jueves, 18 de septiembre de 2014

Encuentro cercano del tercer tipo



 Introducción:
En el campo de la “ufología, ovnilogía y ciencia ficción” se utiliza la terminología “encuentros cercanos” y su sistema de clasificación numeral  para describir un evento en el cual una persona es testigo de la presencia de un objeto volador no identificado (OVNI) y, en ocasiones, de sus hipotéticos ocupantes.
Esta terminología y el sistema de clasificación que subyace en ella (primer, segundo y tercer tipo) fueron inventados por el astrónomo y ufólogo estadounidense Josef Allen Hynek (1910-86). Según Hynek un “encuentro cercano del tercer tipo” corresponde a la observación de un OVNI junto a entidades biológicas, llamadas originalmente seres animados.


Referencia: http://es.wikipedia.org/wiki/Wikipedia:Portada Nota: La mayoría de la información consultada en Internet son fragmentos de la información disponible en “Wikipedia: la enciclopedia de contenido libre que todos pueden editar.” Por tanto la veracidad de la misma debe ser verificada por quienes estén interesados en el tema de los “Encuentros cercanos” y su sistema de clasificación.
 
 
 

A pocos días de mudados y aún con la mayoría de nuestra ropa en maletas me di cuenta que ya era hora de lavar las piezas que habíamos estado usando con mayor frecuencia. Ni corta, ni perezosa elegí la indumentaria perfecta para trajinar en casa (pensando como mujer occidental); unos pantalones tipo “leggings” y una blusita a mitad de muslo.


-¿Pa’ dónde va?

Así hubiese sonado mi esposo si fuese boricua.


