jueves, 19 de febrero de 2015

Volvo: a war casualty


Ayer mi esposo se despidió de mí a las 8:00 a.m., le habían dicho que tras dos semanas sin gasolina, habían llegado los camiones a Bengasi. Llegó a casa en la noche, cansado, con hambre y de mal humor; fueron unas 9 horas en turno, esperando poder llenar el tanque hasta nuevo aviso.

Hoy, como a eso de las 11:00 a.m. salimos con destino al supermercado, caminamos hasta la otra esquina de la calle pues cuando llegó a casa no encontró estacionamiento disponible frente al edificio donde vivimos. Una vez montados en el auto, al mirar por el retrovisor, mi esposo se percató de que el cristal trasero estaba totalmente quebrado a punto de caer.

Al bajarnos a verificar, se acercaron unos hombres vecinos del lugar. Encontramos una bala alojada en el marco del cristal. Todo indica que una de las balas del combate en la ruta principal -aproximadamente a unos 300 pies de distancia- impactó nuestro vehículo. Cuentan los hombres que algunos proyectiles impactaron muros del edificio donde viven ellos.


Click to Zoom: Agraciadamente se trató sólo de una bala.


 
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Debo confesar que sentí una mezcla de tristeza y rabia, por mi esposo, porque aunque esto lo estamos viviendo los dos, es él quien lleva la peor parte; son muchas sus responsabilidades y preocupaciones.

Mientras conducía iba callado; lo conozco, sé que estaba sumamente molesto. Sin embargo, cuando finalmente abrió su boca, lo único que dijo fue; “¡Alhamdulillah!”. Le pregunté por qué le agradece a Dios a pesar de estar molesto y me contestó, que le agradece porque confía en que lo sucedido tiene un propósito que tal vez el nuca comprenda o conozca, pero aun así confía en la sabiduría y bondad de Dios.

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sábado, 14 de febrero de 2015

Abrir la brecha


Pues para que vean, y justo de lo que le hablaba los otros días. ¿Que viene visita? Eso del “¡Ay! No sé qué ponerme” y lo del “bad day hair” para comí  son cosa del pasado. Cuando llegué a este país odiaba las “abayas” y envolverme en el “hijab” era toda una odisea. Pero como el que sobrevive es quien se adapta mejor al cambio y no quien se resiste, aquí estoy; veintidós meses después amando las “abayas” y el “hijab”, después de darme la oportunidad de conocer sus atributos y virtudes. Me disculpan las musulmanas, porque estoy tratando el tema desde el punto de vista de la conveniencia y no desde el religioso.

 


En fin, que vienen Nana, Mohammad y los tres nenes; Marido y Mohammad verán un vídeo promocional de Puerto Rico que dura poco más de una hora –regalo que le envió a mi esposo, mi gran amigo del alma, Patricio Bravo Kirsinger, chileno- mientras Nana y yo intentaremos comenzar a trabajar lo que será su blog de cocina árabe.

 

Mi amiga es palestina, esposa, madre y maestra de profesión. Trabajó hasta que estalló la revolución libia en el año 2011. Actualmente vive como vivimos todas las mujeres extranjeras en este país, enclaustradas en nuestros apartamentos. En su caso, cuida con mucho amor de sus tres niños y les cuento, es una mujer dulce, soñadora y talentosa. Tiene deseos de hacer tantas y tantas cosas. En mi visita me leyó sus poemas –tan intensos- mientras estábamos en la cocina, donde desde que está en casa da rienda suelta a sus habilidades y creatividad culinaria. Nana precisa urgentemente atenderse, dedicarse tiempo, expresar y compartir todo lo bueno que hay en ella. Mi amiga necesita desde donde está ahora y con lo poco o mucho que cuente, imponerse a sus circunstancias. Le contaba a mi esposo y me propuso que la invitara, que la ayudara. ¿Cómo no amarlo? Bueno, pues hoy intentaremos dar ese primer paso, abrir la brecha. Les dejo, porque Nana llegará en cualquier momento. ¡Vienen bajando la escalera! Luego les cuento.
 
Continuación:
15-02-2015
 
 
Llegaron, Nana (su verdadero nombre es “Nada” que en árabe significa, generosidad) cargando con un oso de peluche de color “rojo San Valentín” para mí y con el más pequeño de sus hijos, Sofian (significa tormenta de arena o quien va con prisa) de 2 años de edad. Mohammad (nombre del profeta), el esposo, cargaba una bandeja de bizcochitos de chocolate en copa, coronados con crema y fresas, confeccionados por Nana, por supuesto. De acompañantes venían, Ziyad (significa crecimiento y progreso) de 6 años y Kosai (pensador) de 3.
 
Tenía pensado servir el té con los dulces de repostería que nos quedaron de mi fiesta de cumpleaños, pues a las 7:30 p.m. ya muchos han cenado. Pero mi esposo se adelantó y preparó la crema batida de café y azúcar que se usa como base de lo que ellos llaman Nescafé –sin importar la marca de café que se esté usando- que si tiene el azúcar necesario y se le agrega la leche hervida adquiere un sabor divino a caramelo sin necesidad de utilizar saborizantes artificiales. Aquí todos son expertos en ello, incluido Marido.
 
Serví el café con los bizcochitos en copas que trajeron ellos y una vez servidos y entretenidos los maridos y los niños, Nana y yo nos acomodamos en la mesa comedor para iniciar nuestro proyecto. Bastó con abrir la página de “Google” para que lo más temido sucediera… ¡Cataplún! Corte de electricidad. ¡Que rabia!
 
Nos quedamos conversando y de vez en cuando yo rabiaba y era Nana la que me pasaba la mano por la espalda diciéndome que no me preocupara, que era excelente pues tendríamos una muy buena excusa para volver a compartir. Me leyó los poemas que diariamente registra en un grupo en Internet, desde su celular. ¡Carajo que intensos! Dice que le gustaría dar a conocer sus poemas en un blog de poesía, o de intercalarlos con las recetas. ¡Ya veremos!
 
