jueves, 19 de febrero de 2015

Volvo: a war casualty


Ayer mi esposo se despidió de mí a las 8:00 a.m., le habían dicho que tras dos semanas sin gasolina, habían llegado los camiones a Bengasi. Llegó a casa en la noche, cansado, con hambre y de mal humor; fueron unas 9 horas en turno, esperando poder llenar el tanque hasta nuevo aviso.

Hoy, como a eso de las 11:00 a.m. salimos con destino al supermercado, caminamos hasta la otra esquina de la calle pues cuando llegó a casa no encontró estacionamiento disponible frente al edificio donde vivimos. Una vez montados en el auto, al mirar por el retrovisor, mi esposo se percató de que el cristal trasero estaba totalmente quebrado a punto de caer.

Al bajarnos a verificar, se acercaron unos hombres vecinos del lugar. Encontramos una bala alojada en el marco del cristal. Todo indica que una de las balas del combate en la ruta principal -aproximadamente a unos 300 pies de distancia- impactó nuestro vehículo. Cuentan los hombres que algunos proyectiles impactaron muros del edificio donde viven ellos.


Click to Zoom: Agraciadamente se trató sólo de una bala.


 
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Debo confesar que sentí una mezcla de tristeza y rabia, por mi esposo, porque aunque esto lo estamos viviendo los dos, es él quien lleva la peor parte; son muchas sus responsabilidades y preocupaciones.

Mientras conducía iba callado; lo conozco, sé que estaba sumamente molesto. Sin embargo, cuando finalmente abrió su boca, lo único que dijo fue; “¡Alhamdulillah!”. Le pregunté por qué le agradece a Dios a pesar de estar molesto y me contestó, que le agradece porque confía en que lo sucedido tiene un propósito que tal vez el nuca comprenda o conozca, pero aun así confía en la sabiduría y bondad de Dios.

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