Por una u otra razón nunca
había visitado un salón de belleza aquí en Libia, eso a pesar de los “ululeos” a los que he sido invitada. Ya lo
he comentado, la palabra “fashion” no me define e invertir tiempo haciendo turno
en un salón de belleza o comprando cosas
que no necesito, no es lo mío. Tampoco gusto de andar metida en casa ajena y a
las bodas asisto sólo si se trata de un familiar o amigo cercano, eso si no hay
una razón de peso para justificar mi ausencia.
* Daritza Rodríguez-Arroyo, Todos los derechos reservados de autor / copyright©.
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¡Shukran!
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Pero bien lo dijo Darwin y
yo lo repito; "No es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más
inteligente, sino la que mejor se adapta a los cambios". Pues ahora viviendo
aquí en Libia a la primera oportunidad me apunto a cuanta visita, boda y salida
al mercado aparece, porque fuera de eso y en mi caso particular no habría forma
de socializar.
Mi estilista de toda la vida
se llama Vanessa y geográficamente está tan lejos como casi toda la gente que
ocupan mi corazón, en mi pueblo, Vega Alta, en Puerto Rico. Entre los meses de octubre
y noviembre del pasado año cuando mi esposo me regaló el viaje a Puerto Rico
para mitigar mi nostalgia por la patria, los amigos y la familia fui a
visitarla y me dejo este “pelitum” regio; ya después de eso mi cabellera ha
estado amarrada, aplastada y cubierta sin mimo de ningún tipo. En una ocasión
me desesperé tanto con el asunto de las “puntas quebradas” que tomé una
tijerilla escolar, de las que se usan para cortar papel y me di un estilito que
estuvo a punto de culminar en rasurada “al cero”; agraciadamente recapacité a
tiempo.
En estos días se me antojó
visitar un salón de belleza en pleno comienzo del Ramadán. Mi esposo me explicó
que a principio de mes los salones cierran y que a mediados retoman operaciones
pero en horario nocturno, cuando se atestan de clientes que buscan embellecerse para
las fiestas del “Eid” (los
tres días de celebración del fin del Ramadán). Aun
así insistí y un día saliendo del supermercado me paseó por el centro de
Bengasi para que viera con mis propios ojos que estaban cerrados y dejara la
cantaleta.
Nunca antes había visto a
Bengasi así, desolada, todo cerrado pero con un tráfico descomunal.
-¿Y todos estos carros? ¿A dónde
va la gente si todo está cerrado? Pregunté.
–Van al supermercado o al
mercado de frutas y vegetales, porque es la época en que más comida se vende y
los precios se elevan por las nubes. Contestó Marido.
Entonces le digo; “Vamos a
intentarlo, mira que en Bengasi debe existir al menos una estilista desviada
social y rebelde que haya decidido trabajar”. Mi esposo suspiró resignado y me
propuso mantenerme atenta a la derecha y él a la izquierda a ver si dábamos con
la anarquista de la belleza.
-¿Pero yo cómo voy a saber si
un local es o no un salón de belleza si no tienen letreros? Pregunté.
–Porque tienen los cristales
cubiertos para que las mujeres puedan ver desde el interior sin ser vistas
desde afuera. Contestó él.
-¿Y si no tienen letreros,
ni podemos ver el interior cómo sabremos si alguno está abierto o no? Pregunté
bastante confusa.
–Pues tocará coincidir con
la salida o entrada de alguna cliente. Contestó.
¡Vaya! Supongo que ese día las
clientes entraron y salieron todas juntas o la “desviada social y anarquista de
la belleza” abrió el local justo cuando nuestro auto pasaba de largo. De seguro
fue eso.
Hace unos días mi esposo llegó
a casa y me dice que ha visto un salón abierto por el área del malecón, frente
al faro, justo a la salida del mercado. El mismo local que hace meses cuando
compré la máscara de la mujer del desierto le comenté que tenía pinta de salón
de belleza clandestino. -¡Mañana vamos! Le dije.
Al día siguiente, a punto de
salir de la casa en dirección al salón:
-¿Si no puedes entrar
conmigo al salón y ninguna de las mujeres habla árabe, cómo le explico a la
estilista lo que quiero? Pregunté.