Ya luego nos juntamos con los Maridos y los niños que nacieron con baterías inagotables. Ahora la entiendo cuando me dice; “Aziza, si Dios no te permite tener hijos, no te preocupes, disfruta tu vida junto a tu esposo”.  Pero también entiendo que para los niños no es fácil vivir una vida entera entre cuatro paredes en un cuarto piso, sin ir a la escuela o poder salir a la calle y jugar con la veintena de niños que también viven en esta esquina y salen a jugar diariamente.
 
Le pregunté hace unos días a mi esposo, por qué los niños de este edificio nunca salen a jugar. Me explicó que muchos de los niños libios no les permiten jugar y si insisten, aunque no sea con ellos, los golpean para que no vuelvan.
 
-¿Cuándo te trajeron a Libia de pequeño era diferente? ¿Salías a jugar? Le pregunté.
-Al principio no, vivía como ellos, encerrado, pero para entonces estaba Akram, mi hermano mayor (desaparecido en Madrid, España para 1990), quien era cinco años mayor que yo- salíamos juntos, nos defendíamos mutuamente y si nos pegaban, nosotros contestábamos de igual manera. Era necesario desarrollar cierta agresividad si las intenciones de nuestros padres era quedarse para siempre en este país. Contestó Marido.
 
Nana me contó que en una ocasión llegaba de la calle y vio como un grupo de niños tenía rodeado a un niño sirio que vive en el segundo piso de este edificio. Cuando se acercó vio cómo le estaban quitando los zapatos y el niño les suplicaba que no le robaran los zapatos porque su padre se los acababa de comprar. Nana intervino para que lo dejaran en paz, les gritó y advirtió que no volvieran por el edificio. Dice que ese incidente le costó una discusión con el esposo. Le dijo que la próxima vez lo llamara a él pero que no les hablara directamente a los niños, que le evitara problemas.
 
En su hogar están todos tensos, porque su esposo Mohammad ya lleva mucho tiempo desempleado, mi amiga Nana le ruega que busquen la manera de salir de Libia, ella quiere volver a trabajar, tener otra vida, además en Bengasi no hay escuelas operando desde mayo del 2014 y le preocupa la educación de sus hijos. Su familia se regresó a Palestina y a Jordania, sólo le queda un hermano aquí en Bengasi, está convencida de querer irse. El asunto es que Mohammad es apegado a sus padres a pesar de no ser el único hijo varón; dice que mientras sus padres vivan él permanecerá en el país. Su familia, como la de mi esposo son palestinos asentados en Libia durante más de cuatro décadas.
 
Como a eso de las 11:30 p.m. cuando ya los niños estaban dormidos, habíamos comentado la situación del país hasta el cansancio y escuchado música de Gypsy Kings y Mecano en el iPod, vino la luz. Mi esposo salió disparado a calentar la tetera y yo a servir los dulces para acompañar el té. Planificamos que tal vez hoy, si tenemos luz, In shaa Allah!!! Nana venga a eso de las 5:00 o 6:00 p.m. El esposo se resistió un poco, ceo que le aterra la idea de quedarse solo con las tres tormentitas. Me preguntó cuánto tiempo necesitamos, le contesté que mínimo una hora, pero que siendo honesta, se puede convertir en hora y media o dos. Entonces dijo; “en ese caso, Nana viene si tu me envías a Hani al cuarto piso. Nana y o giramos la cabeza en forma simultánea. ¿Objetivo? Hani. Lo miramos con esta única cara de ¡Aryuuuuuuuuuk! (¡Por favooor!) y Marido que sé prefiere estar tomando té y viendo tele, asintió con un movimiento de cabeza. ¡Todo sea por “Nana Queen”! Ese es el seudónimo de nuestra amiga en las redes sociales.
 
Miren que maravilla de postre, no tengo dudas, el blog quedara cheverísimo.

 

 
 
 
 
 
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Pueden comentar el relato aquí en el blog.
 

viernes, 13 de febrero de 2015

Pa' que te marees


“Pues como tenemos corte de electricidad nos dio con salir a jugar a la calle. Esta vez Jamil trajo a su hermanito -que deberá tener como mucho 2 añitos- y lo pasamos cheverísimo dándole vueltas y vueltas y más vueltas. Luego lo soltábamos en el suelo todo mareado, a ver cómo se tambaleaba de un lado al otro hasta que caía sentado. ¡Lo pasamos de lo lindo!”

Nota: Esta foto fue tomada desde mi ventana y el texto que la acompaña está escrito en tono de sarcasmo, con la mayor indignación y coraje. Es que estuve a punto de bajar y quitarles el muchachito. Agraciadamente pararon el jueguito.
 

Wasim

Les presento a "Wasim" -significa guapo- mi nuevo compañero a la hora de sentarme escribir. Fue uno de mis regalitos de cumpleaños por parte de mi sobrina Rowa de 12 años de edad. Sepan que lo cosió ella misma. Se supone que es un alfileter...o -porque titi Aziza siempre deja sus alfileres tirados por todas partes-, pero cuando lo miré fijamente a los ojos, me dio pena pincharlo; ahora es un compañero. Dice Marido que le debo llamar "Jamil" porque es un muñeco y no una persona y que en todo caso es de genero femenino. ¡Que manía de la gente! Para mí es simplemente lo que he dicho, "mi nuevo compañero de escritura" y a pesar de su color rosado, me parece "nene" en vez de nena. En fin, les presento a Wasim. ¿Verdad que está chulo? Wasin tiene lo suyo, ¿O no? P.D.: Lo más que me gusta del chico es que es de esos que siempre andan "de brazos abiertos" listo para abrazar. #wasim
Wasim
 

 

miércoles, 11 de febrero de 2015

Y si te resistes, te empuja, te arrastra, te avienta…

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Que mala costumbre de decirme que viene gente cuando ya están en la puerta del edificio. ¡Me prende! Pero lo mejor que se han inventado en este lado del mundo -aunque no lo crean de la boca de una occidental- es precisamente la “abaya” y el “hijab”.


