miércoles, 5 de agosto de 2015

De ultimátum: Las adolescentes no son permitidas




 
Ciertamente he esperado demasiado para ponerlos al día sobre varios incidentes comunales, sin embargo he decidido que no será hasta la segunda parte de este relato en que se enteraran de los "chismes de aporte cultural", pues mientras he estado escribiendo le he dado prioridad a temas muy serios y preocupantes que me inquietan y que de alguna manera utilizo esta publicación para denunciarlos. Son todas situaciones injustas, discriminatorias y simplemente inaceptables que aunque por estos lados muchos no estén de acuerdo, me parece que como sociedad no hacen lo suficiente para cambiarlo, aunque comprendo que los extranjeros estamos en desventaja a la hora de ser agentes de cambios y el mínimo intento puede costar la vida.

Ya saben que el edificio donde vivimos desde principio de año –ya unos ocho meses- le pertenece a un ciudadano libio que como el resto, prefiere inquilinos extranjeros. Aunque creo que nunca les he dicho la razón de su preferencia, pero ahora les cuento.

Desde que el país vive en anarquía total, sin ley ni orden, no hay manera de hacer cumplir los contratos y en el caso de los libios –sociedad que está compuesta por clanes- una rencilla de este tipo puede terminar en un enfrentamiento armado entre tribus con el desgraciado saldo de varias familias muertas.

Así que los libios le alquilan a extranjeros y los pocos extranjeros con propiedades le alquilan a los de su misma nacionalidad, porque entre ellos se entienden y se resuelven, no sea que terminen como el caso de un conocido palestino que por necesidad le alquiló a una familia libia pidiéndoles tres meses de renta por adelantado, como es la costumbre y al cabo del tiempo establecido la familia libia dejó de pagar el alquiler y ante los justos reclamos del propietario extranjero, el inquilino libio le dijo que no tenía dinero para cumplir con el alquiler de la propiedad porque como familia tenían otras prioridades.

El palestino le preguntó que entonces para cuándo abandonarían la casa y el libio contestó de lo más campechano que abandonaría la propiedad “cuando Gaddafi regresara de su tumba”, que Libia era un país libre y le pertenecía al pueblo libio, que además era inaceptable que un nacional tuviese que pagar alquiler a un extranjero, que los recursos del país estaban para el disfrute de los libios y que en todo caso el que tenía derecho sobre la propiedad era él, pues si un extranjero compró o construyó, lo hizo gracias al dinero que Libia le da oportunidad de generar a través de las oportunidades de trabajo que su propio país le ha negado. Esto mis queridos lectores, son tertulias nocturnas de hombres, té y “Malboro” en el jardín de mis cuñadas a temperaturas sobre los 90 grados, mientras se observan proyectiles pintados de rojo surcando los cielos de Bengasi como si fueran cometas.

 

¿Cómo les quedó el ojo? Bueno, pues así las cosas en este convulso pedazo de mundo, continúo… 

 

Que por cierto, desde que el país es tierra de nadie no ha de extrañar que a punta de pistola te quiten el auto si se sabe que eres extranjero, puede sucederte en la calle o incluso estando en casa; simplemente te tocan a la puerta y cuando atiendes te llevas la sorpresa de que es un grupo de mozalbetes con pantalones a la cadera y hasta los sesos metidos en “hachís” y alcohol clandestino y te piden las llaves de tu carro porque están sin transportación. Y esto no son cuentos vecinales, lo vivimos en carne propia la noche que un joven libio nos tuvo de rehenes durante dos horas a todos en el edificio. Se llevó el auto del hijastro de mi vecina Haifa, el celular del esposo enfermo (ahora fallecido) y fue a punta de cuchillo, piso por piso, puerta por puerta preguntando si eran extranjeros y pidiendo dinero. Este incidente lo he mencionado varias veces, pero nunca escribí el relato.

 

Entonces, todo el vecindario sabe que en este edificio de esquina con la escuela y el campo de fútbol es de extranjeros y aunque vivimos sirios, palestinos, una puertorriqueña (ellos piensan que soy árabe) y desde hace poco una familia marroquí, insisten en llamarle “el edificio de los sirios”.