–Tendremos que esperar a que
una de mis hermanas pueda acompañarte. Contestó Marido.
-¡Anda! Yo te dicto lo que
quiero y tú me haces una notita en árabe, porque de aquí a que una de tus
hermanas pueda acompañarme los salones estarán llenos y yo detesto hacer turno.
Le propuse.
-¡Taman! Contestó Marido. [“Taman” significa “está bien” en
idioma turco. Es una palabra que muchos árabes han incorporado a su vocabulario.]
Una vez en el lugar:
Caminé hasta la puerta
volteándome constantemente, mirando a mi esposo que desde el auto me hacia señas
de que continuara hacia adelante. Me paré en el escalón de la entrada y volví a
mirarlo.
-¡Toca el timbre! Y pregunta
a qué hora estarás lista para venir a buscarte. Me dice.
-¿Pero si no hablan inglés cómo
les voy a preguntar eso? ¡Bájate! Ven conmigo.
-¡Que no se puede Aziza! Son
todas mujeres, entra y pregunta…
Antes de que decidiera ser
valiente y tocar el timbre se entreabrió la puerta. Era una anciana cubierta en
un “hijab” y “abaya” negra como de costumbre, de tez oscura, dentadura grande y
ojos brillantes. Dijo algo en árabe y yo volví a voltearme buscando la mirada
de mi esposo.
-¡Entra! Yo te llamo, dijo
mi esposo y se fue.
Yo veía la guagüita Volvo
color roja alejándose levantando el polvo, perdiéndose al doblar la esquina y
me sentí como una niña chica cuando la dejan en la escuela el primer día de
clases en Kindergarten.
-¿Salón? Pregunté mientras
hacia la mímica de la tijera cortando pelos con mis dedos y la anciana asentía
con la cabeza invitándome a pasar.
- ¡As Salam Aleikum! Dije
cuando me enfrenté al mujerío de empleadas y clientas. Todas me miraron y como
quienes contestan las letanías de un rosario contestaron al unísono; ¡Wa
Aleikum Salam!
Antes de que pudiese decir
algún disparate la anciana me señaló una empleada que descansaba sentada en la
silla de corte y la llamó por el nombre de Karima. Entonces Karima sonrió
mostrando todos sus dientes e invitándome a sentar frente al gran espejo de
pared completa donde podía ver reflejado el rostro de todas las presentes a mi
espalda.
Le pregunté a Karima si
hablaba inglés, contestó que sólo árabe y francés. Para entonces teníamos sobre
nosotras las miradas fijas de todas las presentes, creo que hasta le bajaron el
volumen al televisor de pantalla plana de “mil pulgadas” que seguramente
estaría transmitiendo alguna serie turca o siria; aquí son muy populares y las
ven hasta los hombres.
Ella me preguntó en árabe si
yo hablaba francés, le contesté en inglés que sólo español e inglés, entonces entregué
la nota que Marido me había escrito. Karima la tomó en sus manos, la leyó, asintió con la cabeza y sonrió señalando el “Shukran”
y el “Ramadan Kareem” que yo había agregado junto a una carita alegre al final
de las líneas en árabe escritas por mi esposo. Lo de las caritas, es una costumbre
aprendida de mi madre que siempre dibuja caritas alegres al final de las notas que
nos deja a mis hermanas, a mi papá o a mí.
Llegado este momento de la
historia ya no les voy a andar aclarando en qué idioma nos hablamos porque todo
fluyó entre árabe, inglés, español, francés y hasta italiano, idiomas que
ninguna de las presentes hablábamos en común pero aun así logramos
comunicarnos.
-¿De dónde eres Karima?
¿Eres libia?
- Soy de Marruecos.
-¡Marruecos! ¡Que bien! Entonces
hablas español.
-En Marruecos algunos hablan
español, yo no. Sólo francés y árabe.
Desde que la anciana me
había señalado a Karima al momento de mi entrada, me percaté que era de raza
negra con su cabello alisado y aproximadamente una pulgada de crecimiento
rizado. Cosa que me alegró y me llenó de esperanza, pues sea mito o realidad
siempre he dicho que en cuestiones de cabello entre negras nos entendemos. Pues
peinar un cabello sedoso… ¡Cualquiera! Pero la raíz africana se trabaja a
fuerza de muñeca, puliendo y puliendo con el secador en la temperatura
correcta, ni más, ni menos calor.