 

Si el amigo ha llamado como tres veces y acordaron que pasaría por el apartamento, ¿por qué no me avisa? Cuando escuché que Ahmad el hermano de Mohammad Shehabi –el esposo de Martha la ucraniana- estaba en la puerta, salté como resorte de la mesa del comedor a envolverme en la “abaya” y el “hijab” negro, que de hoy en adelante estarán en la perchero junto a la puerta de entrada junto a la zapatera. Además, tan pronto me envolví puse la tetera.

 

Como Ahmmad es de confianza, no tuve que irme a otra habitación donde no me viera mientras durase la visita, como se hace cuando el hombre es extraño, y como hace mi esposo si llega visita donde alguna mujer no es de confianza.

 

Saludé y de inmediato; “Aziza si no tienes ningún inconveniente ¿puedes preparar el té?”, preguntó Marido. “¿Café o té Ahmad? Pregunté en inglés porque la madre y los hijos más jóvenes de la familia Shehabi hablan un poco de inglés. Por supuesto que prefirió té. Yo preparé mi bandeja árabe que daba gusto, según Marido, sólo fallé en el detalle de no servir el agua en vasitos de cristal; todo por no buscar la bandeja más grande, en fin, voy aprendiendo.

 
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Vino para que le cambiáramos dólares grandes por sencillos anda en los trámites para solicitar el pasaporte palestino, pues él y toda su familia son palestinos con documentación libanesa. De hecho, nos contó que uno de los hermanos más jóvenes se fue al Líbano hace dos semanas y la hermana mayor se fue junto al esposo a Trípoli, capital de Libia, a unas 9 horas de distancia en auto, al marido le surgió oportunidad de trabajo allá y en las circunstancias actuales, no era asunto que ameritara pensarse.  

 

Nuestro amigo Mohammad ya lleva algún tiempo radicado en Ucrania y la hija más pequeña de unos 25 años también quiere irse de Libia; dice que aunque la vida de los palestinos en el Líbano no es ideal, al menos allá, como mujer, podría salir de tiendas y de paseo con sus hermanas, primas y amigas, a tomar el té en algún restaurante abierto, caminar libremente por el malecón, ir a comer pizza o helado. Me contó que ya le ha advertido a su familia que mientras viva en Libia no se casará con nadie, sin importar la nacionalidad, prefiere que la casen con algún primo en Líbano o en Palestina antes de tener que vivir toda su vida aquí en Libia, donde dicho sea de paso, nació.

 

Me ha dolido saber de la desintegración de mi segunda familia aquí en Libia, es duro que los padres e hijos se vean obligados a andar cada quien por su lado. Y aunque esto es muy común entre palestinos, libaneses y sirios, por los conflictos bélicos que han sufrido sus países a través de la historia, el que sea común no implica que deje de doler o duela menos. Si Ahmad anda gestionando es para emigrar y no precisamente al Líbano, pues si así fuese no necesitaría el pasaporte de la autoridad palestina.


Imagino cómo han de sentirse, sobre todo los padres y es imposible no pensar en cómo también se sienten mis padres y mi hermana, cómo me siento yo y en algún momento se sentirán los padres y toda la familia de mi esposo, cuando tengamos la oportunidad de salir del país. Igual han de sentir los familiares en Puerto Rico cuando un hijo, nieto, hermano o sobrino se enlista en el ejercito, decide ir a estudiar a un país lejano o se une a alguna organización humanitaria.  Y ahora más que nunca los puertorriqueños saben de lo que hablo, porque ahora somos un pueblo emigrante, ahora conocemos sólo parte de lo que vivieron nuestros bisabuelos y abuelos, pero que tanto Latinoamérica como otros pueblos alrededor del mundo han vivido desde mucho antes. ¡Seamos solidarios y compasivos con los emigrantes!

 

Les había comentado sobre lo apesadumbrado que anda Marido en estos días; bueno todos lo están, pero a Marido le cayó como balde de agua fría el que sus cuñados le comentaran que están contemplando dejar el país. Un país que no es el de ellos, pero que es donde han nacido como hijos de refugiados palestinos o a donde los trajeron desde muy niños y han vivido toda su vida.

 

Mis cuñadas están reacias. Dicen que de sus casas y de Libia no las saca nadie. Prefieren quedarse aquí y enfrentar lo que sea antes de tener que emigrar a un país de cultura y religión diferente donde vivirán con miedo a ser atacadas por ser árabes y musulmanas. ¡Se ven tantas cosas por televisión! Comenta una de ellas, mientras las comparo con las personas occidentales que juzgan los países y a la gente de oriente sólo por lo que ven en la televisión.

 

La preocupación mayor de mis concuñados es que vender sus propiedades en este momento es prácticamente lo mismo que regalarlas, pues no es el mejor momento para la venta de inmuebles y además el simple hecho de ser propiedades de palestinos, las devalúa. Para que tengan una idea, la casa de uno de ellos está valorada en $200,000.00LYD y tendría que venderla entre $70, 000.00 y $100,000.00 LYD. Sobre esta casa en particular debo decir que fue diseñada y construida por mi cuñada y su esposo, pues ambos son ingenieros civiles aunque ella tan pronto se graduó de la universidad quiso casarse y dedicarse exclusivamente a atender la casa y la crianza de los hijos.

 

La otra cuñada es contable de profesión casada con un plomero viudo, aunque al casarse ya el esposo tenía casa, recientemente construyeron dos apartamentos que se pueden catalogar de “a todo lujo”, uno para el hijo mayor que es doctor en medicina y el segundo hijo del esposo que trabaja como gerente en una empresa libia que gestiona viajes a personal de empresas extranjeras y gubernamentales. Los hijos del concuñado, ambos han expresado interés en abandonar el país y el padre ha dicho que si sus hijos se van, él venderá sus propiedades y seguirá a sus hijos.

