sábado, 8 de junio de 2013

El fuego de Bengasi



Estábamos todas las mujeres en el salón principal de la casa, echadas en los almohadones, charlando y comiendo semillas de calabaza y girasol mientras aguardábamos el regreso del servicio eléctrico con la esperanza de ver el segmento final de Arab Idol. El celular de una de mis cuñadas sonó y al atender la llamada su expresión fue de evidente preocupación, cuando se dispuso a ponernos al corriente lo único que puede entender fue la palabra Baba (Papá) un sinnúmero de ocasiones. También me preocupé porque mi suegro había salido en dirección al centro de Bengasi a buscar a una de mis cuñadas al trabajo. Como ya está bastante mayor y le falla la vista, procura irse temprano cuando aún la luz del sol alumbra la carretera y puede manejar su vieja camioneta Volvo un poco más relajado. De repente todos los celulares comenzaron a sonar y ante la conmoción de la noticia nadie se ocupó de traducir y yo por otro lado no encontraba el momento conveniente de solicitarlo. La segunda palabra que entendí fue ‘RPG’, sí así mismo, con sus siglas en inglés. De primera intención lo relacioné a los videojuegos, pero era evidente que esta vez no se refería a nada que pudiese divertir. A distancia se comenzaron a escuchar las detonaciones y poco después la sirena de las ambulancias. Otra de mis cuñadas (tengo seis) entró a la casa toda despavorida porque estando en el jardín jugando con los niños alcanzó a escuchar a los vecinos decir desde el otro lado del muro, que habían cerrado el paso hacia el centro de Bengasi a causa de un enfrentamiento a tiros (finalmente alguien traducía). Las demás intentaban llamar a los esposos o a la más pequeña de las hermanas que había llegado la noche anterior desde Sabha –ciudad del suroeste del país, a 460 kilómetros de Trípoli- para atenderse una condición médica en la  ciudad, pero la comunicación desde los teléfonos celulares había quedado interrumpida. Mi suegra se llevaba las manos a la cabeza y alzaba los brazos al cielo mientras le suplicaba a Allah que devolviera con bien a cada uno de los familiares.

Al rato llegó mi suegro muy conmocionado, se paró en medio del salón y exclamó algo que no entendí en voz alta. Se sentó en uno de los almohadones de esos que se usan en los salones de estar árabes y que quedan al ras del piso, a contar lo sucedido mientras todas las mujeres lo escuchaban atentas, pero esperando ansiosas la oportunidad de hacer preguntas y comentar. Se veía sofocado, cansado; con su rostro colorado y su poco cabello blanco todo alborotado. Una de mis cuñadas le alcanzó un vasito de té rojo y mientras Baba le pegaba sorbos, las mujeres aprovecharon la oportunidad de hablar todas a la vez; yo solo entendía cuando decían ‘RPG’ y Allah, sin encontrar, nuevamente, oportunidad para solicitar traducción.

El calor era insoportable. Linterna en mano subí las escaleras y me regresé a mi habitación. Aprovechando que estaba todo oscuro me dispuse a violar una de las más estrictas reglas de la casa y abrí una de las ventanas, la que da al jardín que está cubierto de árboles frutales y aromáticos, estampa irrepetible en este barrio y difícil de encontrar en esta ciudad costeña. Me recosté en la cama mientras intentaba establecer comunicación con mi esposo que tras un mes trabajando en el desierto aún no regresaba. Fue imposible escuchar su voz y contarle lo que estaba pasando, el servicio de comunicación celular seguía interrumpido. Me quedé dormida con la  brisa que entraba por la ventana y el eco confuso de las detonaciones lejanas. ¡Aziza! ¡Aziza! Me llamaban dos de mis cuñadas. _ ¡Cúbrete! Vamos al techo, al tercer piso, que desde allí se ve el fuego de Bengasi. Así, a oscuras tomé el primer pañuelo que encontré, me lo tiré sobre la cabeza y aguantándomelo con las manos alrededor del cuello las seguí. Ellas, expertas subiendo y bajando escaleras a oscuras, me guiaban a toda prisa. El mármol se sentía frio bajo la planta de mis pies, advirtiendo que en la azotea  el viento soplaba frio en franco contraste con la temperatura del interior. Los niños de la casa corrían y jugaban contentos sobre la azotea, como si fuera un parque, campo abierto, reían y gritaban, complacidos con los puntos de luces rojas que precedidos por las detonaciones cruzaban el firmamento; tan ingenuos, tan indiferentes. Mis cuñadas y yo nos subimos sobre bloques para poder elevarnos apoyadas contra la media pared que circunda la azotea y poder ver más allá del techo de las otras casas, del minarete de la mezquita más cercana; para poder contemplar lo que para nosotros era un espectáculo pirotécnico en 3D, pero que para muchos en Bengasi  eran las luces de la muerte y la desgracia que no cesan, que no acaban.

