jueves, 25 de septiembre de 2014

Estamos bien pero, ¿y la basura qué?






4to. Día: Desde anoche deje de sentirme como Macaulay Culkin en Home Alone; ya extraño mucho a Marido. Especialmente al momento de comer  o ver televisión en las noches. Me llama cada día, en las tardes, sabemos que estamos bien pero no es suficiente. Sé que le preocupa que es la primera vez que se va al desierto y yo quedo distante del círculo familiar, mientras que de mi parte es la preocupación de siempre, sobre la inseguridad y violencia que se vive en el país y de cómo eso suele afectar las instalaciones de petróleo y gas en el desierto. Esperemos que estos días se hagan cortos, mi esposo esté seguro concentrado en su trabajo y yo pueda mantenerme aquí con la mente ocupada.

Ayer se comunicaron Farej y su esposa Reem, los sirios. Querían saber si necesitaba algo y recordarme que Hani los había encargado en caso de que sucediera o yo necesitara cualquier cosa. En la noche Husán y mi cuñada Fatin también se comunicaron por los mismos motivos. Hasta ahora no necesito nada, todo marcha bien, pero mi única preocupación es el asunto de la basura. Cuando vivía en la casa familiar yo colocaba la bolsa de basura en el descanso de la escalera y una de las hermanas solteras de mi esposo, la que se encarga de todo lo relacionado al jardín subía sigilosamente y disponía de la misma quemándola en el exterior de la casa. Es la manera en la que se manejan los desperdicios aquí en Bengasi, pues desde la revolución el recogido de basura y todo lo relacionado con sanidad pública, mantenimiento y ornato han quedado un tanto a la deriva. Cuando los trabajadores de sanidad no reciben sus sueldos en el periodo de dos o tres meses se van al paro, o sea de huelga, como corresponde. Entonces quienes no viven en áreas rurales con posibilidad de hacer hogueras para manejar los desperdicios, se ven obligados a improvisar vertederos en las avenidas principales o en terrenos baldíos circundantes a los barrios o en dirección a las afueras de la cuidad.

Cuando le pregunté a mi esposo cómo hacer con el asunto de la basura se llevó las manos a la cabeza. Me dijo que le pediría a Fatin y a Husán que viniesen cada dos días a recogerla, pero le pedí que no lo hiciera, pues ellos viven en el mismo barrio que el resto de la familia, a unos veinte o treinta minutos en las afueras de Bengasi y además ella está embarazada en condición de alto riesgo; tienen dos niñas hermosas e inteligentes, pero andan buscando el varón y los últimos tres intentos se han malogrado. ¡Dios sabe más! Esperemos que esta vez podamos celebrar la llegada de un nuevo sobrino.  

En fin, que la orden de mi esposo fue no salir sola y no abrir la puerta o hablar con nadie que no sea parte de la familia o los amigos más cercanos como Farej y su esposa y cualquier miembro de la familia Shehabi. Decidimos que colocaría la basura en bolsas dobles y evitando líquidos dentro de ellas, en el balconcito que da al “mini salón”. Si me visita alguien de los autorizados aprovecho y como un asunto casual le pido que se lleven las bolsas, lo contrario es esperar a que mi esposo regrese.

He pensado en la posibilidad de cubrirme bien y caminar hasta la avenida que esta apenas doblando la esquina, como hace mi esposo cada noche; sólo a dejar la basura y regresarme sin hablar o mirar a nadie, lo haría de día, pero me preocupa que algo imprevisto suceda, las cosas se salgan de mi control y suceda algún infortunio. Además mi esposo es amoroso, pero como todo ser humano cuando se enoja con razón, hay que dejarle el canto. Así que ni lo intento. Siempre le reclamo a mi esposo, “Mira, hay mujeres solas en las tiendas, caminando por la calle” y me dice, “Claro, mujeres mayores, vestidas con niqab y que no son extranjeras. Cualquier cosa que pase tienen un esposo libio y el respaldo y protección de toda una familia libia”. Después de escuchar eso recapacito, no estoy aquí para cambiar la idiosincrasia libia, nuestra estadía aquí es temporal, y mi esposo, que tampoco es libio, siempre prioriza la seguridad y tiene razón. Aun así me he imaginado saliendo de tiendas sola vestida en “niqab”, sin hablar y mirando sin ser vista tras las telas oscuras, así como me miraba la “Munacabat” del autobús en el aeropuerto de Estambul. Pero tranquilos, sólo sucede en mi imaginación, no voy a salir sola y mucho menos en ausencia de mi esposo.

Aquí les comparto fotos que lastimosamente evidencian la ausencia de conciencia ambiental de los habitantes de Bengasi, siendo este en mi opinión, uno de los problemas más grandes que enfrenta esta ciudad después del asunto de seguridad y violencia.  


Avenidas principales de la ciudad de Bengasi a 3 semanas de la huelga de los empleados de sanidad.

 
Complejo Juliana y alrededores de la ciudad de Bengasi.

 * Daritza Rodríguez-Arroyo, Todos los derechos reservados de autor / copyright©.

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1 comentario:

  1. Muy buenos e interesantes tus relatos. Pero yo no podria vivir en Bengasi, estaria con los pelos de punta todo el dia. Cuidate mucho.

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