 

Sabemos que muchas familias se están preparando para partir a Europa el próximo verano. A falta de alternativas legales y seguras para emigrar, venderán lo que tienen y arriesgaran sus vidas, incluidos ancianos y niños, pagando hasta $3,000.00 LYD por miembro de la familia por un viaje en bote que los cruce a Italia y allí, como inmigrantes ilegales, intentar tener vida de forma digna.

 

Esta ha sido la dura realidad de los palestinos y sus descendientes tras la invasión y el genocidio perpetrado por Israel con el respaldo de los países aliados, es también la triste realidad de los sirios que han visto la destrucción de su país en una guerra que pareciera no tener fin, es la realidad actual de los libios y de muchos otros tantos seres humanos que irremediablemente son víctimas de sus gobiernos, del hombre enfrentado al hombre, de la autodestrucción de la raza humana.

 

Mi esposo jamás pensó que un momento así llegaría y el saber que su familia será una más en la lista de familias desintegradas por causa de la guerra lo tiene sumamente angustiado y aunque no lo exterioriza con palabras, sus episodios de hipertensión arterial y ese retraimiento exacerbado lo dicen todo.

 

Como siempre digo, El mundo gira, la vida es movimiento y si te resistes, te empuja, te arrastra, te avienta… no lo podemos evitar.

 

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lunes, 9 de febrero de 2015

Palestino A+


 

Han entrado más de seis o siete llamadas. Se solicita sangre para palestino herido de bala. Dicen que es urgente. Hasta donde se sabe fue herido por el hijo del arrendador del edificio donde vivían. En estos días el hijo del arrendador –libio- le había solicitado que junto a su familia desalojaran el departamento de inmediato, porque habían decidido rentárselo a una familia libia sin hogar por causa de la guerra. El hombre dejó el apartamento pero le solicitó al dueño –padre del que notificó el desalojo-  que le devolviera lo pagado por el mes de febrero porque no tenía a donde ir con su familia y necesitaban el dinero. El dueño desconocía lo que estaba ocurriendo y le pidió tiempo para hablar con su hijo. Como resultado de la conversación entre padre e hijo, el hijo mayor del hombre –hermano del que solicitó el desalojo- le indicó al hombre palestino que él y su familia podían regresar al apartamento que hasta días antes habían ocupado durante más de cuatro años, que la situación con su hermano se había resuelto y lo habían enviado a otra ciudad. No sabemos si el palestino se regresó al departamento de inmediato  o si pasaron algunos días, pero fue herido de bala cuando estaba  en la calle conversando con alguien, le dispararon desde un auto en marcha sin tablilla que huyó del lugar a toda velocidad. Los palestinos y sirios en Bengasi se están llamando, solicitando que todos los de sangre A+ acudan a donar. ¡Dios con él!




Mientras tanto nos enteramos que una viuda palestina, hermana del cuñado de mi esposo se fue a Sabha – a 718 millas o 10 horas de distancia en auto desde Bengasi- a visitar a sus hermanos, estando allá una vecina la llamó para informarle que no regresara, pues una familia libia sin hogar había tomado su apartamento. Lo perdió todo.

 

Sin embargo todo esto contrasta grandemente con el caso de nuestro amigo  –sirio- quien nos contó que, desde que comenzó la crisis económica como resultado de la merma en los trabajos por causa de la guerra, su vecino libio mensualmente les envía una canasta de víveres. Y el dueño del edificio le ha dicho a él y a otros inquilinos que no subirá la renta, no ordenará desalojos y que paguen mensualmente la cantidad que puedan, que cuando todo mejore podrán ajustar cuentas.

 

En este edificio nos enteramos que el dueño, libio también, les ha dicho a los inquilinos desempleados –palestinos y sirios- que si no pueden pagar renta ahora, la deberán pagar retroactiva cuando comiencen a trabajar y que se puede llegar a ciertos ajustes, que no se preocupen demasiado.

 

Como ven, hay de todo, como en todas partes. ¡Que Dios recompense a los justos!
 
 

domingo, 8 de febrero de 2015

Sana Helwa, Titi Aziza!!!


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 Ayer cumplí 42 años de vida, de vida intensa, vivida como la he podido y he querido, con errores y aciertos, en constante e interminable aprendizaje, como Dios ha permitido.

 

Cuando era adolescente me gustaba imaginar cómo sería mi vida cuando finalmente cumpliese los dieciocho, los veinticinco y cuarenta; ahora ya he dejado de imaginarme la vida. A mis cuarenta y dos, simplemente la vivo día a día, sin muchos planes o estrategias. Mi vida es la mejor de las historias, tiene propósito, la escribe Dios quien como creador conoce las necesidades de mi espíritu y los anhelos de mi corazón, en Él que me da la fortaleza y me ha dotado  de capacidades, confío.

 

La vida en Libia es dura, muy complicada, pero estaba en mi camino. ¡Maktub! Nunca olvidaré la noche en que saliendo de una obra de teatro en San Juan, Puerto Rico en compañía de mi amiga Rose Marie Bonilla, mi amigo Héctor Méndez me presentó a sus grandes amigos, Edwin Batista y Edwin Ocasio. Recuerdo que conversábamos en un restaurante del Condado sobre mi viaje a Libia y mi decisión de establecerme en este país junto a mi esposo, árabe y musulmán a quien había conocido por Internet y de quien estaba -y estoy- muy enamorada.

 

Durante la conversación, Edwin Batista mostró rostro de desaprobación e incredulidad; “¡Esta mujer ha de estar loca!” pensaría mientras me escuchaba hablar. No recuerdo su pregunta exacta, pero si mi respuesta matizada de sarcasmo; “Quizás mi espíritu necesita experimentar el claustro, la opresión y el sometimiento… “. Hoy día Edwin y yo nos consideramos amigos, hemos reflexionado y hablado sobre esa conversación y por mi parte cada vez que la recuerdo, la vinculo a hechos pasados y presentes, me maravillo.