* Daritza Rodríguez-Arroyo, Todos los derechos reservados de autor / copyright©.





 





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9 comentarios:

  1. Daritza, me transmitiste todo lo sentido por tus cuñadas (solo senti tu frustración al tratar de llamar a tu esposo). Me frustra que sigas rompiendo reglas que sabes son estrictas y también traen consecuencias. Si fuera solo para ti, pues allá cada cual responsable por sus actos; mas piensa como queda tu esposo ante otros sobre tu desobediencia; el que dirán aparenta ser mas importante allá que aquí en PR. Te invito a abrazar totalmente lo que escogistes vivir, por el bien de todos. U. Abrazo desde PR.

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    1. Comprendo tu preocupación Pedro, pero fíjate que la misma que me habló de cerrar la ventana, fue la que me llevó hasta la azotea a ver las luces y escuchar las detonaciones a la distancia. Cuando estas a 115 grados de calor con ropa que va desde el cuello, hasta los tobillos créeme que das la vida por un poco de aire fresco, sobre todo si no estás acostumbrada y no hay servicio de energía eléctrica. Por otro lado la ventana abierta es la que da al jardín, no hay casas de ese lado y la razón por la cual las ventanas no se deben abrir es para que ningún hombre te vea. Precisamente esta semana hablé con mi esposo y le dije que cuando se nos va la energía eléctrica y no puedo encender ni el acondicionador de aire, ni el abanico si no abro una ventana siento que me voy a morir como pez fuera del agua. Lo comprendió, me dijo, ábrela solo un poquito. En cuanto a “el que dirán”, tienes toda la razón, me he dado cuenta que el final de mucho de mis cuestionamientos sobre ciertos hábitos o costumbres terminan en eso. También he podido ver que se vive con mucho miedo, miedo de todo y a todos, sobre todo las mujeres de esta familia. Ayer por ejemplo una de ellas me dijo que tener la ventana abierta era muy peligroso y la otra le preguntó que si lo decía por las detonaciones, ella contesto que sí, y la hermana le dijo, las detonaciones son en la ciudad, están muy lejos y justamente nos dirigimos al techo que en caso de ser un peligro real, estar allí sería peor. Tal y como cuento en mi relato, cuando llegue a la azotea, los niños jugaban como si fuera un parque, campo abierto. Abrazo grande Pedrito!!!

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  2. Gracias, me siento tranquilo al ver la comunicación excelente entre tu comprensible esposo y tu, y hasta entre tus cuñadas. El amor es un puente fuerte de comunicación y comprensión :-)

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    1. Y como ya sabes, bregar conmigo no es facil ;-) Ellos son seres especiales <3

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  3. Nunca te dió miedo? Pensaste que no velverias a ver a tu marido? Ese calor adentro, contrasta con el fresco de afuera, deberias poner una hamaca durante esas noches tan calientes.

    UN ABRAZO.

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    1. No me dio miedo, pero si me preocupé por mi suegro y dos de mis cuñadas y uno de los esposos que estaban en la ciudad. Mi esposo no me preocupó porque él estaba trabajando en el desierto, a unas 6 horas de distancia. Lo de la hamaca créeme que lo he pensado ;-)

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  4. repito una vez mas te leo y siento que estoy junto a ti.. que el Universo te proteja prima, simpre te he querido pero hoy te digo que te amo

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  5. Wow chule, me imagino lo desesperante que tiene que haber sido para ti el no poder entender lo que realmente estaba sucediendo por causa de la barrera del idioma, a pesar de que intuias que nada bueno podia ser por la reaccion de la que ahora es tu familia... Que Dios los proteja de todo mal ahora y siempre, cuidate mucho! Muchas bendiciones... xoxoxo

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