¿Saben qué? No me equivoqué
porque Karima, mi nueva estilista marroquí aquí en Bengasi a pesar de mis más
de cuatro dedos de crecimiento rebelde consiguió domarme el cabello y al menos
durante tres días anduve paseándome por la casa dando pelo a cada paso y
modelándole a Marido. ¡Bien lucia! Como cuando se va a una casa de pelucas y se
prueba de todos los estilos, colores, texturas y largo. ¿Qué chica Pantene, ni
qué Sedal? Si no estás presentable, engánchate un buen postizo o una peluca,
pero que parezca natural, que no cree sospechas o al menos que confunda.
Mientras Karima me peinaba con
una maestría sinigual, o sea, sin quemarme con el secador o tratar de
desnucarme mientras pulía, a través del espejo observaba a una niña que se
había apropiado de mi notita y la andaba mostrando a todas las empleadas y
clientes. ¡Tan chulita ella! [Sarcasmo]
Pero de inmediato mi
atención fue captada por la empleada del asiento contiguo; depilaba el rostro
de una mujer a puro hilo de coser. Recordé que así fui depilada el día de mi boda,
pero como había sido la persona sujeto no había tenido oportunidad de apreciar
la técnica. La chica se dio cuenta que yo estaba embelesada mirándola y me preguntó
si quería depilarme. ¡Baaden! Contesté. O sea, que “más tarde”, cuando me
terminaran el cabello. Con el hilo de coser depiló todo el rostro y el cuello
de la cliente, todo en movimientos rapidísimos, luego le untó lo que me pareció
un tónico con un agradable olor a hierbas.
Karima me preguntó si estaba
de vacaciones o vivía en Libia, si estaba casada, le contesté que vivía en
Libia y le mostré mi dedo con el aro de matrimonio. Me preguntó si con un
libio, le contesté que con un “falistini” (palestino). De repente siento el
aliento caliente de alguien que se ha aparado muy cerca de mí. Era la niña, que
había devuelto la nota al mostrador y se había quedado como chicle pegada a mí,
mirándome con ojos de novedad. Karima le llamó la atención, creo que le dijo
que se despegara que me dejara tranquila. La niña argumentaba y para justificar
su presencia y cercanía sostenía mi pelo, como asistiendo a la estilista. Se
sonreía conmigo y seguía hablando no sé qué cosa mientras Karima me miraba
sonriendo y zarandeando los ojos en señal de fastidio y resignación. La niña
era de tez clara, nariz perfilada, cabello corto, ondulado y negro. Hablaba
gesticulando, sonriendo, desbordada en simpatía.
Llegó una mujer joven bien
vestida, saludo a todos los presentes, a las empleadas con los respectivos
besos, definitivamente era una cliente asidua. Se despojó del “hijab” y su
“abaya”, se quitó sus gafas de sol tipo “diva hollywoodense” y se dirigió hacia
la chica encargada de las depilaciones. Karima le preguntó si hablaba inglés y
ella asintió con la cabeza, entonces le pidieron que tradujera. A través de
ella me preguntaron de todo y esta es la mejor parte de ese coloquio:
-¿Que de dónde eres?
-De Puerto Rico. Queda en el
Caribe, cerca de Cuba y…
-Yo sé dónde está Puerto
Rico; amo a Ricky Martin. Expresa emocionada la diva.
-¡Ja, ja! Todos aman a Ricky
Martin. Comenté de lo más divertida.
Fue el momento de aclarar
muchas dudas, yo también hice mis preguntas y le pedí que por favor le dijera a
Karima que era una excelente estilista, pues pocas personas conseguían un buen
resultado en mi cabello, sobre todo con tanto crecimiento sin alisar. Ella me ofreció
el tratamiento de Keratina, porque aquí en Libia no hay mujer de cabello rizado
que no la use, pero le repetí lo que ya había leído en la nota; “me estoy
dejando crecer mi cabello rizado, sólo quiero que me corten las puntas
quebradas”.