 

Mi vida entera fue una preparación para este presente, que si bien no me ha expuesto a una opresión o un sometimiento como al que de seguro tenía Edwin y muchos de ustedes en mente y al que me refería yo de forma sarcástica, si lo ha hecho con experiencias de vida que envuelven GRANDES lecciones para mi espíritu y que de no estar en este “aquí y ahora” con todo lo implicado, jamás hubiese recibido.

 

Dios inteligencia suprema sabe más. Además no tengo dudas –lo he dicho muchas veces- que cuando una persona encuentra su camino, y su propósito en la vida, Dios lo capacita a fin de que cumpla su destino y cada uno de sus compromisos espirituales.

 

Tampoco tengo dudas de que ahora estoy donde tengo que estar. ¿Por cuánto tiempo? Sólo Dios lo sabe pero repito, en Él confío.

 

Soy feliz, hasta ahora no me ha faltado salud, disfruto de mucho amor en la medida que lo siento por mí misma, lo comparto y lo recibo de personas muy especiales. Tampoco han faltado los recursos necesarios para tener una vida digna, y siento el amparo y compañía constante de Dios y mis seres amparadores. Además también cuento con el amor incondicional y constante de mis padres, hermanas, sobrinas, una gran familia, amigos del alma y muchísima gente buena y buena gente que se mantienen en contacto irradiando desde mi Puerto Rico querido y otros países alrededor del mundo, sus mejores deseos de bienestar y armonía para conmigo, mi esposo y nuestras familias. ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias!

 

Los que siguen mi día a día en Libia a través de Los Relatos de Aziza, saben de la escases de recursos, inseguridad y violencia que se vive en Bengasi, entre la guerra civil que recrudeció el pasado mes de octubre de 2014 y la xenofobia ya existente que el conflicto bélico ha exacerbado. Aun así deseaba celebrar mi cumpleaños, celebrar la vida, la esperanza; creo que en tiempos de desasosiego y tristeza queda de uno imponerse, contar bendiciones –porque siempre las hay- y celebrarlas. Somos más poderosos que las circunstancias.

 

Aquí son tan diferentes a mí y yo soy tan diferentes a ellos, pienso. Luego repienso, ¿Y si quito el factor “costumbre”? Entonces, en esencia, ya no somos tan diferentes. Las diferencias están en la forma en que se nos enseñó y  acostumbró a ver y vivir la vida. Si organizo una fiesta de cumpleaños, aunque sea un poco al estilo de ellos, mis sobrinas, mis cuñadas, concuñados, amigos e incluso mi marido tendrían una pausa en ese agotador intento diario por ver la luz al final del camino, dejaran de exprimirse la mente y estrujarse el corazón preocupados por un futuro incierto –para mi inexistente-, saldrían de esa taciturnidad que tanto me inquieta; estaríamos juntos, charlando, compartiendo los alimentos, riendo, abrazándonos, vibrando en positivo. Así lo decidí, celebraríamos mi cumpleaños.

 

Aquí no es muy común que los adultos celebran su cumpleaños, incluso en muchas familias los cumpleaños de los niños pasan sin pena y sin gloria. Mi esposo estuvo de acuerdo por el mero hecho de complacerme y una de mis cañadas cuando la visité para invitarla me preguntó a manera de broma si me pensaba que era una niña; le contesté que de alguna manera, en mi interior, siempre soy niña.

 

Madrugué a eso de las 10:30 a.m. -ya saben- y salimos a recorrer las caóticas vías de Bengasi. Como ya he contado antes, el centro de la ciudad es zona de conflicto, destrucción y desolación, ya nada está donde se supone, donde debería  o estaba antes. El día anterior visitamos varios supermercados, lo que no estaba disponible en uno, lo estaba en otro, pero era evidente, ya los alimentos industrializados e importados no están llegando como antes y Libia importa un 85% de los alimentos que su población consume. Agraciadamente conseguimos todo lo necesario, aunque a un precio injustamente triplicado. Nos faltaba el bizcocho de cumpleaños, los dulces de repostería y los entremeses. ¡Ah! También un cordón para colgar las guirnaldas de globos o bombas, como decimos en Puerto Rico. Aquí les llaman “balunas”

 

Andamos y desandamos, todo carísimo, atenidos a “lo que hay”, pero se logró. Por último conseguimos el cordón, pues mi esposo entró a un taller de reparación de asientos de auto y explicando que teníamos un cumpleaños y no teníamos como colgar los globos, el hombre se solidarizó con la “Aziza causa” y le entregó un carrete de cordón. “¿Cuánto?” Preguntó mi esposo. “Es mi regalo, lléveselo”. Contestó el hombre. ¡Tremendo!

 

En fin, que con tres horas de anticipación a la llegada de los invitados, improvisé salón y esquina de damas en el área central del apartamento que regularmente –en nuestro caso- nos sirve de salón comedor, dejándole  a los hombres el espacio del salón de visitas que habíamos decidido sería mixto. Ya saben que aquí en Libia, “los nenes con los nenes y las nenas con las nenas”.

 

Cuando recibimos amistades, regularmente no hay líos de segregación por sexo si se trata de sirios y palestinos, y son gente de confianza, pero vendrían mis cuñadas y concuñados, que a pesar de ser palestinos llegaron muy pequeños o nacieron aquí en Libia y han adoptado una conducta propia de libios, que aunque no extrema, si es bastante conservadora y tradicional tanto en lo cultural, como en lo religioso.

 

Bueno, saqué el salón árabe color purpura al espacio o salón central para las mujeres y el marrón quedó para los caballeros. Los globos los dejé sin llenar porque mi sobrina Ronda -10 años de edad- me había rogado para que no decorara sin su presencia y las demás sobrinas, secundaron su moción, así que no me quedó otro remedio. Los globos serían la atracción de los niños.