También he comentado muchísimo sobre el acoso por parte de los niños libios a los niños sirios, de cómo estos los apedrean, golpean e insultan cada vez que salen a botar la basura, comprar el pan y el agua. He mencionado que vandalizan los carros, la estructura y tienen el frente como si fuese el vertedero del vecindario. Otra situación insostenible era el escandalo diario desde tempranas horas hasta entrada la madrugada justo frente a nuestro edificio, peleándose, insultándose y durante Ramadán con un despliegue increíble de pirotecnia, todo esto mientras los niños sirios para evitar ataques permanecen encerrados en sus departamentos, prácticamente veinticuatro horas al día, los siete días de la semana porque desde que vivo aquí no los he visto asistir a la escuela. Me han comentado que por seguridad los padres decidieron no enviarlos a la escuela hasta que uno de los dos gobiernos que se pugnan el control del país decretara el inicio de clases de forma oficial.

 

Pues les cuento que un buen día apareció uno de los hijos del dueño del edificio, que hoy me enteré se llama Mustafá (¿Les recuerda algo?) y que tiene unos 24 años de edad. Al llegar fue un personaje misterioso salido de la nada, andando y desandando las escaleras en las calurosas noches, entre pisos de bombillas fundidas y otros de luces amarillas que cuelgan de un cable a merced de las ráfagas de viento caliente que se cuelan por los vidrios rotos de los descansos de las escaleras. Hasta que un día, “shufiando” por la ventana lo pude ver detenidamente. Le ordenaba a los niños libios que se largaran a hacer escandalo a otra parte pero que frente a su edificio no los quería ver más. Había recibido la queja del palestino que colecta la renta y para ser sincera todos nos alegramos de ver a los niños jugando, pero frente a sus edificios y no en el nuestro.  

Es un joven de estatura mediana, figura atlética, bigote y barba, que siempre anda en ropa deportiva. Marido me contó que se instaló en la covacha de la azotea y por cierto, precisamente hoy se dio a la tarea de limpiar el área que según cuentan era un depósito de chatarra, dato que pude corroborar cuando sin electricidad andaba yo “shufiando” nuevamente el acontecer diario del vecindario entre los huecos de la celosía del salón de visitas. Para que tengan una idea, vi que en el camión que vino a llevarse los escombros había desde lavadoras y estufas viejas hasta colchones y muebles que entre agua, sol y sereno han debido poblar nuestro techo, como mínimo, de quince a veinte años. ¿Sera que habilitará el área para quedarse a vivir?, pregunté a Marido, pero dice que la probabilidad mayor es que quiera alquilar el espacio.

 

Pero no sólo a librarnos de los “pequeños demonios” que atormentaban nuestros días amenazando con pegarles y hasta sodomizar a los niños sirios vino este hombre, pues la limpieza no se ha limitado a la basura en la azotea y ha dado varios ultimátums y aquí vamos…

 

-Prefiere que las familias grandes busquen vivienda en otra parte, sobre todo si tienen hijos adolescentes.

*Fatin, la siria del tercer piso tiene 4 hijos y dos son adolescentes. Abir, la siria del cuarto piso tiene a su cuñado con esposa e hijos de refugiados, además creo que desde hace dos semana Haifa intenta ocultar que hay toda una familia con ella, pero la delatan el reguero de zapatos e la entrada de su apartamento. Y es que aquí se puede llegar a saber cuántos miembros tiene una familia, su sexo, sus aproximadas edades y hasta si hay visita por los zapatos que dejan frente a la puerta al momento de descalzarse para entrar a la casa.

-Para lograr el punto anterior ha advertido que desde el próximo mes quienes estén pagando $600.00 LYD deberán pagar $800.00 LYD o abandonar el apartamento.

-Ha prohibido que los inquilinos den refugio a familiares o amigos que han quedado sin hogar tras la guerra. Pero en este punto debo aclarar que su padre no exigió renta a sus inquilinos durante seis meses en consideración a la crisis económica y el desempleo en que los extranjeros se vieron sumidos; recordemos que negocio es negocio.

-Según prohibió que los niños libios jugaran en nuestro frente, también ha prohibido que los niños sirios jueguen en las escaleras o en el pequeño vestíbulo del edificio.  

 

Pero, de lo que me he enterado hoy y que realmente me ha puesto furiosa ha sido el ultimátum dado a la familia marroquí que apenas hace unos tres meses vive el primer piso.

