Hay dos cosas a las que me ha costado acostumbrarme, una es el asunto este de vivir a ventanas cerradas y la otra es la cotidianidad silente y recatada que caracteriza a la familia de mi esposo.
Imagínense, soy natural de
Vega Alta, un pueblo pequeño en la costa norte de Puerto Rico. La mayor parte
de mi infancia y adolescencia transcurrió en el campo, en el barrio Candelaria,
sector Cibuco (en honor al río que escribe su nombre con letra dorada), que
un día de buenas a primeras pasó a llamarse sector Fátima en veneración a la
Virgen de Fátima y su capilla, pues si hay algo que distingue a mi barrio es ese fervor católico. La capilla también servía de convento a las hermanas
de La Inmaculada Concepción, allí llegábamos los niños del barrio cada sábado de
mañana a tomar el catecismo y a cantar con Sor Carmen, la que más recuerdo de
todas las monjitas.
Como debe ser...
Si se quiere filtrar luz y un poco de aire...
Como yo la abro...
* Daritza Rodríguez-Arroyo, Todos los derechos reservados de autor / copyright©.
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El asunto es que la casa de mis
padres es la última del barrio, donde termina la carretera y no colinda con la
casa de ningún otro vecino en ‘un verja con verja’. Allí crecí disfrutando de
espacios abiertos, de dos cuerdas de terreno que dejan boca abierta a todo el
que llega, con el arrullo de una tímida quebrada que en tiempos de lluvia se
revela por aquello de recordarnos que la naturaleza es tan poderosa como
maravillosa. La casa donde he pasado el mayor tiempo de mi vida tiene más
metros cuadrados en balcones que en habitaciones, es una casa de ventanas y
puertas siempre abiertas, tanto en el sentido más literal de la acotación como
en el más simbólico. En nuestra casa no se conoce lo que es privacidad, pues es
la casa de nosotros, y agraciadamente del resto de la familia, vecinos, amigos
y del que llegue porque la ciudad y el pueblo lo sofoca. Llegan hasta casa de Santa
y Edwin donde se toman lo mismo un café o un jugo de limón, que una taza de leche
y jengibre si es que les ha cogido la noche echando cuentos y chistes con Papi
descamisado desde su hamaca y Mami que aunque siempre con agenda
cargada saca tiempo para recibir a todo el que llega y consentir a sus dos
nietas.
En casa nos reímos a carcajadas y
a gritos, como todas las Arroyo, si estamos en el segundo piso y necesitamos
algo del primero nos pegamos un grito. En ocasión de fiesta, los carros se
enfilan desde el balcón hasta el inicio de la “jalda”. Y durante el fin de semana
si estabas a tus anchas en pantalones cortos y camisilla viendo la tele en el sofá
del balcón y llegó visita o un carro repleto de desconocidos perdidos en busca
de la salida para Vega Baja, la vuelta al pueblo o la carretera hasta Corozal, te
tapas el "muslaje" con el primer cojín que encuentres y descalza o en chanclas te acercas
hasta el carro y das todas las directrices necesarias; que si no fuera por la
facha te montabas en la guagua y los escoltabas. Pero te regresas al sofá y
como es sábado o domingo sin pudor ninguno y con el portón abierto te acomodas
y sigues de asueto.
