos
de cualquiera de ellas. Cuando lo miro desde la estructura social y la tradición
religiosa puedo comprender algunos aspectos e incluso respetar los motivos y
decisión de cada una, pero me es imposible compartirlos.
Le pregunto a mi cuñada si podría
ocupar el lugar de cualquiera de ellas y dice que definitivamente, al igual que
la mayoría de las mujeres que conoce, ella no podría y que nunca estaría
dispuesta a compartir a su esposo, que antes prefiere divorciarse. Claro que una
cosa es decirlo y otra muy distinta vivir como mujer divorciada en una sociedad
donde la mujer por sí misma, sin la protección de un hombre, sea esposo, padre,
hermano o hijo no tiene espacio.
Como les dije, es un asunto
típico para las vinculadas a la cultura árabe, pero a mí estas historias me
siguen impresionando.
De camino a casa mientras
marido manejaba…
-¡Oye! ¿El primo de tu papá te hizo algún comentario?
-Si. Me dijo que debería
avergonzarme por no haber sido responsable y haberte enseñado árabe y hacerte conocer la religión.
- ¡Me imagino!
-No, no te imaginas. Él
quería comprometerme con una de sus hijas, cuando supo que me casé con una
extranjera, le reclamó a mi padre. Pero ya sabía de ti, has compartido con su
esposa en tres ocasiones en diferentes actividades y posiblemente con sus
hijas.
-¿Todas casadas? Pregunté sosita.
-¡Sí habibty! Todas casadas.
A Marido le dio un ataque de
risa porque cayó en cuenta de la similitud con el caso de las vecinas de su
hermana.
© 2015. Daritza Rodríguez-Arroyo. Todos los derechos.