 

Yo les había mencionado que es una pareja de ancianos y que resultaron ser los padres de la marroquí que trabaja junto a una siria en un salón de belleza que ubica justo bajo el apartamento que ocupamos, pero que por alguna razón siempre esta vacío y me han comentado que no es muy recomendable.

Es el mismo salón al que fui hace unos tres días a que me cortaran el cabello porque está a pasos y con estas temperaturas salir a asarte voluntariamente en el vehículo no es precisamente un acto prudente. Por cierto, noté que el certificado que cuelga de la pared está escrito en francés, así que intuyo que aunque la que siempre trabaja es la siria, la dueña en realidad es la marroquí, el mismo tiene el nombre y la fecha agregados en tinta gastada de marcador azul, sin sello oficial de la institución que lo otorga o de la que acredita el título y sin marco o cristal protector, pero eso sí, tiene la foto de ella, supongo de cuando en algún momento fue de tez blanca antes de haberse tostado parejo bajo el sol de Libia, pero lo importante como dije, es que aparece su foto incorporada al documento, aunque sea por una grapa oxidada que le traspasa parte de la cara.

 

En fin, que los otros días Marido me cuenta que cuando venía entrando al edificio vio a un grupo de hombres jóvenes –como en sus veintitantos-  los que siempre están vacilando en la esquina, apedreando una guagua (camioneta) tipo “mini van” de las que se usan aquí como transportación privada, casi siempre al servicio de las mujeres. Vio que el chofer trataba de escapar a toda velocidad pero dice que no prestó mayor atención al asunto. Al entrar al edificio alcanzó a ver a una joven adolescente llorando toda desconsolada entrando al apartamento de los marroquíes mientras la señora conmocionada le preguntaba qué le pasaba. 

Nos enteramos que la joven es la más chica de las hijas de los marroquíes y que diariamente cuando viene el trasporte privado a buscarla para llevarla al instituto donde estudia, los maleantes, como saben que es extranjera, le gritan improperios y le lanzan piedras; bueno seamos gráficos, le gritan prostituta y un sinnúmero de insultos que le tienen a la joven y a la familia los nervios destrozados. El temor para hablar por lo claro, es que algún día la agredan física o sexualmente.

Hace unos días, aunque hasta entonces desconocía de su existencia, puede observarla cuando salió del edificio, muy prolija, toda cubierta como esta sociedad manda y con la mirada agachada. Así, muy seria abordó su transporte, por cierto, un vehículo en excelentes condiciones, con acondicionador de aire y cristales ahumados para dificultar la visibilidad exterior.

El caso es que  aparentemente la familia ha consultado la situación con el casero, y éste ha decidido que para evitar desgracias la familia marroquí debe abandonar el apartamento a finales de este mes y que no permitirá más familias con hijas adolescentes porque éstas son un problema.

Cuando Marido me contó esto tuve que dejar de lavar los platos y le cuestioné por qué ese hombre toma una decisión tan injusta para con una familia decente, que nunca ha dado problemas, que seguramente no encontraran vivienda tan fácilmente porque desde la guerra están escasas además de carísimas y a quienes se les está penalizando por tener una hija adolescente.

 

Marido me dice que aparentemente es más fácil sacarlos a ellos, a la familia, antes de enfrentarse al grupo de jóvenes libios. Una cosa es patear a los niños que alborotaban frente a nuestro edificio, otra muy distinta es enfrentarse a sus iguales en edad y nacionalidad.

Le digo que lo más coraje que me da es que en esta sociedad en actos como estos se penaliza a la mujer. Que en este caso ella es la víctima y ellos son sus agresores. Entonces me comenta que por eso a las mujeres aquí en Libia, se les limita la exposición pública a solas sin la compañía de un hombre de su familia, sobre todo si son extranjeras, porque a diferencia de otros países reconoce que esta sociedad está un tanto enferma y es injusta, pues de suceder una desgracia la mujer será vista como culpable cuando realmente es una víctima y que lamentablemente en estos casos los aspectos socioculturales pesan más que los religiosos, pues muy pocas o ninguna mujer o su familia denunciará el incidente ante las autoridades o públicamente por miedo al rechazo social y a que ésta habiendo sido “deshonrada” nunca pueda contraer matrimonio.