A la fanática de Ricky Martin
la depilaron con cera y aunque siempre le he temido a la depilación con cera (desde
un traumático encuentro cercano del tercer tipo en un “beauty” donde casi me despellejan)
noté que ésta era de color negro, mucho más líquida que la de color amarillo que
he visto usar en Puerto Rico y la chica depilada en toda la cara, cuello y
pecho lucia de lo más relajada, sin atisbo de dolor o incomodidad alguna.
La depiladora me preguntó si
quería intentar la cera en lugar del hilo de coser y después de que se me garantizó
que no dolería dispuse la cara y el cuello. Antes de sentarme me preguntó
¿Flus? Y yo que le pregunto a ella, ¿Shu? [¿Qué?] Y
la diva fanática de Ricky se ríe y me dice; ¿Qué dónde está tu dinero?
¡Vaya elegancia! Desde el
principio la depiladora me pareció un tanto ruda, aunque no necesariamente antipática.
Aún así se notaba un abismo entre las maneras de Karima y ella. También me depiló
las cejas y ¿adivinen quién me sostenía el cabello y no paraba de parlotear,
mientras la depiladora zarandeaba los ojos? La niña.
La cera fue todo un éxito,
suavecita, en ningún momento sentí dolor o ardor. Cubrió toda la cara, el
cuello a la redonda y como dije, las cejas, pero a pinzas y tijerillas. Pagué $30.00
LD por el cabello y $22.00 LD por la depilación más $5.00LD que le di a Karima
como propina, para un total de $57.00 LD Mi esposo dice que me timaron por ser
extranjera, pero debo investigar la fluctuación de precios de esos servicios en
algún otro salón de barrio, porque para mi esposo cualquier cantidad es un
timo.
-¿Maia? [Agua] Me preguntó
la niña ofreciéndome llevarme a los lavabos para lavarme la cara, acepté y de
inmediato me tomó del brazo. Me buscó una toalla limpia y la noté emocionada.
Me dijo que ella tampoco era libia, que sus padres eran palestinos del Líbano y
que la habían traído a los siete años. Le pregunté si no le enseñaban inglés en
la escuela y me dijo que estaba de vacaciones de verano. De regreso a la salita
de espera volvió a tomarme del brazo, no dejaba de mirarme, me acariciaba el
cabello y la cara. Yo sonreía.
Entonces se acercó una
jovencita que aunque atenta a mis movimientos y con evidente curiosidad se había
mantenido distante. Me preguntó mi edad y
la conversación se nos complicó un poco, así que saqué mi libreta y un bolígrafo, siempre los llevo
en la cartera pues mis dibujos me han sacado de apuros cuando ni las mímicas alcanzan.
Les escribí el número 41 para comunicarles mi edad, la niña me dijo que tenía 13 años y la joven
16; me preguntaron qué cuántas hermanos tenía, les dije que dos hermanas y también
contesté sobre sus respectivas edades. También querían saber si tengo hijos, si
me gustaba Libia, el significado de mi verdadero nombre, y mi nombre árabe. La
niña me escribió su nombre en letras árabes, pero realmente no lo recuerdo, era
poco común y complicado de pronunciar.
Una cliente me preguntó si tenía
auto o mi esposo estaba afuera esperándome. Le dije que me iría a recoger. Me explicó
que durante el Ramadán el salón abría a las 11:00 a.m. pero cerraba a las
3:30pm para luego abrir de 10:00 p.m. hasta la madrugada. Que en cinco minutos cerrarían.
Llamé varias veces a mi esposo pero mi celular tenía poca cobertura. La clienta
que había llegado hacía apenas unos minutos me preguntó de dónde era, le contesté
que de Puerto Rico y ella sonrió como lo haría cualquier persona que no sepa quién
es Ricky Martin. Salió del salón y vi que todas las empleadas se colocaban sus “hijabs”
y “abayas” para disponerse a salir.