 

Puse a calentar suficiente agua, pues en toda actividad árabe, el té, preferiblemente rojo, se sirve de manera constante. Ya les había contado que en Bengasi no hay gas desde hace un par de meses, todo se cocina en las estufas de una sola hornilla que regularmente se destinan a las emergencias. Mi decisión fue la de no cocinar para la celebración de mi cumpleaños y en su lugar, comprar bandejas de entremeses en reposterías especializadas que regularmente se encuentran en cualquier esquina. Agraciadamente, porque si es pesado cocinar una comida completa para dos en una sola hornilla, imagínense hacerlo para dieciséis personas. ¡No way!

 

Pero yo lo advertí. Hace unos días atrás mi amiga Nana me invitó a
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su cumpleaños y nos agasajó con un delicioso y variado “buffet” de entremeses árabes y cuando le advertí que no esperara lo mismo en mi fiesta por la ausencia de gas, me dijo que todo lo había hecho en una hornilla, incluido el bizcocho de tres capas, de chocolate, banana y crema. El bizcocho lo hizo a baño de María. ¿Pueden creerlo? ¿No? Tengo la prueba, miren. Le pregunté si había estado todo el día metida en la cocina y con una sonrisa me contestó que sí. Todo el día, con una hornilla y atendiendo a tres tormentitas divinas que Dios le ha dado por hijos. Me costó cerrar la boca después de quedarme estática en una expresión de “Wow”.

 

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Coloqué las brochetas de pollo, papas y pimientos en el horno, junto con las empanadas de carne molida y me di a la tarea de hacer dos bandejitas de huevos endiablados, rogando claro, que me quedaran como los que prepara mi hermana Yazira, pues gozan de la aceptación de toda la familia en cada fiesta. Conseguir las brochetas y empanadas hechas fue toda una bendición. De hecho, tras tres establecimientos visitados, encontrar una sola bandeja acabada de colocar en el mostrador fue justificación suficiente como para lanzarme sobre la misma con cara de desesperación. El hombre que venía directo hacia ellas con evidente intención de apropiárselas no se saldría con la suya. ¡No señor! Primero porque yo no pensaba cocinar y tenía toda una fiesta ya montada en par de horas y segundo, porque yo las vi primero. “Aziza, tranquila, él es el empleado que va a pesar la bandeja para darnos el precio”. Me dijo mi esposo medio avergonzado. “¡Oh! Hubiese sabido antes”, comente yo sintiéndome ridículamente ridícula. ¡Ja,ja! El chico de la caja registradora se estaba riendo, lo vi.

 

Compramos fresas, están en temporada. Fueron dos kilos por el equivalente a $2.50USD, una de las pocas bondades del presente libio. Preparé una bandeja de fresas con chocolate que encargarla en Puerto Rico hubiese sido darse un lujo; algo tenía que preparar con mis propias manos además de los huevos endiablados.

 

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Aprovechando el horrendo color “Shocking pink” de la pared donde solía estar posada la “Strawberry Shortcake”, y la cortina rojo burdel “old fashion” que se han rehusado a cambiar todos los inquilinos que ha tenido este apartamento, ambienté lo que bauticé  como “The lady’s corner”. Constó de una mesita con bombones de chocolate, bebida espumosa de fresas y la bandeja de fresas con chocolate fundido; fue un éxito entre mis cuñadas, amigas y hasta entre los niños que –como era de esperarse- nos invadieron el espacio.

 

¿Globos? Hasta en el techo. Los niños se ingeniaron una piscina de globos en pleno salón de damas y la alegría de ellos, fue la alegría de todos. “¿Titi Aziza, podemos esto y lo otro?” Preguntaron. “Ya no pregunten más que toda esta fiesta es sólo para ustedes, hagan lo que quieran”, contestaba mientras mis cuñadas que suelen ser más de controles se resignaban al “no rules birthday” de la “ameriquiya” esposa de su único hermano. ¡Uffff!

 

Mi cuñada Fatin, fue la primera en llegar junto a su esposo Hussam y las niñas; Rowa y Ronda de doce y diez años respectivamente. Unos treinta minutos más tarde llegaron mi cuñada Haná, su esposo Abu Waleed y sus niñas; Reem y Roaa, de doce y nueve años. Mi amiga Sarah y su esposo Hicham se excusaron, la madre de Sarah estaba recluida en el hospital y mi otra amiga, Nana, llegó más tarde porque salió de compras y olvidó su  cartera en la tienda. Además dejó al marido cuidando los niños, dijo que merecía espacio y tiempo, ya que es ella la que siempre cuida de los hijos cuando él sale a trabajar o a jugar cartas con los amigos. Los últimos en llegar fueron mi amiga Reem y su esposo Faraj con Wafaa de trece años, Ahmad de once y mi adorado Kamal, de apenas cuatro. A Faraj le había surgido un trabajo y en tiempos de desempleo en que todos estamos viviendo de ahorros, buscar el pan de la familia es primero. Estuvieron todos los que así lo sintieron y fue maravilloso.

 

Pero la gran sorpresa del día estuvo por parte de mi adorada familia, desde Fátima, Vega Alta, Puerto Rico y vía Skype. Resulta que rogando que la señal de Internet no fallara, mantuve la computadora conectada y con el programa de Skype abierto. Así, cuando mi familia me llamase los podría escuchar de inmediato. Coloqué la computadora sobre el mueble de las vajillas, al lado de la mesa del bizcocho. Justo cuando me iban a cantar el “Cumpleaños feliz” Escuché que me llaman desde Puerto Rico, era mi hermana Yazira, junto a Papi Edwin, Mami Santa y mis sobrinas, Adriana Paola y Gabriela Sofía.