Aquí después de mostrarme la
serpiente higiénica y ponerme la barra de Lux en la mano. ¿Se acuerdan? Lo
primero que se me dijo a manera de regla inquebrantable fue que por nada del
mundo se abren las ventanas. Sí, así como lo leen. Ya he hablado de esto antes
y los que me han seguido relato tras relato aquí en el blog de Blogger o en la página
de Facebook desde mi llegada a Libia saben lo mucho que me ha costado y las
veces que me he metido en líos por desobedecer. Al principio cuando más
envuelta me encontraba en la cocina quedaba pegada del techo porque sin verla
ni sentirla subir las escaleras mi suegra se aparecía, de kaftan floreado y hijab en la cocina. Entraba con gesto de indignación regañándome en árabe
toda alterada, elevando los brazos al cielo, y yo lo único que entendía era las
veces que decía ¡Yah Allah! ¡Yah Allah! Y se iba directo a la ventana a
cerrarla. ¡Bendito! Luego me preguntaba en su graciosísimo intento de español,
¿Mucho calor Aziza? ¿Mucho Calor? Y ya más calmada, o no sé si en vías de resignación
me propinaba par de compasivas palmaditas en la espalda, se sonreía amorosa,
como ha sido desde siempre y se marchaba murmurando en el tono gutural tan característico
de la lengua árabe pero con la sutileza del acento palestino. Cuando no era la suegra,
era alguna cuñada que tocaba a la puerta y yo la abría toda despistada
olvidando que tenía alguna ventana abierta y entonces me decían con una
paciencia fingida en un inglés mucho más pobre que el mío; ”Aziza, Clous de guindou. Never open guindou
eguein, other man can si yu”. Sí, la razón para vivir a ventanas cerradas es
para que ningún hombre que por casualidad se encuentre trepado en alguna azotea
o escondido tras alguna cortina, te pueda ver desde alguna otra casa. Aquí las
casas en su mayoría son de 2, 3 y hasta 4 pisos; un piso por cada hijo varón
casado. Y según cuentan está el ligón que hace orilla, pero nunca
será culpa de quien con la excusa de que Dios le dio ojos y de casualidad mirando a lontananza se topó con la ventana abierta. ¡No! Será culpa de la mujer
que se deja ver a través de la ventana, que si estaba correctamente vestida aun
así será tildada de indecente (غير
محتشم) pero que si se le llegó
a ver algo de cabello o piel entonces la llamaran puta (عاهره).
Ya lo he entendido y lo respeto, pero al
principio le cuestionaba a mi esposo alegando que vivimos en un segundo piso, que
del lado de la casa en el que se encuentra nuestra habitación una de las
ventanas da para el patio lleno de árboles frondosos y que la otra da para un
terreno baldío cubierto de rocas. ¡Que no! Que las ventanas no se abren. ¿Y si
las abro pero me cubro con abaya y hijab como Allah manda? Que no, que no
hay porque darle de qué hablar a los
vecinos, enfadar a sus padres y dar mayores motivos de reparos a sus tres
hermanas solteras. Pero cuando mi esposo se va 30 o 40 días a trabajar al Sáhara,
confieso que he abierto las ventanas, pero solo un poquitín, tarde en la noche
y en la más absoluta oscuridad. ¡Coño! Es verdad que vengo de un país tropical,
pero las temperaturas que se alcanzan en Libia entre mayo y septiembre son
incomparables. Las casas almacenan el calor de todo el día y en las noches
aunque suele refrescar un poco el voltaje eléctrico se debilita, los enseres no
funcionan como deberían, y se desconecta el acondicionador de aire para evitar
que se dañe. ¿Qué te queda? Dormir en el sauna, sentirte como lechoncito… ¡Ay perdón!
Como corderito al horno. He abierto las ventanas y en cada llamada me pregunta
y yo queriendo mentir, no he podido. ¡Que me ahogo! ¡Que me asfixio! ¡Que así
no puedo! Una cosa es leerlo y otra es sudarlo. Agraciadamente ha llegado
octubre, y en el proceso del cambio climático llevamos una semana sin prender
el acondicionador de aire y usando un abanico que según me cuenta mi esposo, ya
entrando el mes de diciembre no lo necesitaremos. Hace unas cuantas madrugadas atrás
escuché lluvia, pero le resté importancia pensé que estaba soñando y seguí durmiendo
y es que además este mes comienza la limitada y anhelada temporada de 4 meses
de lluvia. El resto se nos va en Siroco, tormentas de arena y ese calor húmedo que
te sofoca, te debilita y si no eres de aquí te puede dar con despojarte de
todos los paños, tirarte por una ventana y salir corriendo hasta zambullirte en
el Mediterráneo. ¡La gota gorda!
Las veces que he contado sobre las ventanas he
tenido la sensación de que no he logrado transmitir la crudeza del asunto. ¡Tan
dramática que estoy hoy! Así que al pie de este relato les comparto fotos
reales de las ventanas que me protegen de ser tildada de indecente entre otras
cosas y con ello preservo el honor de mi esposo y su familia. Así es aquí,
donde vivo ahora. Nada, que cuando pueda visitar mi isla querida y volver a la
casa de mis padres allá en Fátima, voy a asomar la cara por cuanta ventana
encuentre, me voy a trepar a dormir una noche a contar estrellas en el techo y
sobre todo, voy a hablar alto y a reírme a carcajadas, con Mami, mi hermana, mis
primas y con las tías que me hacen tanta falta.
Como debe ser...
Si se quiere filtrar luz y un poco de aire...
Como yo la abro...
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