La niña me pedía que llamara
a mi esposo nuevamente y se pasaba el dedo índice de su mano derecha de un lado
a otro del cuello indicándome que iban a cerrar. En un tercer intento logré
comunicarme y mi esposo me indicó que estaba en casa de la familia Shehabi en
el centro de la ciudad, pero que se despediría de inmediato para dirigirse al área
del malecón y recogerme. Le explico que van a cerrar y que lo tendré que
esperar afuera. Entonces con una voz firme y tajante me dice que lo espere
adentro. Colgó cuando yo trataba de explicarle que no tenía opción y le envié
un mensaje de texto diciéndole que iban a cerrar pero que yo lo esperaba justo
en frente.
Me coloqué el “hijab”, me despedí
y salí del local. Me paré justo a un
costado de la entrada y minutos más tarde la niña abre la puerta, asoma la
cabeza, mira para todas partes se voltea hacia el interior y escandalizada le
dice algo a todas las empleadas que ya estaban listas para salir. Una de ellas,
algo alterada, al parecer le ordena que me lleve de regreso al interior. La niña
me toma del brazo me sienta y al verme confundida trata de explicarme algo,
pero no pude entenderla. Por las caras de las demás, comprendí que no se irían hasta
que mi esposo llegara a buscarme.
Estaban impacientes y yo un
poco avergonzada, pues me imagino que todas querían poder irse a sus casas,
tienen familia y supongo debían comenzar a preparar el “Iftar” [comida con la que se rompe el ayuno al
anochecer durante el mes del Ramadán]. La niña seguía hablando, sobándome
y sonriendo, no paraba y de repente vi el auto de mi esposo llegar. Me volví a
despedir pero esta vez agregué un “¡Ramadan Kareem!” y yo creo que a ellas le pareció
que lo dije por lo penosa de la situación porque les causo gracia, a las más
impaciente se les relajaron los rostros y Karima contestó ¡Ramadan Mubarak
Aziza!
Me monté en el auto y mi
esposo con voz de trueno y con cara de enfado me dijo; “Nunca más vuelvas a
salirte del lugar donde te dejo y pararte así en la calle. Nunca más”.
Sorprendida le pregunté por qué, pero no contestó. Estaba colorado, serio, con
la mirada fija en la carretera. Seguí preguntando por qué, quería una explicación
para entender su enfado. Me dijo que a ese salón no volvía, porque había sido
una falta de respeto imperdonable el mandarme a esperar a la calle. Que cuando
una de sus hermanas trabajaba en un salón, muchas veces él la esperaba hasta
una hora porque al momento de cerrar aún habían clientas esperando por sus
esposos.
Seguí preguntando porque aún
no entendía el porqué del enfado tan grande. Entonces ya un poco más calmado me
explicó que en las áreas del centro y del malecón las mujeres paradas en las
esquinas suelen dedicarse a la prostitución, que las mujeres caminan para
desplazarse de un lugar a otro, pero jamás se paran y mucho menos en actitud de
espera, que se pudo haber acercado un hombre o varios y montarme en un auto,
que al ser extranjera pude haber sido raptada, violada y no sé cuánto más. Aunque
seguía impresionada, comprendí su molestia, su preocupación.
Cómo a las 8:00 p.m. cuando
nos sentamos a cenar entonces me volvió a dirigir la palabra y piropearme el
cabello, aunque me repitió que por favor nunca volviese a hacer una cosa así
porque cuando había leído el texto donde le decía que lo esperaba en la calle manejó
con el corazón en la boca. Yo le aclaré que lo comprendía pero que no había sido
culpa mía, que había sido un mal entendido.
Ayer, le pregunté a una de
mis cuñadas si lo ocurrido era tan grave y ella puso cara de; “Aziza nunca
vuelvas a hacer eso”. Mi esposo le tradujo el cuento entero y ella concluyó; ¡Nunca
más vuelvas a ese salón! Es imperdonable lo que hicieron.
Demás está decir que yo
difiero, entiendo que estas mujeres fueron muy amables y atentas y que lo ocurrido
se debió a un simple mal entendido producto de las limitaciones idiomáticas. Creo
que ellas pensaron que cuando hablé con mi esposo por teléfono era porque él
estaba afuera esperándome y que cuando la niña se percató de que no habían
autos en frente y yo aún esperaba afuera les informó a las otras y por eso la reacción
alterada y la orden de que me llevase de vuelta al interior del local. Habrá
que ver si Marido se olvida de lo ocurrido y me atiendo nuevamente con Karima
que repito, es una excelente estilista domando cabellos rebeldes como el mío. De
hecho, anoche volvimos a tocar el tema y me comentó que seguramente la niña de
13 años, la palestina del Líbano trabaja allí haciendo la limpieza, que en una próxima
ocasión, si es que la hubiese, le diera alguna propina. O sea, que ya se le está
pasando el “yeyo”, como decimos en Puerto Rico.