 

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Me habían preparado un bizcocho de chocolate relleno de fresas y dulce de leche, tipo volcán, se veía divino. Pero la sorpresa mayor fue ver que entre mi hermana y Adrianita me habían decorado la piña de entremeses que tanto quería para mi cumpleaños. Sí, hablo de esas piñas que hacían de centros de mesas en las fiestas de mi infancia en Puerto Rico. Adriana se había encargado de pincharle todos los palillos con pinchitos de jamón, queso, aceitunas y cerezas. ¡Mmm! ¡Espectacular!

 

Pues resultó que de manera simultánea, en tiempo real, en vivo y a todo color… jajaja mi familia en Puerto Rico y mi familia y amigos aquí en Libia me cantaron el “cumpleaños feliz” en árabe, inglés y en español. Me hicieron muy feliz, quizás ninguno de ellos, acá y allá, sepan realmente cuánto. Fue un momento indudablemente inolvidable, mi hermana Yazira lo coordinó todo. Ver a Mami y Papi cantándome cumpleaños me sacó lágrimas y ver a mi Adriana y a Gabrielita tan contentas soplando la velita del bizcocho por mí… no hay palabras cuando los sentimientos se desbordan. Estoy segura que cuando se soplaron las velas de un lado del mundo y del otro, el deseo fue el mismo… “soñando con Puerto Rico”. ¡Que bueno es Dios y su amor en cada uno de nosotros!

 
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Como de costumbre, otras limpiaron la cocina, fregaron los trastes y prepararon el café por mí. Los hombres conversaron, tomaron té hasta el cansancio, las chicas hicieron lo propio apostando a la afinidad que agraciadamente se dio entre todas ellas. Después del café y la entrega de regalitos nos despedimos de besos y abrazos con planes de irnos todos de pasadía al parque de piedra en algún momento de este mes o el siguiente, In shaa Allah!!! Reem y Faraj se quedaron una hora más. Wafá, Ahmad y en especial el pequeño Kamal jugaron y rieron hasta el cansancio en la piscina de globos improvisada en pleno salón de damas.

 

“¿Kamal, cuál es el mejor cumpleaños del mundo?”, le preguntaron. “¡El de “ameme Aziza!”, contestaba a la vez que se llevaba dos bolsas de "balunas". “Estoy muy feliz hoy, lo estaré mañana y los siguientes días  por este cumpleaños”, decía Wafaa. Mientras Ahmad me felicitó, contadas, unas cinco veces porque lo estaba pasando muy divertido. ¡Carajo! De eso se trataba. ¡Misión cumplida!

 


Este año apenas está comenzando, yo acabo de cumplir 42 y estoy convencida de que mientras haya vida, aun cuando nos falte todo, lo que sea, incluso la salud, Dios está con nosotros, nunca nos abandona y siempre nos capacita para que vivamos de forma intensa, en grande y con abundancia de todo lo que nace y crece desde el amor. No olvidemos que “somos más poderosos que las circunstancias” y siempre podemos en Dios y el amor que nos fortalecen.

 

*Muchísimas gracias a todos los familiares, amigos, ex compañeros de trabajo, escuela, conocidos y queridos lectores que tomaron de su tiempo y me felicitaron por “Facebook”. Espero que Dios multiplique todo ese cariño y bondad en ustedes y sus seres queridos. ¡Gracias por tanto sentimiento hecho palabras! Dentro de un ratito comparto algunas de las fotos del cumpleaños: Libia-Puerto Rico.

viernes, 6 de febrero de 2015

El desalojo: Primera parte

El 20 de noviembre  mi esposo partió para el desierto más triste que nunca, pues aunque los combates habían iniciado en verano, desde octubre 15, se habían recrudecido. Ya no se limitaban a la periferia de la ciudad, cerca de las bases militares, para entonces estaban en el centro de Bengasi y en los barrios; se atacaban directamente las residencias de los miembros y simpatizantes de las milicias o del ejercito respectivamente.

Si tu vecino o alguien en la calle, era miembro, simpatizante o familiar de uno de estos, tu barrio, tu calle y tu edificio corrían peligro. En Al-Salmani estuvieron aproximadamente una semana, tres cuadras de nuestra calle fueron clausuradas y custodiada por soldados del ejército y las fuerzas especiales durante dos días. La línea de fuego cruzado nos quedaba a unos 500 metros al final de nuestra calle, Los estallidos hacían vibrar las ventanas, los proyectiles impactaban las rejas de los balcones, los muros y en uno de los departamentos de esquina, un proyectil atravesó la ventana, la conmoción fue grande, pero agraciadamente nadie salió herido.

 

Sabiendo que tendría que marcharse, mi esposo me había comentado que le preocupaba el no estar en la ciudad para el día en que correspondía pagar la renta del apartamento. El 3 de diciembre se vencería el contrato, además de renovarlo se iniciarían los pagos mensuales por la cantidad establecida en el contrato firmado en septiembre en la oficina del “agente inmobiliario”.

 

El 3 de septiembre se había entregado el monto total de $1,800.00 LYD al arrendador y $400.00 LYD al agente inmobiliario por un contrato que cubría tres meses, renovable el 3 de diciembre con pagaré de $600.00 LYD por mes. Estando mi esposo trabajando en el desierto y con la compañía celular Madar fuera de servicio era imposible coordinar el pago para el día 3 de diciembre a través de un intermediario.

 

El día antes de marcharse salió temprano en la mañana a visitar a su familia y como acostumbra a hacer antes de cada viaje, asegurarse que quedaban provistos de víveres, dinero en efectivo y demás. Serían las 10:00 a.m. cuando escuché el timbre de la puerta y al asomarme por la mirilla vi que era el arrendador.

 

Me sorprendió que fuese él, porque aún faltaban 15 días para el pago correspondiente. Pero la gente estaba desesperada buscando efectivo, los bancos habían cerrado, las sucursales principales se encontraban en el centro de la ciudad, habían quedado atrapadas en zona de combate.