-Pues al balcón, a tender la ropa. ¿No ves?
Contesté de lo más campante con el canasto de ropa mojada en mano.
-¡Por Allah, Aziza! ¡No me pongas en vergüenza! Exclamó mi esposo mientras levantaba y agitaba las manos al cielo a nivel de sus orejas; justo como lo hacía mi suegra cuando subía a visitarme y yo le abría la puerta en traje o pantalón corto, sin mangas y con el tatuaje del “Yin Yang” que llevo en mi espalda al descubierto. YA ALLAH, AZIZA!!! YA ALLAH!!!
El “sermón de la montaña” se quedó corto en comparación a la explicación de porqué debía cubrirme para abrir la puerta y salir al balcón a tender la ropa. Antes, cuando vivíamos en el segundo piso de la casa de la familia de mi esposo, tendía la ropa en una habitación amplia bien ventilada, aun así resentíamos el no poder tender nuestra ropa al sol, por reglas del padre de mi esposo y sus hermanas solteras, que ahora mismo no vienen al caso. El asunto es que aquí se entiende que la forma natural e incluso sana de secar la ropa es tendiéndola al sol y exponiéndola al aire fresco.
En el barrio donde vivíamos, las mujeres lavan y secan ropa en las azoteas de casas que por lo regular son de dos, tres y cuatro pisos (dependiendo lo numerosa que sea la familia) y aunque se cubren para evitar que algún hombre las observe desde alguna otra azotea, la realidad es que en lo alto se sienten mucho más relajadas. Si se tiene un patio cómodo y bien amurallado también se puede faenar con libertad, aunque siempre se colocan un pañuelito bobo, así como este que les muestro aquí.
El asunto es que ya no vivimos en el barrio a las afueras de la ciudad donde cada casa tiene su terreno con altas murallas  y se pueden realizar las tareas domésticas en total privacidad. Actualmente vivimos en un apartamento de un edificio antiguo (como todos en esta ciudad) en un barrio que queda en pleno centro de Bengasi. Ahora debo tender la ropa como lo hace cualquier mujer en los barrios populares, en un balcón y a la vista de todos. Y cuando digo “a la vista de todos”, me refiero de todos los hombres que se encuentren caminando por la calle, los dependientes de cuanta tienda te quede en frente (siempre están parados o sentados en la entrada hablando por celular o tomando té con los amigos en espera de que lleguen los clientes) y específicamente, de cuanto hombre viva en los apartamentos de los edificios de enfrente, que “casualmente” saldrán a fumar o a tomar el té a su balcón o más discretamente observaran tras la cortina de alguna ventana  o puerta, contando con el conveniente  resguardo que ofrecen las celosías, cuando de “ver sin ser vistos” se trata.
En fin, que aquí en Libia por regla social no escrita la mujer se cubre hasta para asomarse a la ventana y que salir al balcón en “leggins” a tender ropa sería el equivalente a un “striptease” público y tomando en cuenta mi “voluptuosidad boricua” (recuerdan aquello de “Voluptuosamente Voluptuosa”) pues definitivamente; Haram! Haram! Así exclaman los musulmanes árabes cuando desean expresar que algo es indebido, prohibido, maléfico y también es sinónimo de pecado.
Entendí que no era el momento para sublevaciones feministas, ni para poner a mi esposo en vergüenza. Así que me atavié con el ajuar de lavandera libia y salí al balcón. Fue la primera vez que abrí la puerta de madera a dos hojas que divide nuestra habitación del pequeño balcón que da a la calle. En el interior siempre tenemos la unidad de aire encendida y como en el resto de los hogares libios, vivimos a puertas y ventanas cerradas con el mínimo de luz que se filtra por las celosías. Los ruidos que hasta entonces se escuchaban lejanos, como si perteneciesen a una vida paralela en otra dimensión, de repente eran vibraciones que se daban en la misma frecuencia de mis palpitaciones. Escuchaba en alta fidelidad (hi-fi) los golpes del martillo contra el yunque que puntualmente nos despiertan a eso de las 8:00 a.m., desde el taller que está en el primer piso del edificio (esto en sustitución de los gallos que se escuchaban en Al-Kwayfiya). Las voces masculinas que amenizan el día a día, desde las dos tiendas de ropa que ubican en el primer piso de los edificios de enfrente ahora tienen rostros. Los miro de reojo, porque como cualquier mujer u hombre de respeto según las normas sociales aquí, al salir o entrar junto a mi esposo suelo bajar la vista o extraviarla para evitar contacto visual con cualquier persona extraña de sexo opuesto; esto último lo describo como el arte de pretender que se ve sin mirar.
Las estridentes alarmas de los autos estacionados unos sobre otros también tienen su intervención en este concierto urbano. Se activan cada vez que pasa un auto con música a todo volumen y los cristales vibrando a punto de estallar o tocando bocina, porque como dice mi esposo en tono sarcástico; “han de estarlo esperando para una importante reunión en la ONU que sin él no puede empezar”. La otra razón para que se activen las alarmas no es precisamente el intento de hurto del vehículo, pues lo común es que algún residente dispare su AK47 porque está contento o alguien muy querido se casa. Esa era la banda sonora de la escena citadina de la que en ese momento era parte.
Mi corazón palpitaba más fuerte, lo escuchaba acelerado, haciéndole coro a la porfía constante entre el martillo y el yunque. “No lo puedo creer, estoy tensa”, me dije a mí misma. Me costó aceptarlo y aún no salgo de mi sorpresa, pero lo confieso, estaba nerviosa. Apenas comencé a abrir el tendedero un hombre salió al balcón a fumar, justo en el edificio de enfrente. Al cabo de unos minutos contaba con un reducido pero insistente público masculino que pretendía el viejo truco de la casualidad si en algún momento se daba un cruce de miradas. Me sentía como atracción de acuario, como participante en “La Casa de Cristal”. Estaba tan nerviosa que ni siquiera pude abrir el tendedero, y mi esposo, que hasta entonces había estado observándome desde el interior de la habitación fingiendo que estaba absorto en algún programa de televisión cuando en realidad se lo comía la incomodidad y la inquietud; saltó a mi auxilio. Cuando la insólita audiencia vio que “un esposo” entró a escena, sus ojos transgresores agitaron alas, presurosos buscando otro lugar donde posarse.
Una vez el tendedero quedó instalado, Mi esposo se regresó al interior y yo clavé la vista en la ropa que estaba tendiendo con el temor de que se saltara algún sostén o pantaleta que despertase el interés de algún libidinoso vecino. Así fue mi primera vez tendiendo ropa en un balcón de un barrio popular de Bengasi. ¿Comprenden la analogía con un encuentro cercano del tercer tipo? Bueno pues ahora pendientes a la segunda parte de este relato, experiencia que he catalogado de “encuentro cercano del cuarto tipo” pero con clasificación “G”, o sea, el secuestro. Esa es la que está para soda y "pop corn".
Nota: “Encuentro cercano del tercer tipo” es el primer relato de una serie de dos titulada “Encuentros Cercanos” de la cual el segundo relato se titula, “Encuentro cercano del cuarto tipo: Clasificación “G”. Esta segunda parte estará disponible pronto. ¡Pendientes!


 



 * Daritza Rodríguez-Arroyo, Todos los derechos reservados de autor / copyright©. 

*Un blog se alimenta de los comentarios de sus lectores, no dejes de compartir el tuyo*
                                                               ¡Shukran!

Búscame en Facebook: https://www.facebook.com/losrelatosdeaziza
  
 
 
 
 

 

 

10 comentarios:

  1. Te admiro porque yo no se si podria con tamaña situacion aunque todo es cuestion de querer adaptarse. Pero ya me vi yo diciendole a los mirones que @#%?!! miran? Jaja. Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. OMGggggg...no, no, noooo si hasta a mi me dio estrés!!!!!....Siendo yo, desee volver a vivir donde antes, aunque la suegra infartara cada vez q le abriera la puerta y estuviera con mis comodas "galas" de estar en la casa....!!!!!

    ResponderEliminar
  3. Hola!
    Como siempre, me encanta leerte. Local por leer la segunda parteeeeee plizzzz.

    ResponderEliminar
  4. Santo, pero que es lo de esos hombres tan libidosos!! que dificil estar en esa situacion y que de momento por la prisa tiendas un panty o brassier!!, se volveran locos. jajaja

    ResponderEliminar
  5. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  6. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  7. Siempre es grato leer sus artículos. Saludos y éxito en sus escritos.

    ResponderEliminar
  8. Jaja,, siempre es interesante y divertido releer tu blog

    ResponderEliminar
  9. Jaja,, siempre es interesante y divertido releer tu blog

    ResponderEliminar