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Te felicito por tu decision de vivir en la tierra de tu esposo. Y como vas adaptandote, para mi seria muy dificil bregar con algunas limitaciones. El amor todo lo puede. Feliz Ramadam.
ResponderEliminarPues hay veces que se me complica, porque me doy cuenta que mucho, mucho gira en torno al "qué dirán" y yo nunca he ido con eso. Pero.... el amor, el amor, el amor. Además no todo es tan fuerte, muchas otras cosas son agradable y lo disfruto, también se aprende, se crece. ¡Gracias por tu lectura y participación de siempre Fabulosa!
EliminarExcelente relato! En ni primer viaje a Marruecos, cuando dije a alguien que era de Puerto Rico,,,- y me preparaba para una larga explicacion, pues casi nadie sabia de Puerto Rico - la chica me sorprendio al completar la frase con un exitado : "la tierra de Ricky Martin! "
ResponderEliminarA mí nunca me había sucedido, pero según he escuchado le sucede a muchos puertorriqueños. Me dio muchísima gracia.
EliminarMe encantó, como todos... Jijijiji....
ResponderEliminarEsa duda la tenia, por eso cuando dijiste q harias un relato de un "beauty" no me lo podia perder, por el mismo motivo... "sabran domar estos pelos"?
Soy de las q cuando encuentro quien me arregle el pelo me deje como Pocahontas y no me queme (lo mas importante).... No la cambio ni loca, por eso entiendo q quieras volver con Karima. Cuidate! :)
Como dije Wilne, "Si es cuestión de pelos, entre negras nos entendemos". ¡Claro que vuelvo con Karima! Jijijiji
EliminarExcelente me transportas e imagine todo el salon d belleza incluyendo la nena y la d los hilos.jajaja..52 dolares no esta mal.Lucir bella cuesta
ResponderEliminarEs lo que digo, pero a la mayoría de los hombres le cuesta un poco entender eso. Lol
EliminarMe encantó!!! Entiendo la preocupación de tu esposo y comprendo tu lucha por hacerte entender... pero dentro de todo es divertido y no se a ti... pero para mi ese preocuparse por una me encanta.... Ojalá puedas volver con Karima!!!!
ResponderEliminarYa me imagino el nuevo título: Beauty Parlor: The Aziza's Come Back. Lol
EliminarMe transporte con tu relato y me encanto como siempre, ya veras como te vuelves a atender con Karima, el or logra muchas cosa y ustedes se aman, cuidate
ResponderEliminarMyrna, como le escribi a Adah... Ya me imagino el nuevo título: Beauty Parlor: The Aziza's Come Back. Lol
EliminarFelicitaciones. Tus relatos son tan interesantes.
ResponderEliminarGracias por leerme y comentar Iris!
EliminarPrima muy bueno tus relatos no puedo parar de sonreírme y leer que paso pensé que el.enfado era por las caritas. Y lo de Ricky Martin nunca falla tu dices puerto rico Ricky Martin y caen como tachuelas en el mapa
ResponderEliminar"Como tachuelas en el mapa" Jaja ¡Un abrazote David!
ResponderEliminarExcelente relato!! Atraves de tus experiencias todos aprendemos mucho y nos concientizamos de las cosas que ocurren a nuestro alrededor. Gracias de verdad.
ResponderEliminarIntenta lo de la libretita... ¡Funciona! Jiji
EliminarMe encanta tu blog. Me recuerda a mi en varias cosas, pues aunque vivo en EU, no hablo ingles y tengo que andar con "Marido" para que me traduzca. Leerte es transportarse al lugar. Excelente.
ResponderEliminarMe encantó tu relato. Debes considerar escribir un libro. Dios los cuide mucho.
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