 

Mi esposo me había pedido que no le abriera la puerta a nadie durante su ausencia, además no se atiende a un hombre cuando se está sola en la casa. Él seguía tocando el timbre insistentemente y yo no sabía qué hacer, era la oportunidad perfecta para resolver el asunto de la renta y si lo dejaba ir, de todos modos volvería entrado el mes, cuando mi esposo aun estaría en el Sahara.

 

De inmediato fui hasta la habitación, me coloqué el “hijab” y la “abaya”, busqué el dinero que mi esposo había apartado para la renta de diciembre y regrese a la puerta dispuesta a entregarle el dinero a través de las rejas; el hombre ya se había ido.

 

Supuse que si me apuraba a salir al balcón de seguro estaría montándose en su auto o conversando con algún vecino. Así lo hice y así resultó, estaba justo en la entrada del taller que quedaba bajo el apartamento. Dije “Salam Aleikum y el hombre alzó la vista contestando con un “Aleikum Salam”. Me preguntó dónde estaba Hani y traté de explicarle que no se encontraba, él me comentó que no había comunicación telefónica y yo asentí con la cabeza a la vez que le mostraba el dinero enrollado y atado a una liguilla.

 

Le pregunté si podía aventarlo desde el balcón, él titubeo, pero asintió con la cabeza y colocó las manos para recibirlo, su hijo –un niño de unos nueve años- también se colocó en posición de receptor. Tras aventarles el dinero junté mis manos en gesto de solicitud de disculpas. El hombre sonrió diciendo “Shukran” y yo me regresé al interior del apartamento, puertas y ventanas cerradas.

 

Cuando Marido llegó le conté lo sucedido y le note cara de no saber si lo que había hecho estuvo bien o mal. Me comentó que era una falta de consideración presentarse a cobrar la renta quince días antes de la fecha correspondiente y sobre todo el hacerlo sin llamar. Le recordé que no había comunicación telefónica para los usuarios de Madar y que posiblemente el hombre andaba como el resto en la ciudad, buscando efectivo a como dé lugar. Entonces me dijo que aventarle el dinero desde el balcón no había sido una forma apropiada ante los ojos de cualquier persona que estuviese mirando desde alguna ventana, techo, balcón o cruzando la calle. Entonces me tocó recordarle que ninguna de esas personas que posiblemente me tomarían por impropia viajaría el 3 de diciembre al Sahara para servir de intermediario entre el arrendador y él para efectuar el pago de la renta. Se quedó callado.

 

En la noche me comentó que llamaría a Heichan, un amigo de su juventud que se había topado en la calle y que le dijo que vivía justo en el edificio de enfrente, a dos pisos sobre el apartamento de Alí, “el hombre que mira desde el balcón de enfrente”.

 

Su intención era decirle que partía al desierto por asuntos de trabajo, que estaría ausente unos 30 o 40 días y que agradecería muchísimo si él y su esposa de vez en cuando velaran por mí. Le comenté que nuestros amigos Faraj y Reem siempre estaban pendientes, pero me dijo que ellos vivían a 10 minutos en auto, en otro barrio y si sucedía alguna emergencia nocturna lo más recomendable era alguien que viviese tan cerca como ellos.

 

-¿Alguna emergencia nocturna cómo cuál? Pregunté.

-Que caiga un misil, algo así. ¡Que sé yo! Contestó y siguió caminando.

 

Después de esa contestación me costó poder reaccionar. En Puerto Rico una emergencia nocturna puede tratarse de un problema de salud, algún accidente y en el peor de los casos un escalamiento, pero un misil… ¡Bienvenida a Libia!

 

Después de instalar el calentador nuevo -pues el que dejaron los arrendadores había estallado en horas de la tarde, justo un día antes de irse, y comenzando el invierno- llamó a Heichan. El amigo le dijo que mejor hablaran personalmente y abrigo bien puesto salió del apartamento. Eso sí, le pedí que como quien no quería la cosa tratara de indagar todo cuanto pudiese sobre Mustafá y Alí, porque mis lectores lo agradecerían.

 

Se habrá demorado una hora, yo lo esperaba ansiosa; quería saber todo sobre los personajes de la calle, que realmente existen, pero a quienes me había visto forzada a imaginar e inventarles una historia. Recuerdo que al día siguiente lo primero que hice tras despedirme de mi esposo fue entrar a la página en Facebook a contar la historia real tras Mustafá y Alí.

 

Esa noche después de contemplarlo haciendo sus maletas, cortando su cabello y su barba –el ritual acostumbrado en la víspera de la despedida- dormimos abrazados. Dormimos pocas horas, no recuerdo cuantas, pero al despertar seguíamos abrazados. Siempre sucede igual, es como si quisiéramos vivir esa noche las 30 o 40 noches de soledad y distancia que tendremos por delante.

 

En la mañana antes de irse me comentó que se sentía más tranquilo sabiendo que Heichan y su esposa estarían al pendiente de mí, que incluso la mujer –Sarah- le había dicho a su esposo que en algún momento me visitaría. Me alegró saberlo, era una excelente oportunidad para la amistad. También dijo que aunque estaba un poco incómodo con el asunto del dinero, la realidad era que se había quitado de la cabeza la preocupación de la renta.

 

Me dejó su celular, conectado a la compañía Libiana, de ese modo Faraj, Heichan, Sarah y sus hermanas Haná y Fatin podrían comunicarse conmigo. Nos abrazamos fuerte y extenso, transmitiéndonos el uno al otro todo lo que sentíamos, lo que expresar con palabras no basta.

 

Yo siempre lloro, a él se le aguan los ojos, se le forma un taco en la garganta, me separa de su pecho lleno de cariño y temores y se da vuelta cerrando la puerta sin mirar atrás. Yo siempre corro a mirar por el hueco de la celosía del salón familiar y lo acompaño con la vista hasta que se monta en el auto. Según camina, voy encomendándolo en cada uno de sus pasos, a sus seres amparadores, pero sobre todo a Dios, que permitió que nos conociéramos y uniéramos nuestras vidas en un compromiso de amor.

 

Continuá…