Me cuenta que antes la misma familia la mataba para así limpiar la imagen de la familia y salvar el honor ante la sociedad, que aunque ya no es una practica común, en poblaciones rurales donde aún son muy tradicionales y poco escolarizados lamentablemente sucede y en su ignorancia, por presión social le llaman o lo justifican como un “crimen de honor”.

Esta información no es nueva para mí y la relaciono con las crucifixiones, lapidaciones y latigazos  que eran métodos de ejecución y ajusticiamientos muy antiguos de los que incluso los libros sagrados de las tres religiones de origen Abrahámicas (judaísmo, cristianismo e islam) nos hablan, pero que según las sociedades van evolucionando han quedado atrás. Lamentablemente aún hay culturas que no han adelantado lo suficiente en estos aspectos y la cultura árabe en los países menos desarrollados (no se puede generalizar cuando de cultura y países árabes se trata) y muchos pueblos del continente africano y asiático aún tienen un largo camino por recorrer.
 
Así que procedí a preguntarle lo que hace tiempo pregunté a un kurdo criado en Diyarbakir, Turquía y agraciadamente su respuesta fue totalmente contraria a la del kurdo.
 
¿Cómo reaccionarían tu familia palestina y tú, si alguna de tus hermanas o sobrinas fuese violada tomando en cuenta la presión social? Cerró los ojos como buscando alejar la imagen que sea que le haya llegado a la mente y de inmediato me dijo que jamás la matarían, primero porque es su sangre, su familia y segundo porque en el islam una mujer violada es víctima y no debe ser penalizada, contrario al violador que se toma por criminal y si deberá ser ajusticiado. Que la gente civilizada y de consciencia, tomando en cuenta -como le dije- la presión social,  saca a la mujer del país, se le envía a algún familiar residente en el exterior y algunas familias incluso se mudan de ciudad o de país para no tener que soportar el acoso y rechazo social.  

Le digo que todo el asunto me parece barbárico y que desterrar a la joven también es una penalización, dice que tengo razón, que precisamente son prácticas preislámicas y que desde el punto de vista sociocultural en la cultura árabe la mujer siempre será el punto más débil, no importa lo que diga el islam a favor o en contra, pero que cada quien en su momento deberá rendir cuentas a Dios.

Me dice que con el caso de la joven marroquí quizás ahora puedo comprender mejor el por qué sus hermanas no salen de la casa solas y no manejan. Que es en prevención a todas estas situaciones injustas y salvajes que se dan en algunos países árabes porque si se exponen socialmente como lo haría cualquier mujer en otra parte del mundo, aquí en Libia, tan pronto se enteren que son extranjeras estarán en desventaja y serán un blanco fácil para cualquier nacional delincuente e inescrupuloso que de seguro respeta y protege a las mujeres de su familia, pero no a las del resto, repito, mucho menos si son extranjeras.
Como en todos los países aquí en Libia hay gente de bien y gente de mal y de estos últimos no hay que fiarse en ninguna parte, pero los delincuentes no pueden quedar impunes y ese es el problema actual en este país.
Comenta que si te “desgracian” a una hermana o a cualquier mujer de la familia, de la manera que sea, aun sepas tienes la de perder como extranjero y la saques del país deberás, “por honor”, enfrentarte a los agresores y las posibilidades son de no salir vivo. Así justamente comienzan muchísimos conflictos entre clanes, pero si eres extranjero, simplemente eres tú contra ellos. Hay países árabes que han evolucionado y todo lo que es materia de derechos civiles y humanos ha mejorado, pero Libia no es el caso y un cambio se ve lejano.
 
¡Que tema!

Queda pendiente la segunda parte de esta longaniza de eventos relacionados, porque sinceramente el caso de la joven marroquí y su familia me tiene el estómago más revuelto de lo que ya lo tenía. En resumen, se espera que para el mes de octubre tres apartamentos en este edificio estén vacíos y disponibles para alquiler, es decir que tres familias extranjeras terminen de refugiadas o incluso abandonando el país. Al igual que los marroquíes, los sirios del tercero tienen adolescente entre sus cuatro hijos y una es una joven hermosísima que cuando sale viste “niqab” cubriendo absolutamente toda su piel, y los sirios del cuarto piso y mi vecina Haifa aparentemente tienen viviendo con ellos a otras familias, de esto último y en referencia a mi vecina Haifa les hablaré en la segunda parte… In sha Allah! Es decir, si Dios permite.